Hoy toca de nuevo decir un triste y temprano (más o menos) adiós a otra serie que me encantaba, Evil. Una cancelación que, aunque en unas circunstancias bastante diferentes a las de The Acolyte, ha dolido tanto como aquella. Y es que esta serie, a la que cuando se estrenó no le presté demasiada atención, tan poca que incluso la abandoné tras su primer episodio y tardé meses en intentar verla de nuevo, acabó convirtiéndose poco a poco en una de mis favoritas por su habilidad para sorprender, su total falta de vergüenza y un gran casting con una química excelente. Por eso quiero rendirle este pequeño homenaje mientras cruzo los dedos para que esto no sea un adiós, sino un hasta luego.
Hay que reconocer que la premisa de la serie se las traía: la conferencia episcopal de Nueva York había reunido un equipo de asesores formado por un futuro sacerdote, un científico y una psicóloga forense para investigar presuntos casos de naturaleza divina o diabólica y descartar los que se debiesen a motivos más terrenales. Así resumido podría parecer un simple procedural más que mezclaba influencias de Expediente X, Supernatural o incluso El Exorcista y La Profecía, con unos investigadores entre los que hay roces por ser algunos creyentes y otros ateos/agnósticos y una amenaza en la sombra… Y sí, la serie era todo eso y mucho más. No era un simple refrito de obras anteriores, sino una serie hecha con mucho cariño y talento que, partiendo de esas bases, se convirtió en algo tremendamente divertido.
Y es que, pese a las apariencias, la premisa y sus primeros episodios, no se puede decir que estuviésemos ante una serie de terror precisamente, sino más bien ante una “dramedia” muy negra con tintes de horror sobrenatural. Porque una vez que el equipo de la serie dio con el tono adecuado y se volcó en esa dirección con todas las consecuencias, algo que por suerte no tardó demasiado en suceder, Evil se transformó y de qué manera. Y sin duda, uno de los mayores aciertos en ese sentido fue el de no tener la más mínima vergüenza y hacer eso a veces tan difícil de reírse de uno mismo y abandonar cualquier tipo de ambigüedades sobre la faceta sobrenatural de la serie.
Porque, pese a que Evil no llegó a ser una parodia, en casi cada episodio había momentos en los que esta se rozaba muy de cerca, en los que sus protagonistas se reían de lo absurdo de algunas de las situaciones en las que se veían envueltos, pese a que también en cada episodio hacían frente a amenazas horribles y a momentos realmente duros. Y esa habilidad para mantener el equilibrio entre ambas facetas de la serie, sin llegar a ser ni una cosa ni la otra, sino una mezcla de lo mejor de la comedia y el horror, le dio a Evil una personalidad propia que al menos a mí me ganó muy rápidamente.
Su otro gran acierto fue abandonar bastante pronto cualquier pretensión de ambigüedad y dejar bien claro que lo sobrenatural era real, tanto de un lado como del otro; que había un infierno y mortales a su servicio del mismo modo que existían servidores de Dios y no precisamente indefensos ante ese mal. Una revelación que acabó siendo otra de las grandes fortalezas de la serie, ya que permitió a sus responsables desmelenarse del todo, ya que todo era posible, por loco que sonase. Los demonios eran personajes recurrentes en Evil, pero como todo en esta serie, eran bastante particulares; en ocasiones resultaban patéticos o ridículos, hastiados de hacer su trabajo, actuando casi como si fuesen empleados descontentos. Nada extraño viendo cómo aquí esas fuerzas del mal actuaban como una diabólica corporación, con reuniones de trabajo, evaluaciones del desempeño laboral e incluso sesiones de terapia. Un aspecto que, al tratarse como un aspecto más del drama y no como una parodia, le daba a la serie un tono muy original.
Además de todo eso la serie contaba con una excelente factura técnica que no tenia nada que envidiar a otras producciones de gran renombre. Una gran puesta en escena, un opening e intros individuales para cada episodio muy originales e imaginativos, un material promocional de primer nivel y un departamento de maquillaje y efectos especiales que mantuvieron un nivel altísimo a lo largo de toda la serie, dando vida a toda clase de amenazas y criaturas que iban de lo terrorífico a lo ridículo pasando por lo grotesco. Un aspecto muy cuidado del que muchos deberían aprender y que le dieron a la serie una atmósfera muy atractiva.
Detalles como este son prueba de lo mucho que cuidaban todo
Y para quienes tengan algunas reticencias, bastante lógicas por otra parte, a la hora de ver una serie en la que los buenos trabajan para la conferencia episcopal, conviene dejar claro que no estamos precisamente ante una serie pro-católica. Durante todas sus temporadas, las críticas muy directas al funcionamiento de la Iglesia fueron constantes: el encubrimiento de casos de pederastia, los abusos de poder, el tratar a las mujeres en la organización como poco menos que personal de servicio, la especulación inmobiliaria o incluso la discriminación de las personas no blancas dentro de su jerarquía. Una posición bastante firme y sorprendente que no me esperaba encontrar en una serie así.
Pero el mayor punto fuerte de la serie fue sin duda su reparto, que, combinando actores del mundo del drama, la comedia y el teatro, formaron un equipo tan atípico como el de los personajes que interpretaban, y con una química entre ellos tan buena que simplemente por verles interactuar ya valía la pena ver la serie. Katja Herbers, una actriz de los Países Bajos que ha hecho muchos dramas, era la doctora Kristen Bouchard, una psicóloga (carrera que la actriz llegó a estudiar en la vida real, aunque no la acabó) agnóstica pero criada en el catolicismo, dispuesta a hacer lo que fuese para proteger a sus cuatro hijas y que trataba de encontrar explicaciones clínicas a los casos que investigaban. Aasif Mandvi, un actor de Broadway y humorista en The Daily Show, era Ben Shakir, un científico que casi parecía de cómic porque lo mismo sabía de física teórica que de química, electrónica, medicina, etc. Ateo, aunque criado como musulmán, era el más escéptico del grupo e incluso en los casos más extremos trataba de encontrar una explicación racional a todo.
Completaba este equipo Mike Colter, a quien muchos por aquí recordarán por ser Luke Cage en el MCU televisivo y que aquí me ha demostrado que es bastante mejor actor de lo que le dejaron ser allí. Su personaje era David Acosta, un antiguo reportero de guerra que, tras una tragedia personal, abrazó la fe católica y decidió convertirse en sacerdote, y pese a que sus fuertes creencias chocaban con sus compañeros, la relación entre los tres era tan sincera y familiar que sus diferencias rara vez desembocaban en algo grave. Y aunque técnicamente no es una de las protagonistas, ya que no fue introducida hasta la segunda temporada y solo fue personaje fijo en las dos últimas, Andrea Martin, en su papel de Hermana Andrea, actriz de cine, teatro y musicales, se ganó a pulso ser considerada como tal. Una monja excéntrica, sin pelos en la lengua y muy decidida, que poseía la habilidad no solo de ver tanto a los demonios invisibles al ojo humano como a los que se disfrazaban para pasearse por la Tierra, sino que era capaz de luchar contra ellos, algo que la convirtió en la mentora del padre Acosta y una de las principales aliadas del grupo de asesores.
Y el último en discordia, y otro de los grandes pilares de la serie, era uno de mis actores favoritos, Michael Emerson. Un actor al que, como muchos, descubrí en Lost, me reencontré con él en Person of Interest, y se ha convertido en uno de esos actores que me impulsan a ver cualquier cosa en la que salga, como me sucedió en su momento con Evil. Su papel aquí es el del diabólico Doctor Leland Townsend, un personaje miserable, rastrero y malvado sin paliativos que ha consagrado su vida al infierno y se encuentra de una forma u otra detrás de muchos de los casos que investigan los asesores. En este papel, Emerson ha podido dar rienda suelta a todo su rango actoral, siendo un sutil manipulador, un desquiciado megalómano y un arrastrado y patético ser dispuesto a todo por tener poder. Un villano genial, tan deliciosamente malvado al que daba gusto ver fracasar una y otra vez y reinventarse de formas cada vez más delirantes y casi paródicas.
Durante cuatro temporadas (que se me hacían muy cortas), Evil fue una de mis series favoritas, una cuyo regreso siempre esperaba con ganas por esa combinación de drama y humor negro, villanos desquiciados, tramas disparatadas y unos personajes tremendamente humanos que no dejaban de evolucionar. Pero todo lo bueno se acaba, y la CBS decidió que su cuarta temporada sería la última, una decisión que, por suerte, se tomó con tiempo y los creadores de la serie, Robert y Michelle King, junto con su equipo, fueron capaces de darle a la serie un final digno sin dejarnos colgados con ningún cliffhanger, como suele suceder en otros casos. Un final que, pese a que cerró todas las tramas importantes y dejó a sus protagonistas en nuevos caminos, no se siente como un final definitivo, sino más bien como un hasta luego, ya que han quedado suficientes elementos a desarrollar en la historia que podrían permitirles retomar la serie en un futuro, ya sea con nuevas temporadas o películas.
Y aunque de momento no hay nada de eso sobre la mesa, más que deseos de quienes, como yo, queremos seguir disfrutando de las aventuras de este peculiar grupo de personajes, tal y como funciona la televisión hoy en día, ya no podemos descartar nada. En tiempos recientes, hemos asistido a continuaciones de series como Salvados por la campana o That ’70s Show décadas después de sus respectivos finales, y el año que viene podremos ver la continuación del Daredevil del MCU tras haber sido su serie de Netflix cancelada hace seis años. Así que, aunque haga falta rezarle a Dios y al Diablo, yo espero que Evil regrese de alguna forma en el futuro, y mientras tanto, animo a quienes no la hayan visto aún que le den una oportunidad porque es una serie que vale mucho la pena.
Empecé a ver Evil este año, porque leí por ahí un par de reseñas que la colocaban como algo muy destacable.
Luego de ver el primer episodio, no vi nada especial y lo dejé. Volví a retomar y se convirtió en la serie que tenía de fondo mientras hacía algo más.
Después, conforme avanzaba la primera temporada, ya era una especie de placer culpable.
Al finalizar la primera tanda de episodios, de verdad conecté con el concepto y los personajes y genuinamente estoy esperando ver el siguiente episodio.
Me parece genial la manera en que abordan los conceptos, desde la crítica a la iglesia, pasando por el enfoque sobrenatural malvado que al final saben trasladar en los actos terribles que comete el ser humano.
El trío protagonista funciona muy bien e incluso resulta interesante como no son tipos perfectos, llegando a tener actos cuestionables pero enmarcados en su propósito de hacer el bien o cuidar a quienes más quieren.
Es una lástima que cancelaran la serie pero creo que es buen momento para recomendarla y que más personas la conozcan y se enamoren de este particular concepto.
Pues no la conocía y me has convencido, cuando acabe Doom Patrol me pongo con ella.
Ninguna cadena americana tendría narices de hacer una serie de un personaje rollo Dr Thirteen de DC, un escéptico acérrimo que acreditara lo irreal de lo sobrenatural.
Personalmente ya me han hecho ver suficientes pelis de los Warren y sus patrañas. Así que paso, gracias.
El Mentalista va de ese palo cuando los casos son sobrenaturales, pero la que mejor ha tratado ese tema es Scooby Doo. 😉
😂😂😂 …Pues sí.😅
También han cancelado Dead Boy Detectives, mi gozo en un pozo.
Tenéis un troll matemático por aquí amantes de las restas. 😉
Pues una pena.