Capcom no era precisamente grande antes de CPS1 y Final Fight. No era tampoco una desarrolladora indie precisamente, pero entre el montón de desarrolladoras de mediados de los 80, de Capcom solo habían destacado 1942 (1984), Commando (1985) o Ghosts ‘n Goblins (Makaimura, 1985), juegos excepcionales sí, pero ninguno de ellos reinventaba por completo un género. Tampoco habían conseguido hacerse fuertes en el mercado doméstico y, a diferencia de una Konami que creaba «empresas pantalla», cumplían escrupulosamente con todas las exigencias de Nintendo de limitarse a sacar no más de cierto número de juegos Famicom, con lo que tampoco conseguían crecer todo lo que podrían en el mercado doméstico. Y eso por no olvidar las horribles conversiones domésticas que tenían sus juegos en occidente, todas licenciadas a reyes de la chapuza como US Gold…
Y entonces llegó su placa «universal» para recreativas CPS 1, la Capcom Play System; tras años de hacer placas exclusivas para cada juego, Capcom empezó a desarrollar en 1986 una placa sobre el omnipresente procesador Motorola 68000 -que en aquellos años estaba por todas partes menos en la Supernintendo- que permitiría cambiar el juego sin tener que cambiar la placa entera, ahorrándose costes en distribución y mantenimiento tanto para los propietarios de los recreativos como para la propia Capcom. Este sistema, análogo a otros como el de SNK con Neo Geo (que llegaría algo más tarde, en 1990) debutaría en 1988 con Forgotten Worlds -que, como decíamos la semana pasada fue el primer juego del equipo de Okamoto que más tarde realizaría Final Fight y Street Fighter II- Ghouls ‘n Ghosts y Last Duel, todos ellos juegos que no requerían un mueble ni mucho menos sofisticado al no requerir más de los tres botones habituales. Pero claro, Street Fighter II necesitaba seis botones…
Seis botones, ocho direcciones en el joystick y boton de start para cada jugador, eso es lo que pedía Street Fighter II. De entrada, la placa CPS ya requería de una extensión para añadir los botones extra, pero lo gordo de todo esto era que los muebles clónicos de la época no tenían disponían de seis botones, con lo que muchos conocimos Street Fighter II por primera vez con muebles en los que solo teníamos un puño debil, puño fuerte y patada, y así es como la mayoría de los personajes del juego quedaban francamente mermados. La recreativa con el mueble oficial, por supuesto, si que contaba con todos los botones, con lo que cuando el éxito de Street Fighter estalló finalmente, muchos salones recreativos hicieron el esfuerzo de adquirirla para destacar frente a sus rivales que, en el peor de los casos, solo contaban con versiones pirateadas del juego con los susodichos tres botones; así, no solo compraban muebles originales que en tiempos ni se habrían planteado comprar, si no que hasta había tortas con tal de conseguirlos, ¡y es que aquel juego tenía una magia negra que lo hacía imprimir dinero!
Pero más que mística, lo que había era mucha maldad. Yoshiki Okamoto tenía unas cuantas ideas bien claras sobre los recreativos, y una de ellas estaba por encima de todas las demás: había que exprimir al jugador el máximo de monedas posibles. Si el jugador metía monedas el dueño de los recreativos sería feliz y seguiría contando con las máquinas de Capcom, así que había decidido que todos los juegos de la compañía iban a ser para dos o más jugadores y darían la opción de continuar, con lo que a medida que los jugadores se acercaran al final del juego aumentaría su necesidad de meter más y más monedas para poder llegar ambos al final. Aquello era casi un estándar a finales de los ochenta y mejoraba cuantos más jugadores incluías por máquina tal y como habían demostrado los primeros brawlers a cuatro jugadores de Konami -TMNT, 1989- porque en lo que antes habrías tenido un jugador gastando una moneda durante diez minutos, ahora tenias cuatro jugadores gastando cuatro o más en el mismo periodo de tiempo, y encima estaban encantados porque se ayudaban unos a otros. El problema era que claro, si la máquina se volvía demasiado difícil los jugadores se frustraban y acababan no solo dejando de cooperar, si no que directamente la abandonaban por ser imposible y el juego pasaba completamente de moda… Pero decíamos que Okamoto era un ser maquiavélico y tuvo una idea terrible.
Porque así como Takashi Nishiyama al crear Street Fighter se sintió frustrado por no poder meter dos jugadores en modo cooperativo contra la máquina y tuvo que hacer que uno se enfrentara a otro con muy discretos resultados (resarciéndose más tarde con Fatal Fury, sí) Okamoto decidió hacer de aquel «defecto» una virtud y convirtió las peleas entre jugadores en el centro de Street Fighter II. Que sí, que el juego era la mar de disfrutable en el modo de un jugador aunque en algunas dificultades Sagat, Balrog o Vega te hicieran un traje de torero (heh) pero el regalo envenenado del juego era que en cualquier momento podía meter una moneda otro jugador, derrotarte y echarte de la máquina. Así, la frustración del jugador no iría en contra de la dificultad del juego o de la propia Capcom, si no contra el canalla que te acababa de echar de la recreativa, un rival real al que enfrentarte y al que hacerle pagar con su propia medicina… Con solo meter otra moneda para continuar la partida. Un plan maquiavélico, perverso y genial… Que en un principio no funcionó.
Años después, y ya sin Okamoto, Capcom volvió a juguetear con el coop muy puntualmente.
Porque aunque los desarroladores de Capcom se habían empeñado en hacer que el juego fuera mejor en el uno contra uno, la mentalidad de los jugadores japoneses era la de que la partida de cada uno era sagrada, con lo que veían bastante mal eso de que uno asaltara la partida del vecino y lo echara; que está muy bien que entres para echar un cable, pero no para fastidiarle la partida como un abusón de recreativo cualquiera. La desconexión entre la visión del juego como algo competitivo entre el público japonés y los desarrolladores fue algo completamente soprendente para estos últimos, que hasta durante el desarrollo del mismo habían competido entre ellos para diseñar el mejor personaje del juego (aunque Akiman diseñó a Chun Lí el solito y ya de entrada era perfecta, que se le va a hacer) tanto a nivel artístico como jugable. Aquella pelea llena de ideas absurdas había hecho maravillas con la creatividad del equipo, y así era como un juego competitivo nacido de la competitividad se estampó de morros contra un público que no quería competir, un público demasaido respetuoso y civilizado… Aquellos primeras semanas empezaron a provocar que Okamoto y su equipo empezaran a cuestionarse sobre la posibilidad de que se hubieran equivocado, de que tal vez no habían entendido lo que quería el público realmente… Pero entonces el juego llegó a EEUU y pasó lo que tenía que pasar, se encontró con auténtica gentuza que no conocían ni la civilización ni el respeto.
Ojo que los muebles clónicos Aero City de Sega solo permitían 6 botones por jugador, pero haciendo una ñapa permitían seis botones para cada jugador si conectabas dos muebles entre sí.
Porque en EEUU si te pueden echar de tu partida te echan, y les da igual que tengas 7 años y sea la única partida que tus padres te dejan jugar en toda la semana, viene un tipo de 23 y te revienta a patadas con su Dhalsim. Simultaneamente a todo esto, en Japón empezó a aflorar también la «gentuza» y se arrancaron a organizar torneos para buscar ser el mejor de todo el barrio, de la provincia o del país. Fue en aquel momento en el que Street Fighter II realmente estalló y empezó a hacer aflorar el dinero de forma monstruosa, con propietarios de recreativos no sabiendo ya donde meter todas las monedas que se tragaba el juego, con responsables de distribución y marketing estrenando ferrari nuevo, con ejecutivos relamiéndose ante los bonus de aquel año… Pero la vida para los verdaderos creadores del juego no cambió mucho. El ejemplo más claro lo tenemos en Akira «Akiman» Yasuda, el director artístico del juego y creador de la ya mencionada Chun Li y que seguía durmiendo en un armario de la oficina porque eso le daba «paz espiritual». Todos seguían trabajando en más y más juegos como si no hubiera pasado nada, a pesar de que eran conscientes de la bestia que habían creado. Y así, mientras empezaban a oirse rumores sobre una revisión de Street Fighter II y hasta de conversiones domésticas, el equipo original del juego ya estaba preparando nuevas recreativas como The Punisher o Captain Commando sin que su vida cambiara sustancialmente… Pero ya nada podía ser lo mismo, porque era el mundo el que ya había cambiado.
Pues en España no sé si éramos “respetuosos y civilizados” pero de normal nadie se metía en tu partida. Si lo intentaba porque tenia prisa por jugar normalmente le podías echar atrás con un “¿pero que coño haces gilipollas?” , salvo con una honrosa excepción, y esta era, que fuera mayor que tu y te pudiera hostiar.
Luego estaba ese otro jugador que jugaba tu partida desde el principio. Pero era porque ya fuera de los recreativos este jugador (de perfil yonki agitanado) ya amablemente te había pedido “cinco duritos y un cigarro” que traducido era “lo que lleves en el bolsillo y el paquete de tabaco o te encuentran desangrado en el descampado”. Aunque es cierto que el tiempo y la familiaridad al final se convertía en una especia de diezmo semanal de dos monedas y un par de pitillos diarios. Pero a este anterior entrañable jugador tampoco le podíamos tildar de “gentuza”, como no llamaríamos gentuza al león por comer gacelas. El era un depredador al que la naturaleza y la evolución habían conformado así y no podía evitar ser como era y así seguiría hasta que la heroína o la policía interviniesen para hacerle cumplir su natural ciclo vital.
El jugador que si era autentica “gentuza”, era ese mamón taimado y sibilino que se te ponía al lado y te ofrecía consejos que no le habías pedido como si fuera tu entrenador. “Lánzale una honda vital y cuando salte dale el super gancho” y demás perlas sabias mientras tu barajabas la opción de soltar el codo en sus dientes y callar a esa rata para siempre. Pero lo peor era cuando pasabas apuros en la maquina y el autoproclamado maestro te empezaba a pegar chilliditos diciendo “déjamelo que te lo paso!!!” y ahí ya tu atención del juego se perdía porque le estabas contestando “que no, brasas, si pierdo pues pierdo pero tu no juegas mi partida puta rata”, y ya con este dialogo perdías la atención total y la partida… mirabas a la rata que se marchaba a otra maquina a dar consejos a otro que no se lo había pedido… así pasaba los días y las tardes… para ese jugador gentuza odio eterno.
jajajajaja me hiciste reir:
“gentuza”, era ese mamón taimado y sibilino que se te ponía al lado y te ofrecía consejos que no le habías pedido como si fuera tu entrenador.“déjamelo que te lo paso!!!”, jajajajajaja
a pesar de las distancias y las culturas, esa gente existe en todos lados, porque aquí en Méxíco, esa gente como molestaba.
Ah, los del «te lo paso». Que grande era cuando les dejaban pasarlo Y NO LO PASABAN, y luego decían cosas como «te debo una partida» que nunca iban a pagar… Pero en fin, yo hablaba de la fauna que surgió con Street Fighter, que podríamos hablar largo y tendido de esos mirones de recreativa que se conformaban con las migajas y corrían a poner sus iniciales cuando alguno ni se molestaba en meterlas…
Que sí, que te daría igual, pero estaba feo eso de que según te dieras la vuelta viniera otro espabilado a firmar tu obra. Alguna vez hubo sopapos por el tema, por absurdo que fuera. Y eso por no hablar de los que se colaban entre el hueco de dos máquinas a consumir sustancias, que los 80 eran unos años muy jodidos en ciertos temas y todo agujero oscuro servía para estas cosas.
Si es que eran lugares pintorescos sí, pero normal que las asociaciones de vecinos los miraran mal porque echaban a perder a la juventú…
Felicitaciones por el interés antropológico de estos artículos.
Es cierto. El mundo había cambiado y no tardamos en enterarnos.
«Pero entonces el juego llegó a EEUU y pasó lo que tenía que pasar, se encontró con auténtica gentuza que no conocían ni la civilización ni el respeto.»
La diferencia entre los civilizados japoneses frente a los barbaros occidentales. Esa forma de comportarse unos y otros es totalmente cierta y mil veces referida en obras de ficción y ensayos. La competición cainita de los occidentales y su ansia por el restregar su superioridad a otros resumido en un videojuego.
Incluso en el propio juego queda patente eso; porque Ryu celebra su victoria cruzandose de brazos y mirando a un lado, mientras Ken hace la señal de la victoria mirando al jugador con una sonrisa chulesca.
El japonés te hace la ceremonia del te, el occidental abre la botella de cerveza con los dientes. Que se lo pregunten a Logan (Me niego a llamarlo James lo que sea)
Bueno, lo de que son gentuza va más bien en broma, lo cierto es que en aquel momento en Japón se concebía más el juego como algo «contra la máquina» y no contra otros jugadores. Para entendernos, no era raro ver juegos deportivos que te dejaban jugar dos en el mismo equipo y no te permitían enfrentarte a otros jugadores, y yo mismo recuerdo la sensación de «estafa» al ver que si metias la monedita en SF2 y perdías te quedabas sin jugar más. Costó cambiar el chip y con razón, porque la intención recaudatoria estaba bien marcada.
Me acuerdo de esa época levemente. Los juegos de enfrentar a dos jugadores entre si no existían practicamente. Por mentalidad, pero tambien por cuestiones prácticas, era más dificil crear esa competición, que poner a dos jugadores a hacer lo mismo para lo que la máquina habia sido inicialmente diseñada.
Otro ejemplo de la innovacion de STII.
Bueno, pero luego en cuestión empresarial en Japón son tan competitivos como cualquiera, eh XD.
Por otro lado, sobre lo de la dicotomía ayudar/competir en Japón… había leído no hace mucho que en la versión-remake para Japón de «Sesame Street» (Barrio Sésamo o Plaza Sésamo, para entendarnos), había un remake de un historia protagonizada por el monstruito Elmo donde este corría una maratón y el pobre no podía más… Y si en la versión USA original este caía y un compañero le ayudaba a levantarse, en Japón los responsables de la adaptación dijeron que no podían hacer eso por la percepción social local: que tenía que levantarse solito. Lo que resulta irónico, teniendo en cuenta que en USA suelen ser más individualistas (aunque parece encajar con la «preparación para la vida laboral» que parece darse en la escuela nipona, una vida laboral de «mente colmena» en general).
Los japoneses lo que son es ultraseguidores de las convenciones sociales. De la etiqueta, de las formalidades a un nivel obsesivo. Incluso tienen reglas para cuando te quieres salir de las reglas.
Después pueden joderte de mil maneras, pero siempre manteniendo las apariencias y los protocolos y haciendote mil reverencias.
Y en sus relaciones son egoistas, e individualistas dentro de su concepto de «mente colmena»
Es como ese arbitro de sumo que le dió un ataque al corazón en la arena del combate, y subieron los sanitarios que eran chicas a hacerle reanimación para salvarle la vida. Entonces se pusieron los de megafonía a pedir que saliesen las mujeres fuera de la arena porque va contra las reglas. La arena es sagrada y por lo tanto las mujeres no pueden pisarla.
Pues eso, siguen reglas a rajatabla aunque pueda morir gente de la manera más tonta. Eso va por encima de todo.
Y su cortesía va por delante de todo.
Ya digo que la cortesía no duró mucho, que a los pocos meses ya empezaron los torneos y como se ve en series como Hi Score Girl se les metió muy fuerte la cultura de «echar de la máquina» a los demás. Tanto o más que los yanquis, porque lo curioso es que por estos lares yo no veía eso; tu te ponías con tu partida y los demás esperaban pacientemente a que la acabaras, no te intentaban echar metiendo sus cinco duros… ¡A ver si va a resultar que los educados y los corteses somos los de aquí, y nosotros pensándonos el colmo de la sinvergonzonería!
Justo eso de que aquí no se veía eso lo comenta más arriba Justiciero Desmesurado. Curioso. Yo no puedo aportar nada ahí, ni confirmar ni desmentir, porque nunca fui nada «jugón», ni siquiera con las recreativas (el gamer de la familia es mi hermano XD)… De hecho estoy aprendiendo un montón con estos posts.
Una de las cosas que quería hacer con estos posts era, más allá de contar un «cómo se hizo» como en los primeros posts, era reflejar el sentir del fenómeno Street Fighter II, cómo fue la llegada de la recreativa a la calle, cómo reaccionó la competencia al pelotazo de Capcom y, en definitiva, qué supuso la edad dorada de los juegos de lucha que se vivió por aquellos años.
Yo eso de meter la noneda para echarte creo que no lo vi.
Y de echo, tampoco se jugaba nucho a dobles porque efectivsmente suponia la desaparición automatica de una moneda.
Aoarte el que jugaba con el mando de la derecha estaba automaticamente en desventaja.
Yo casi diría que era más bien al revés, porque una vez te acostumbrabas a estar «desorientado» te encontrabas con un stick y unos botones que solían estar mucho menos quemados que los del primer jugador, con lo que ganabas algo más de precisión.
Eso mientras el operador de la máquina no fuera un ñapas y hubiera cambiado el stick del primer jugador por el del segundo para no tener que comprar un recambio, que de todo había.
Eso sí. Pero de primeras estas desorientado. Si luego te acostumbras puede suponer uno ventaja. Pero desde luego de inicio no era un aliciente a competir a dos para el que le tocase ahí.
En realidad ya digo que la cosa no venía de que los japoneses fueran menos competitivos, si no de que hasta aquel momento se había concebido todo como un enfrentamiento «contra la máquina», a pesar de que Karate Champ o el mismo Street Fighter original ya tenían un modo jugador contra jugador. Y lo dicho, en aquellos tiempos jugador contra jugador se veía como un sacacuartos, porque te arriesgabas a que te echaran de la partida de buenas a primeras.
en México también existían aquellos ángeles o demonios que te dejaban la partida avanzada porque tenían que dejar las tortillas o el pan, a veces tocaba que llegaba un mamón y miraba tu puntuación y en que etapa ibas y decidía retarte sin te uno hubiera disfrutado de ese mana que era una partida gratis o te permitía dejar sorprendidos a algunos (ilusos)porque tu le habías dado caña a Vega o a Sagat con E.Honda o Zanguieff para terminar en las manos de M.Bison
Algunos juegos coop cuando habían varios players subían la dificultad por ejemplo aumentando el número de enemigos.
Había mucha marranada en ese aspecto, no olvidemos que los Ghouls’n Ghosts subían la dificultad en función del tiempo en el que el jugador siguiera vivo. Si palmabas, te la volvían a bajar, pero la pesadilla no tardaba en volver…