Hoy quiero hablar de un manga, obra de uno de mis nuevos autores favoritos, Inio Asano. Alguien a quien descubrí por casualidad y cuyo personal estilo me atrapó inmediatamente por su forma de utilizar el costumbrismo como vehículo para contar historias que se alejan un tanto del tono amable que suele caracterizar esa corriente de la ficción. Un costumbrismo que, en manos de Asano, nos muestra esa otra cara de la cotidianidad que esconde, en ocasiones no demasiado, esa otra realidad a veces triste, sórdida o espeluznante. Y en El Barrio de la Luz (Hikari no Machi) hace gala de todo ello al mostrarnos lo que sucede realmente en un lugar tan aparentemente apacible como este vecindario.

Sobre una pequeña colina se alza un complejo residencial al que los vecinos de la zona han apodado como el Barrio de la Luz. Un lugar apacible, habitado por familias de clase media, que en la superficie no podría ser más apacible y bucólico. Pero detrás de las paredes de esos apartamentos se esconden historias tan reales como la vida misma, tiernas, trágicas, sórdidas, patéticas o conmovedoras, protagonizadas por personas que sobrellevan sus vidas como mejor pueden o que se aprovechan de las desgracias ajenas, entrelazando sus vidas sin darse cuenta en un mosaico de lo más humano.

Desde que descubrí a Inio Asano no he dejado de sorprenderme por su habilidad para representar en su obra todas las facetas del ser humano, utilizando para ello una cotidianidad (con pinceladas de realismo magico ocasionales) que, en sus manos, nos muestra lo que a menudo no se ve a simple vista, lo que escondemos para que nadie más sepa lo que nos sucede realmente. Y aunque, a menudo, como sucede por supuesto también en esta obra, esa faceta oculta resulta algo sórdida o cruel, Asano no se recrea en ello ni parece querer juzgar lo que hacen sus protagonistas, simplemente nos deja ser testigos de lo que hacen y de las consecuencias de sus actos, como si levantase un poco un telón para dejarnos espiar brevemente en sus vidas.

Algo a lo que, en cierto modo, se une el propio Asano con algo de humor, ya que en la segunda historia de este tomo nos encontramos con un mangaka agobiado con las fechas de entrega y propenso a largarse de juerga con sus amigos en lugar de acabar las páginas que tiene que entregar. Un mangaka que se pasea un día con su novia por ese vecindario, tomando fotos para documentarse, ya que se propone realizar un manga inspirado en lo que cree que debe ocurrir tras esas fachadas tan luminosas, y que, en ese paseo, es testigo de cómo realmente no todo es tan bonito como aparenta.

Este es otro elemento que me gusta del trabajo de Asano, cómo muchos de sus recopilatorios de historias cortas no son simplemente un puñado de anécdotas a las que une solo su autoría, sino que se trata de historias entretejidas en las que sus protagonistas se cruzan constantemente, en las que algo que sucede de fondo en una viñeta de una historia se convierte en el foco principal de la siguiente y donde las repercusiones de los actos de algún personaje que otro se dejan sentir a lo largo de las vidas de muchos otros. Algo que, pese a lo extremo de algunas de las situaciones que nos encontramos aquí, dota a este recopilatorio de cierto aire de autenticidad.

Un recopilatorio que sorprende cuando descubrimos que se trata de una de sus primeras obras, la tercera en concreto, cuya serialización comenzó en 2004 en las paginas de la revista Sunday Gene-X, cuando Inio Asano era aún un veinteañero. Pero su juventud y poca experiencia como profesional no se aprecian en absoluto en estas páginas. Aquí Asano nos ofrece una serie de relatos muy maduros, y en ocasiones durísimos, acompañados por un trazo seguro y expresivo, más propio de alguien con mucha más experiencia en este terreno.

Por todo ello, El Barrio de la Luz es otra obra de Inio Asano que no me ha defraudado en lo más mínimo y que me ha confirmado que estamos ante uno de los autores más interesantes del momento. Un autor que, sin grandes aspavientos ni grandilocuentes premisas, nos permite acercarnos un poquito más a eso que nos hace humanos, lo bueno y lo malo, y atraparnos como si estuviésemos ante una historia épica y no ante las luces y las sombras de personas corrientes como las que nos encontramos a diario sin saber qué está sucediendo realmente en sus vidas. Así que, de nuevo, animo a quienes no se hayan acercado aún a su obra a que no lo duden, porque su obra, hasta la fecha, está repleta de historias apasionantes que vale mucho la pena descubrir.
Fíjate que hacía mayor a Asano pero solo tiene 44 años y en las fotos parece hasta más joven todavía el cabrón. Vamos, que teniendo en cuenta que tampoco parece que se machaque como muchos de sus antecesores, tenemos autor para rato.
Algo ha cambiado en el manga, y digo en general, porque también está pasando en el más comercial de tortas y demás, parece que se toman las cosas con más calma precisamente en el momento en el que supuestamente menos dinero se hace.
Aunque sigue habiendo mucho autor y asistente sobreexplotado.
Voy a conjeturar.
Igual la industria japonesa, al ir perdiendo dinero, ha ido cediendo ese concepto de fabrica con empleados/máquinas a favor de un artesano; y el producto ha ido cambiando a su vez, de esas series infinitas hechas en cadena, a proyectos más personales y comedidos.
Frente al entregar tu vida a la empresa, el tener vida.
Frente al «arrapaña todo el dinero que se pueda ahora que hay», a «como no hay tanto dinero que arrapañar vamos a tranquilizarnos un poco y tomar otros caminos»
El cambio de paradigma.
Aparte que el gobierno japonés parece decidido a acabar con esos ghettos de explotación laboral hasta la muerte en determinados ámbitos.
Y en el fondo este manga trata de como los japoneses son los reyes de barrer bajo la alfombra. Incluyendo la sobrexplotación laboral.