La segunda temporada de Andor es en realidad cuatro, y éso se nota bastante temáticamente y en el desarrollo de la misma; todo ocurre mucho más rápido, y aun así no te da la sensación de que se hayan dejado nada importante en el tintero. Los personajes empiezan a comerse la trama, y ya no tenemos tan presentes las razones para justificar una sublevación contra el Imperio. Personajes como Mon Mothma se elevan a pesar de que todos brillan con luz propia, y algunos de los eventos más importantes por los que se había planificado originalmente la serie.

El arranque de la nueva temporada fue un mensaje claro a todos los críticos de la primera temporada: cinco minutos de pura acción precedidos por un diálogo que retrata estupendamente las dudas que puede tener cualquier persona normal que se encuentra de la noche a la mañana trabajando para un sistema que desprecia. Andor calma a la funcionaria dejándole claro que no está traicionando a nadie al sabotear al Imperio, si no que está siendo fiel a si misma, a su propia conciencia. «Nunca te sentirás bien hasta que hagas todo lo que puedas para detenerlos, en realidad estás volviendo a casa, a ti misma». Y acto seguido roba un TIE Fighter experimental, lo que en tiempos conocimos como TIE Advanced, y empieza una frenética persecución que va de la chapuza a la acción más desenfrenada. Y aun así oye, da la sensación de que las escenas de acción hasta le molestan a Gilroy, porque aunque las hacen estupendamente, parece como que le hubiera gustado más hablar sobre propuestas de ley en el senado que gastar un tiempo precioso en contar la mala puntería de los pilotos imperiales (que desde luego no es ni la cuarta parte de mala que en las películas originales, pero es lo que hay).

Mientras tanto, tenemos a Mon Mothma que, habiendo pasado un año del momento en el que pasó de la lucha pacífica a financiar a los comandos de Luthen Rael, está consolidando su traición a si misma al vender a su hija en nombre de la rebelión. Que sí, que la casa por poderes para contar con el apoyo de la ingenieria financiera de Davo Sculdun, pero a Mothma le rompe el corazón el que su hija sea tan «tradicional» que esté entusiasmada con la boda. Lo que es peor, en el momento en el que Mothma le dice que le da igual la rebelión (aunque esto último no de forma directa, por supuesto), que una sola palabra suya bastará para cancelar la boda, su hija le dice que se avergüenza de ella, que hubiera preferido que estuviese borracha. Toda su familia vive estupendamente con sus tradiciones y su Imperio de mierda, Mothma es la única que ve el horror sobre el que están construidos sus privilegios y sigue dándose cabezazos contra la pared. Lo que es peor, cuando su amigo banquero le empieza a extorsionar educadamente para que resuelva sus problemas económicos a cambio de su silencio, Mothma acaba teniendo que consentir a que Luthen lo mate. A largo plazo ésto creará una ruptura entre Luthen y Mothma, llegando a ser el primero completamente desplazado de la rebelión cuando ésta empiece a consolidarse y a tener su propia flota, lejos ya de los tiempos de células ultrasecretas aisladas las unas de las otras.

La llegada de Orson Krennic a la serie supondrá un cambio absoluto en la vida de Dedra Meero, el personaje que comparte con Syril Karn no solo lecho, si no una enfermiza obsesión con Cassian Andor y, más en su caso, con Axis, su misterioso líder que no es otro que Luthen Rael. Krennic la obliga a salir de su obsesión y centrarse en el proyecto de provocar una insurrección violenta en Ghorman que justifique una represión a ojos de la opinión pública, todo con el objetivo de que el Imperio pueda saquear los recursos naturales del planeta hasta el punto de hacer peligrar su propio núcleo. Dedra rechaza el proyecto desde un principio, pero acaba viéndose obligada a aceptar que el caso Axis acabe en manos de su antiguo ayudante, ahora ascendido y que demuestra no tener mucha más suerte que ella con el mismo. Dedra alistará a su novio Syrill para el proyecto, haciéndole creer que está intentando destapar una terrible conspiración rebelde cuando en realidad lo único que tiene que hacer es infiltrarse entre los partisanos de Ghorman y hacerles creer que sus ataques están suponiendo un serio obstáculo para los planes del Imperio. Ya fuera porque Dedra pensara que el proyecto no sería llevado hasta las últimas consecuencias (había una pequeña posibilidad de que no fuera así al encontrar el Imperio una alternativa artificial a los recursos naturales de Ghorman) o porque no fue capaz de alcanzar a entender hasta que punto podía llegar el Imperio, el plan acaba consolidándose con una auténtica masacre en Ghorman que horroriza hasta al propio Syrill, que acaba sintiéndose traicionado por Dedra y por el estado al que había dedicado toda su vida. Y es que la gran diferencia entre los dos estriba precisamente ahí; allí donde Syrill lo que le motiva es una admiración y amor profundo por los supuestos ideales de paz y orden del Imperio, Dedra es consciente de que en todas partes cuecen habas y es capaz de sacrificar lo que haga falta por conseguir sus objetivos, ya sea para trepar en el escalafón o detener a los enemigos del orden establecido. La debacle de Dedra acabará viniendo, una vez más, por ser demasiado concienzuda en su trabajo, por acumular información para conseguir sus objetivos sin reparar a darse cuenta del peligro que puede conllevar el tener en su poder ciertos datos al alcance de cualquiera que la espíe.

Para cuando termina la serie y personajes como Kleya han demostrado ser algunos de los pilares silenciosos más importantes para la creación de la rebelión y la consiguiente caída del Imperio, nos queda muy claro que Andor nunca traicionó su esencia, contarnos la cara b de la guerra civil galáctica, la historia de esos secundarios de fondo en las películas sobre los Skywalker. Igual que Rogue One, las historias de estos personajes que no son ni mucho menos invencibles ni acaban resultando ser los héroes elegidos son tremendamente interesantes, bastante más que las de otras ofertas parecidas.
Si algo ha hecho Andor ha sido dejar claro que jugar con el universo Star Wars no debería consistir en utilizar siempre los mismos juguetes que los demás, que la repetición de situaciones de las películas originales no se traduce en recuperar esa magia ni mucho menos, y que, sobre todo, en esa galaxia muy lejana hay cabida para multitud de historias de montones de tipos diferentes, sin necesidad de contar siempre historias de magos espaciales.
Aunque éso no tenga nada de malo.
Para ser sincero. No la estoy viendo, es que la vida no da para tanto, tengo una década de cine por ver ahora mismo.
Dicho esto, según leo, el tema de la serie es costumbrista.
Entiéndase, es la vida de un montón de personajes que viven bajo la progresiva implantación de una dictadura aplastante.
Como, en algunos eso, se convierte en un rechazo, ya sea por el motivo que tenga cada uno; y en otros casos solo intentan adaptarse a la situación, ya sea por oportunismo o simplemente por no buscarse problemas.
El verdadero sostén de las dictaduras es la mayoría silenciosa; esos que no se manifiestan para defender cosas básicas como el respeto a los Derechos Humanos, o a una información libre, VERAZ y CONTRASTADA, que es la grieta por donde hoy en día se horada a la democracia.
Lecciones que necesitan ser enseñadas todos los días desde hace milenios.
Y sobre La Guerra de las Galaxias. Es que las películas originales eran buenas, pero dejaron miles de vacíos esperando a ser llenados.
No hay adaptación posible, el fascismo te aplasta aunque te unas a él o lo adoptes como tu propia religión. Y ésa es una de las grandes virtudes de la serie, el dejarte claro que la única opción posible es la resistencia, porque la alternativa es un suicidio.
Sigo pensando que si esta serie no perteneciera a Star Wars habría mucha más gente todavía viéndola, hay posibles espectadores que la rechazan por sistema sin darle una oportunidad y éso es una pena tremenda.
El fascismo te aplasta. Pero anda que no hay gente que se apunta gustosísima a él.
Aunque en realidad estos han perdido totalmente la humanidad; o igual solo estaban esperando la oportunidad de perderla para ceder ante todo lo miserable que anida en su interior.
Syril Karn es el ejemplo de alguien que abraza el fascismo en esta serie, y que hasta el último momento cree firmemente en él hasta que llega a Gorman, claro, y ve como es el imperio en toda su hipocresia.
Merece una especial atención el hecho como muestran en la serie lo que pasa en Gorman y lo que las noticias dicen.
Lo dicho, esta serie es oro puro
Pues desde luego, me la he de ver.
Intentaré en verano.
Lo que me queda claro es que igual es la serie que desnudez nuestro tiempo.
M, el vampiro de Dusseldorf es la obra que desnudó otro tiempo.
Zatannasay descafeina todo que hasta el cinismo sabe a tapas sin queso o paella sin arroz, la verdad se puso mejor que lo que resulto el libro del mandaloriano, Asoka, y el libro de Fett que este ultimo me genero una especie de odio-tolerancia-casi gusto odio bodrio
¿Qué descafeino? Pues no sé.
Mi vicio es desnudar todo, hasta encontrar la estructura básica.
Eso les hace perder los oropeles que distraen la atención y quedar la narrativa esencial. Es el preguntar: ¿Qué me estás contando en el fondo?
Y entonces ves los cuatro palos básicos del asunto.
¡Qué satisfacción!
Andor 2 no solo ha mantenido el nivel, sino que lo ha eleveado a uno que ni yo me atrevía a imaginar. Porque ya no solo es una serie tremendamente buena sobre Star Wars y sobre la formación de la rebelión. Es que es una serie atemporal con la que cualquiera en cualquier época podrá sentir reflejada la realidad del mundo donde vive. Y es que Andor 2, sin pretenderlo, es perfecta para explicar el momento que vivimos, pero también otros que vivió la historia y que por desgracia viviremos en el futuro hasta que la gente aprenda a no repetir sus errores o la luz de la esperanza se apague del todo.
Porque Andor logra en toda su extensión de dos temporadas hacer algo que desde las profes de historia y la educación llevamos defendiendo mucho tiempo «Educar y enseñar entreteniendo». Andor nos enseña como se nos vende un estado represor y fascista como algo bueno que aporta Orden y Ley, al precio de tu libertad y silencio. De como su mensaje adoctrina y convence, desde un simple funcionario disciplinado o administrativo a sus cargos elevados que encuentran el medio de alimentar su sadismo a traves de una administración fascista que lo aplaude. Nos enseña como el control de los medios es clave para controlar a la gente, como el miedo y mantener los privilegios corrompe y hace complice a los políticos que deberían frenarlo. Ante todo nos enseña que una guerra lleva grandes sacrificios, entre ellos perder tu propio yo, tu futuro, tu ética, tu moral y tus escrúpulos para lograr detener a esa máquina del terror que pretende dirigir el mundo con su mano de hierro. Andor nos enseña que a veces debemos ser bestias para en bestias no convertirnos, que el precio a pagar a veces es muy alto, no solo la vida, sino nuestra alma.
Andor 2 juega con la línea del bien y del mal, de que no todos son tan malos o tan buenos, sino que hay muchos grises y como la situación de la que partes, la familia en la que naces, las personas que conoces y su influencia pueden convertirte en el adoctrinado más fiel al imperio o en el rebelde más sacrificado contra él. Pero que no quepa a engaño, Andor deja muy clara una cosa, quienes son los malos…y que para ser bueno hay que mancharse las manos y el alma, ya que la historia nos enseña que nunca hubo un gran cambio significativo en ella sin derramamiento de sangre, terror, sufrimiento, injusticia, sacrificio y amor. Porque el amor es el que puede arrastrarte a luchar por algo más grande que tú.
Hay una idea muy conocida por la historiografía y sociología que es la línea que divide el terrorismo de la rebelión, ¿Cual es esa línea? quien sea el que domine los medios y sobretodo quien sea el vencedor. Los nazis llamaban terroristas a la resistencia francesa, de hecho la misma resistencia se autodenominaban así «terroristas», pretendiendo crear terror entre las filas nazis, con aquello de «puede que tengáis el poder pero os enseñaremos a tener miedo», que vuestro poder de infundir miedo y represión puede ser devuelto y que seáis vosotros los que no os sintais seguros mientras continue vuestro reinado de represión y terror.
Tenemos más ejemplos hoy en día donde los genocidas de un país se venden y se nos venden como nuestros aliados y víctimas (mientras los políticos juegan a la hipocresía desde sus asientos) y a la resistencia se les llama terroristas… y es que Andor trasciende ahora y siempre más allá de una galaxia lejana muy lejana…
Solo por eso, todo el mundo debería verla, grandes y pequeños.
Fíjate que las precuelas contaron cómo una democracia puede caer en el totalitarismo y en los últimos años se han hecho unas cuantas producciones al respecto, me viene a la cabeza ahora mismo la ucronía aquella de La Conjura Contra América de Roth, o más lejos todavía El Hombre en el Castillo. Pero es que no tengo la sensación de que alguien haya llevado hasta las últimas consecuencias lo que es vivir con el miedo de la forma en la que lo ha hecho Andor, Cabaret hacía parecer el nazismo como una fuerza oscura contra la que nadie podía hacer nada, mientras que tenemos un millón de producciones sobre el franquismo y la guerra civil en las que lo que tenemos es más lamentación que enfrentamiento, llamar las cosas por lo que son.
Andor usa un conflicto imaginario construido con muchos otros, pero a la hora de la verdad te dice lo que hay: No vamos a cambiar nada bajando los brazos.
Y a la vez te deja claro, la gente solo se «radicaliza» cuando la ponen contra la pared, y éso el fascismo lo sabe. Por eso trata de exprimir lo máximo sin llegar al punto de pasarse demasiado, de ir laminando la sociedad por grupos hasta que nadie tenga ganas de luchar.
Vamos, que sí, que es pedagógica. Y más de uno te diría que hasta peligrosa.