Para comenzar la semana nada mejor que una comedia atípica que se sale de lo habitual, The Chair Company. Una comedia negra, con tintes de thriller, en la que un hombre consumido por la obsesión va dejando atrás su cordura y todo lo que le importa con tal de llegar a una verdad que quizás solo exista en su cabeza. Pero aunque la premisa no suene precisamente interesante, la puesta en escena y un desquiciadísimo protagonista demuestran una vez más cómo suele ser más interesante el cómo lo cuentas que lo que cuentas.

La carrera de Ron Trosper iba muy bien encaminada, con su proyecto de un nuevo centro comercial a punto de hacerse realidad, pero durante la presentación del mismo ante sus compañeros, superiores y accionistas la silla sobre la que se sentó se hizo pedazos bajo él. Un incidente tras el cual Ron se sintió terriblemente humillado, convencido de que todos en la empresa se reían de él a sus espaldas. Por ello decidió contactar con el fabricante de la silla para exigirle una disculpa y que admitiese que su producto era defectuoso, pero algo tan aparentemente sencillo llevará a Ron a sumergirse en un delirio sin frenos del que quizás no salga bien parado…

Sí, esa es la premisa exacta de la serie, un tipo que cae al suelo y pierde la cabeza tratando de probar que la culpa es de la silla y no de él. Y con esa premisa tan simple y tan poco atractiva en apariencia, Tim Robinson, cocreador y protagonista, y Zach Kanin, han creado una comedia poco corriente que me tiene enganchado. Ambos se conocieron como guionistas en Saturday Night Live, donde Robinson también actuaba, y esta es la tercera serie que crean juntos tras «Detroiters» y «I Think You Should Leave with Tim Robinson», todas ellas protagonizadas por Robinson, series que, tras haber visto de lo que son capaces aquí, tengo que ponerlas en mi lista de prioridades. Pero a la espera de ponerme con ellas, lo que sí puedo decir es que en The Chair Company han hecho de los contrastes la mejor arma de la serie.

Porque aquí estamos ante uno de esos casos en los que la obra y su protagonista no están en absoluto en sincronía y todo es mejor por ello. Por un lado, tenemos una serie que se toma en serio a sí misma, que alterna el drama familiar y del centro de trabajo con un tono de thriller bastante tenso. En todo momento la música, la iluminación, la fotografía… todo nos remite de forma muy directa al drama, incluidos los personajes de la serie, quienes lidian con cuestiones más o menos serias de sus vidas personales y profesionales, planes de bodas, alcoholismo, desencuentros con recursos humanos, etc. En muchísimos momentos pocas cosas nos harían pensar que estamos ante una comedia, pero ahí es donde entra Ron Trosper.

Aunque en la superficie este es un ejecutivo bastante corriente, que se lleva bien con muchos de sus compañeros, es apreciado por sus superiores y es eficiente en su trabajo, además de ser un padre y marido ejemplar, debajo acecha un hombre obsesivo como pocos. Al tratar de contactar con la empresa fabricante de la silla y encontrarse con emails corporativos desactivados, teléfonos que le dirigen a una centralita encargada de llevar el servicio de atención al cliente de varias compañías, y direcciones abandonadas, y que esta compañía aparentemente solo existe sobre el papel, su frustración cada vez mayor le lleva por el camino de la conspiranoia. Porque Ron, en lugar de asumir lo más lógico, que se trata de una empresa dedicada al dropshipping y que vende sillas de baja calidad a precios de lujo, se convence de que tiene que haber algo más detrás, que esconden algún terrible secreto en cuya pista él ha caído accidentalmente. Algo sobre lo que quizás no esté tan desencaminado.

Pero la genialidad de la serie se encuentra en cómo Tim Robinson interpreta su papel, absolutamente desquiciado. Cuando decía antes que parecía pertenecer a una serie diferente me quedaba muy corto, ya que su interpretación de Ron Trosper es la de un completo maniaco, histriónico, sobreactuado y caricaturesco que por momentos parece que ni siquiera está intentando actuar en serio de lo exageradísimo que resulta. Y ese contraste tan desproporcionado entre el resto de la serie y Ron, junto con ese extraño y ridículo mundo en el que se está adentrando, lleno de personajes casi tan desquiciados como él mismo, donde puede suceder cualquier cosa, sin que en ningún momento se abandone el enfoque “serio” de la historia, es lo que la convierte en algo bastante original.

Esto lleva a que la serie en ocasiones se zambulla un poco en el surrealismo, con momentos y personajes que no desentonarían demasiado en una película de David Lynch, y que se van alternando con otros que podrían pertenecer a cualquier comedia o drama genérico, con un payaso (en el sentido más respetuoso del término) en medio de todo saltando de un escenario a otro. Un ejercicio de malabarismo detrás y delante de las cámaras, ya que a medida que Ron se sumerge cada vez más en esa conspiración que se ha montado, basada en indicios muy superficiales, tiene que ir elaborando una red de mentiras cada vez mayor para tratar de ocultar (con poco éxito) la falta de atención que le dedica cada vez más a su trabajo y su familia, todo para dedicarse en cuerpo y alma a esa obsesión que quizás esté justificada.

Y aunque es cierto que por esa combinación de tonos en ocasiones tan brusca y por el estilo interpretativo de Robinson, esta no es una serie para todo el mundo, sí que es una a la que vale la pena darle una oportunidad por alejarse de las fórmulas más convencionales y tratar de crear algo bastante original en donde nunca tenemos claro qué va a suceder a continuación. Y habiendo llegado The Chair Company a su ecuador, habiéndose emitido cuatro de los ocho episodios de los que consta, solo espero que esta fórmula vaya a más en lo que nos queda de serie y nos den un final tan disparatado y absurdo como se merece.

El argumento de hombre inocente se ve implicado en conspiración que le sobrepasa puede ser interesante (recuerdo una peli de Harrison Ford en el que un médico se mete en un buen embrollo por culpa de una maleta perdida en París). Lo curioso aquí es que no está claro si hay conspiración o está todo en la cabeza del prota, no?
Para series parecidas de conspiraciones imposibles recomiendo Nowhere Man (en España sin identidad) una serie de mediados de los 90 con una unica temporada emitida originalmente por UPN(cadena usa nacional ya desaparecida)
«Nowhere Man es la historia de reportero gráfico Thomas Veil, que descubre que su vida ha sido bruscamente «borrada»: sus amigos dicen que no lo conocen, su esposa afirma que no le reconoce y está viviendo con otro hombre. Sus tarjetas de crédito ya no funcionan. Su mejor amigo aparece muerto. Su madre, recuperándose de un derrame cerebral, es incapaz de confirmar su existencia. En el transcurso de una sola noche, todo rastro de la identidad de Tom se ha ido.»
La serie sigue el esquema de la serie clasica El Fugitivo (que tambien lo copiaba la serie «the Incredible Hulk» de los 70) con el protagonista recorriendo todo usa intentando recuperar su identidad y encontrandose siempre con agentes de una organizacion secreta intentando quitarlevlos negativos de una foto que habia hecho aunque el prota no veia nada raro en la foto.
Eso si, si eres muy conspiranoico no la recomiendo puesto que toda amistad que hacia el prota resultaba ser la mayoria de las veces una trampa y parecia que no habia manera de ganar exceptuando dejarse vencer.
Recuerdo con bastante cariño aquella serie y sigo cabreado con que terminase sin dar una resolución a la historia.
Otra serie de esa epoca (mas o menos) era John Doe (ya no recuerdo si en españa tenia traduccion).
Sobre una persona que aparecia de la nada con amnesia que era una especie de wikipedia (aun no existia) viviente y que solo podia ver en blanco en negro. Que se dedicaba a ayudar a la policia mientras intentaba averiguar su origen.
El ultimo capitulo de la primera temporada dejo un cliffhanger(no lo voy a revelar porque era sorprendente) solo para ser cancelada.
Creo que ahora se emite una con una premisa parecida Forever creo que se llama.
Pues seria algo así, si la película fuese exactamente igual pero Ford estuviese todo el rato actuando como Jim Carrey desbocado. Y algo hay, lo que da la impresion de momento es que Ron lo esta sacando todo de quicio de forma desproporcionada.