La frustración de ser tartamudo: El discurso del rey

Me ha dejado frío este discurso del rey. No es que los discursos del rey suelan provocarme algún tipo de emoción más allá de la indiferencia, pero despues de hablar de la película tan bien por todos lados y relatarnos lo grande del duelo actoral entre Colin Firth (el rey) y Geoffrey Rush (su »doctor»), creí que la película sería algo más.

El cartel de la película ya lo dice todo, el importante es el rey, su terapeuta es comparsa.

La película se basa en los veinte años durante los que el rey Jorge VI de Inglaterra se sometió a terapia para curar su tartamudez. El guionista se permite la licencia de acortar esa terapia a diez años, comenzando la historia en 1936 y poniendo el camino a la segunda guerra mundial como trasfondo, con lo que la tartamudez del futuro rey acaba suponiendo una cuestión de estado y de supervivencia frente a los nubarrones nazis. Y poco más hay que contar, porque nos pasaremos toda la película viendo como Bertie y Lionel (el rey y su terapeuta) se insultan muchas veces y se van haciendo amigos por el camino.

¿Para qué vale un rey incapaz de dar el discurso de navidad?

Porque el que «El discurso del rey» sea una película de actores y funcione como consecuencia de una forma muy teatral, acaba provocando que la película no haga grandes alardes cinematográficos. Todo se deja en manos de Firth y Rush, en manos del texto y el resto se hace de forma más o menos correcta. Los dos actores tienen tablas y saben manejarse ante la cámara, con lo que acabamos viendo una buena obra de teatro. Puedes disfrutar perfectamente de su actuación, pero la realidad se acaba imponiendo y te das cuenta de que es una película «homenaje» al servicio de la monarquía británica.

Geoffrey Rush habría dado mucho más de sí de haberse desarrollado más su personaje.

Pero tampoco quiero entrar en detalles políticos. Como decía la película funciona como obra teatral, y Firth es capaz de transmitir la inseguridad y el miedo de un hombre obligado por nacimiento y circunstancias a ser rey, de un tipo que se traga el sapo y cuyo mayor miedo no es la guerra inminente, si no el tener que dar un discurso y no estar a la altura. Lo cierto es que historicamente George VI pasó bastante desapercibido, y el personaje importante que ha quedado es Churchill. Hasta la propia película admite que el papel del rey es más «propagandístico» que ejecutivo, con lo que su papel es el de ceñirse a las decisiones del parlamento y actuar en consecuencia.

Helena Bonham Carter es Elizabeth, esposa del Rey y madre de la actual reina de Inglaterra.

De cara a los Oscar de este año, no creo que este discurso deba llegar muy lejos. Teniendo en cuenta el rollo británico/edad de oro que se trae, es probable que se lleve algún premio para los actores (Firth lo merece), pero en cualquier otra cosa es bastante discreta, dando la sensación de estar realizada para televisión, y su guión nunca fue lo suficientemente ambicioso para ir un paso más allá, esbozando el personaje de Lionel como actor frustrado y no atreviéndose a darle un «final». Lo único importante es que George de su discurso, Lionel sólo es un Merlín más. Su familia y su historia personal poco o nada importan, y creo que ése es el ladrillo que podría haber completado brillantemente esta película.

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