No pretendía hablar de Skeleton Crew cada semana, como he hecho con otras series en el pasado, pero es que me lo está poniendo muy difícil para no hacerlo con el rumbo que está tomando. Porque si ya los dos primeros episodios de su estreno me habían dejado más que encantado, el tercero, donde, entre otras cosas, hemos podido conocer un poco más al enigmático personaje interpretado por Jude Law, ya me ha dejado completamente enganchado. Y como ha sido uno de esos episodios que, además, dan para especular y teorizar, no he podido resistirme a hablar de la serie una vez más, obviamente con abundancia de SPOILERS.
Jod Na Nawood, como se ha presentado a los críos con quienes ha escapado de su encierro, es efectivamente un usuario de la Fuerza, un pirata, y su personalidad es más o menos como nos dejaban intuir los tráilers. Se trata de un embaucador que derrocha carisma y simpatía, que oculta muchísimo más de lo que deja entrever y del que podemos estar seguros de que cada cosa que hace o dice esconde segundas o incluso terceras intenciones detrás. Pero, al menos de momento, no parece que vaya a ser un villano, sino otro arquetipo muy familiar en la ficción y que los fans de la Guerra de las Galaxias nos hemos encontrado en más de una ocasión.
Han Solo, Lando Calrissian, Din Djarin, Hondo Ohnaka y tantos otros personajes a los que parece que solo les importa su propio pellejo, obtener la recompensa o el tesoro y largarse a otra cosa, pero que, cuando llega el momento, hacen lo correcto muy a su pesar. Y, de momento, Jod parece ir plenamente encaminado en esa dirección, ya que, aunque en este episodio ha dejado claro que busca ese hipotético tesoro que esconde el mundo de los jóvenes protagonistas de la serie, también nos ha dejado entrever que, en el fondo, no es tan mal tipo y que esos críos van a acabar ablandándole más de lo que le gustaría.
Porque, dejando de lado que Jod es lo que podríamos llamar un “sinvergüenza” (como diría Leia), es mucho más lo que hemos aprendido de su personaje. Entre otras cosas, tenemos la confirmación de que Jod Na Nawood era el Capitán Silvo al que conocimos en el primer episodio, enmascarado como la versión pirata del Comandante Cobra, un nombre que estoy convencidísimo de que es una señal clarísima de la clase de personaje que se trata. Porque me niego a creer que, en una serie protagonizada por críos, en la que se busca un legendario tesoro que muchos creen que es una simple leyenda y en la que abundan los piratas, eso de Silvo no sea un descaradísimo y poco disimulado guiño al Capitán Long John Silver, y que, como este, el aprecio de Jod por los críos evitará que se convierta en un auténtico villano.
Aunque ese no es el único apodo del personaje que hemos conocido en este episodio, ya que, tras visitar a una vieja “amiga”, Kh’ymm, una genial criatura alienígena modelada como un búho que trabaja como astrónoma y cartógrafa y que parece escapada del taller de Jim Henson, descubrimos que esta le conoce como Crimson Jack, y ese es un nombre de lo más interesante. Porque Crimson Jack era el nombre de otro pirata que en 1978 crearon Roy Thomas y Howard Chaykin para el cómic de Star Wars de Marvel y que le provocó unos cuantos problemas a Han Solo y sus amigos. Un personaje que, décadas más tarde, hace dos años de nada, fue reintroducido en la nueva continuidad de Star Wars en la miniserie Halcyon Legacy de Ethan Sacks y Will Sliney, de nuevo como pirata, pero en esta ocasión cometiendo sus fechorías en la época de las secuelas. Y aunque, de momento, no hay nada que indique que se trate del mismo personaje, dudo que la elección de ese nombre sea casual.
Pero otros detalles interesantes sobre el personaje se han dejado caer en este episodio. Tanto en el segundo como en este tercero hemos visto a Jod utilizar la Fuerza en pequeña escala: hacer levitar la llave que le sacó a él y a los críos de su celda, mover unos objetos para hacer ruido y despistar a unos guardias, y apagar interruptores, pero, pese a que en más de una ocasión le hemos visto en situaciones en las que le hubiera venido bien utilizar ese poder, no lo ha hecho. A eso debemos añadir su confesión del final del episodio, cuando, tras haber dejado que los críos asumiesen que era un Jedi, ha terminado reconociendo que él nunca dijo que lo fuese. Todo ello da que pensar que mi teoría sobre que se trata de un usuario de la Fuerza que jamás tuvo un entrenamiento formal iba en la dirección correcta, y, como no tuvo un Yoda que le explicase que el tamaño no importa, nunca ha sido capaz más que de mover cosas pequeñas.
Un rasgo que, a mí personalmente, me parece interesantísimo, ya que, como comentaba la última vez, no es muy habitual encontrar a personajes de Star Wars que hayan dominado la Fuerza por su cuenta sin pertenecer a ningún tipo de orden. Pero no es lo único interesante que hemos descubierto de él aquí. Durante este episodio le hemos visto mostrar un desdén hacia los droides que parece muy personal, como si hubiese sufrido a sus manos. Y aunque lo obvio sería pensar que pueda estar relacionado con el ejército separatista de las Guerras Clon, que, por su edad, debió vivir siendo un adolescente, que, cuando esté buscando a SM-33, reactive a un viejo droide de batalla B1 para comprobar si se trata del que está buscando (y que este pregunte si han ganado la guerra, antes de caerse a pedazos), como si no supiese qué clase de droide es, podría ser una indicación de que su desprecio y desconfianza hacia los droides va en otra dirección.
Con todo esto, y la excelente química que tiene Jude Law con sus jóvenes compañeros de reparto, Jod se ha convertido inmediatamente en uno de mis personajes favoritos de la serie y uno del que me muero por saber más. Pero las revelaciones de este tercer episodio no se han limitado a este personaje, ya que del mundo natal del resto de protagonistas de la serie, At Attin, también se nos han dejado caer unas cuantas cosas muy interesantes. Ya en el episodio anterior habíamos descubierto que, para el resto de la galaxia, ese planeta es poco más que una leyenda, no un lugar real, y en este episodio hemos descubierto el porqué de ello. Según Kh’ymm, At Attin formaba parte de una serie de mundos de la Antigua República (sin especificar a qué período exactamente se refiere con ello) que estaban ocultos para su protección y que todos los demás fueron destruidos, pasando la existencia de todos ellos a ser una simple leyenda que pocos creen que fuese real.
Y está claro que el aislamiento de su mundo se remonta a bastante atrás, ya que los críos habían oído hablar de Alderaan, pero no sabían nada de su destrucción, y cuando esta astrónoma les dice que han debido perderse la guerra no tienen ni idea de lo que les habla, por lo que no deben tener ni idea de que existió el Imperio. Una información que se complementa con lo que vemos precisamente en ese mundo, cuando sus preocupados padres esperan recibir noticias de su búsqueda, y esos droides de seguridad que están por todas partes les informan de que los críos atravesaron ilegalmente la barrera que oculta su mundo y que no saldrán a buscarlo. Y cuando la madre de Fern pide contactar con la República para que les ayude, los droides se niegan porque toda comunicación con el exterior está prohibida.
Todo esto deja claro que los habitantes de At Attin no tienen ni idea de que esa República de la que formaban parte hace mucho que no existe. Porque, con la información con la que contamos ahora, y sabiendo que se les considera una leyenda, es posible que lleven aislados desde los tiempos de la Alta República o incluso más atrás, que igual desaparecieron del mapa en tiempos del KOTOR. Y entre todo eso, esa “Great Works/Gran Obra” para la República a la que están dedicados todos sus habitantes y de la que aún no sabemos nada (pero cuyo nombre remite a los Great Works de la Alta Republica bajo el mandato de Lina Soh), y ese misterioso Supervisor que está al mando de ese mundo y al que aún no hemos visto, me ha hecho pensar si este mundo no acabará siendo como uno de esos que veíamos en la serie original de Star Trek, en la que algún viejo ordenador ha seguido manteniendo en marcha un proyecto viejísimo siglos después de que sus creadores hayan muerto porque no sabe hacer otra cosa.
Pero, aunque los misterios me tienen enganchado, los personajes me encantan y visualmente esta serie tiene momentos espectaculares, con lo que más estoy disfrutando de esta serie es con cómo John Watts y su equipo han sabido recuperar el espíritu de la Guerra de las Galaxias original, ese sentido de la aventura, la emoción e incluso el drama, sin limitarse a ser un refrito nostálgico vacío de contenido. Algo que está consiguiendo que Skeleton Crew sea, de momento, de lo mejor que ha salido de Star Wars en su nueva etapa bajo el paraguas de Disney, y que, si consiguen mantener el nivel en los cinco episodios restantes, quizás podríamos estar ante una de las mejores entregas de este universo de ficción, al menos en lo que a televisión se refiere. Y encima, para el disgusto de Diógenes, se emite de forma semanal para poder tener tiempo de digerir y teorizar sobre todo lo que nos cuentan. ¿Qué más se puede pedir?
No es solo que el capitán pirata se llame Silvo, sino que el droide SM-33 claramente es una referencia el señor Smee de Peter Pan.
Pero el droide no añora a su madre!
Es que el verdadero valor de Star Wars era el de ser una manera nueva de mostrar historias viejas.
Después de todo nunca fue otra cosa que la intención de Lucas de Versionar Flash Gordon mezclandolo con Kurosawa y el cómic francés.
Y Kurosawa se dedicaba a versionar Western con el maquillaje del Japón feudal. Así que… el ciclo continuo de las historias.
Star Wars es mejor, cuanto menos se dedica a meterse en sus propias mitologías vacuas de Jedis y Fuerza y genealogías que no hacen más que embarullar unas historias que deberían ser prístinas.
El propio Mandaloriano parte de «El lobo solitario y su cachorro», y me interesa mucho más cuando se ciñe a esa premisa, o me saca un episodio que homenajea «El salario del miedo», que cuando se dedica a cerrar tramas heredadas de «Rebels» o «Clone Wars».
«Yo creo que, originariamente, el cerebro de una persona es como un pequeño ático vacío en el que hay que meter el mobiliario que uno prefiera.»
– Sir Arthur Conan Doyle