A estas alturas es de sobras sabido que estoy disfrutando muchísimo con la etapa de Ryan North al frente de los 4 Fantásticos, pese a que al principio me costó un poco conectar con ella. Por ello no me canso de recomendarla en base sobre todo a la que es su mayor virtud, su formato de pequeñas historias autoconclusivas (aunque, como en este caso, formen parte de algo más grande) en la que mes a mes se desgranan diferentes conceptos de la ciencia ficción y la fantasía. Así que, tras avisar de que hay SPOILERS gordísimos sobre el número 32 de la serie y algunos de los anteriores, vamos a ver qué tiene que contarnos North sobre los viajes temporales y las paradojas.

Esta historia enlaza directamente con lo que está sucediendo en “One World Under Doom“ y las consecuencias de la pérdida de poderes de Ben Grimm, de la que ya hablé por aquí hace nada. Una situación que ha provocado que Reed Richards se dedique a tratar de volver a convertir a su amigo en la Cosa, en lugar de volverle humano como solía ser habitual, y para ello han recurrido a unas medidas extremas. Medidas que se justifican porque los poderes de los cuatro ahora están conectados y, si uno de ellos los pierde, los del resto de su familia comienzan a desaparecer también. Así que el plan de Reed consiste en viajar al pasado de diferentes universos paralelos para que Ben se someta a la misma tormenta de Rayos Cósmicos (su equivalente multiversal, más bien) que les dio sus poderes.

Pero, al tratarse de otros universos, estos rayos cósmicos no tienen el más mínimo efecto en Ben, quien, desesperado y sin contar con su familia, altera el rumbo temporal del Fantasticar para viajar a su propio pasado y recibir de nuevo la misma radiación que la primera vez. Pero en esta ocasión Ben la absorbe toda, por completo, provocando que las versiones pasadas de él mismo y sus camaradas regresen a la Tierra intactos y completamente humanos, sin haber recibido ningún poder. Y sin sus poderes jamás serán los 4 Fantásticos y, por lo tanto, entre otras muchas cosas, no podrán viajar al pasado para alterar su propia historia. Una paradoja que provoca que la historia se reescriba por completo, borrándoles de la existencia… A casi todos.

Porque Valeria ha sobrevivido, más o menos, gracias a las peculiares circunstancias de ese reseteo temporal, con su mente ocupando el cuerpo de Mary Richards, la hija pequeña de las nuevas versiones de Reed y Sue en esta realidad. Una realidad de la que Valeria no tarda en darse cuenta de que hay algo que no cuadra, ya que si los 4F no han existido, ¿quién ha estado protegiendo el mundo? Porque las vidas del resto de héroes y villanos han seguido el curso que conocemos, pero ¿quién detuvo a Galactus? ¿Quién impidió una invasión proveniente de la Zona Negativa? Y la respuesta es aterradora. Porque, del mismo modo que Valeria sobrevivió, también lo hizo Franklin, pero materializándose en el pasado, cuando no era más que un feto en el vientre de su madre. Y siendo este feto, al que le faltaba mucho por desarrollarse e incapaz de contener las memorias de un adolescente, este Franklin renacido lo único que conservó de su otro yo fueron sus inmensos poderes que todo el mundo (menos los lectores) creía desaparecidos.

Y con el poder de un dios en sus manos desde antes de nacer, y sin nadie capaz de guiarle adecuadamente, este Franklin se convirtió en el guardián de su mundo, haciendo desaparecer cada amenaza hacia la Tierra, ya fuese desintegrándola como hizo con ese Galactus al que copió su forma, o modelándolas hacia lo que consideraba más adecuado, lo que ha hecho a menudo con sus padres hasta dejarlos prácticamente lobotomizados. Y este “Dios” casi omnipresente y omnipotente es quien impide a Valeria arreglar las cosas y devolver a su universo a la normalidad, ya que es imposible esconderse de él u ocultar sus pensamientos, y de ninguna manera va a permitir que ese universo, que es lo único que conoce, desaparezca.

Sin querer entrar en detalles para no reventar por completo el cómic, ya que se trata de una historia que vale la pena leer, nos encontramos con que Valeria encuentra unos inesperados aliados que le proporcionan la oportunidad de hacer algo desesperado y radical para arreglarlo todo. Aquí North se vuelca en jugar con los tópicos de los viajes en el tiempo y las paradojas temporales, de las enormes ramificaciones que puede tener un cambio en el pasado y de cómo hay cosas o personas que, de alguna forma, se resisten a desaparecer. Elementos que hacen que sintamos que estamos casi ante un episodio de Doctor Who, con unos toques de The Twilight Zone (en concreto el episodio “It’s a Good Life”).

Pero dejando de lado todo ese embrollo temporal, lo realmente interesante de lo que cuenta aquí North es la faceta humana, porque una historia como esta da pie a plantear numerosos dilemas morales. Por un lado, tenemos a ese Franklin que puede “arreglar” lo que haga falta con un pensamiento, convirtiéndose en el ejemplo perfecto de aquello de “el poder absoluto corrompe absolutamente”, ya que, aunque no es estrictamente malvado, sus actos no dejan de ser a menudo los de un niño caprichoso. Pero quien es realmente interesante aquí es Valeria, quien, enfrentada a una situación imposible, recurre a medidas desesperadas para devolver las cosas a su sitio, aunque eso suponga “perder”. Un desenlace que nos muestra a una Valeria fría y pragmática, digna ahijada de su padrino, pero que, al carecer de su ego, no tiene problemas para sacrificarse a sí misma si es necesario, si con ello hace lo correcto.

Y aunque, como ya he dicho a menudo, me encanta esta fórmula que está utilizando Ryan North en la serie, enfrentando a los 4F a amenazas casi inconcebibles y tocando todos los palos de la ciencia ficción más clásica, y además dándonos una serie de la que se puede disfrutar de cada número como algo independiente y no como si fuesen páginas sueltas de un tomo. Pero para mí, cada vez más, donde destaca su trabajo es en la caracterización, en que los personajes, sus sentimientos, sus emociones, son el auténtico centro de todo, el foco principal de las historias, y eso, en estos tiempos en que muchos cómics parecen un blockbuster palomitero o un battle manga, se agradece muchísimo. Así que repito una vez más mi recomendación de acercarse a esta etapa de los 4 Fantásticos con la que estoy disfrutando tanto, mientras espero con muchísimas ganas el próximo número para descubrir hacia dónde nos va a llevar este cómic.
Si algo nos ha enseñado el Doctor es que si sales de aventuras (aunque no sea a través del tiempo) conviene saber correr.
Yo también lo estoy disfrutando mucho, (menos el bigote de Johnny). Qué buena serie.
Yo lo del bigote de Johnny, además de parecerme horrible, sigo sin entender a que viene. Aunque tengo la teoría de que es una coña de North sobre los años que Reed se paso con barba.
Yo creo que es una coña respecto a como casi todos los autores de los 4F siempre lo recogen inmaduro y lo hacen crecer para que en la etapa siguiente Johnny vuelva a ser un niñato. North se ha quejado en alguna entrevista de ésto y creo que es honesto, Johnny es un niñato pero se cree que su bigote le hace parecer maduro.
Puede ser.
Aish… se nos ha muerto Peter David.
Venía a eso. Qué horror.
Descanse en paz.
la verdad este numero salva el anterior y muy agradable Namor y Jean Grey, por que parecia que Dr Doom habia acabado a los 4F para briillar pero lo que habia acabado los 4F quedaba destruido y el Dr Doom los volvia a rescatar aunque si bien Franklin no hubiera podido con el marques de la muerte ni con Hiperstorm ni con Ahab pero en fin buen numero pero una mierda el evento de soy empero doom y soy un niñato