Los irreductibles galos de Alderaan: Vacaciones en una galaxia de muy lejos (III)

Ganar una guerra consiste en dos cosas: la parte de aplastar enemigos, verlos destrozados y oir el lamento de sus mujeres, vamos, lo normal, y luego una parte más complicada, que consiste en que las cosas se queden como tu quieres el tiempo suficiente como para que no vuelvan a estar como estaban antes de la guerra. Esa segunda parte suele ser peliaguda porque claro, normalmente tú conquistas algo y luego te vas a conquistar otra cosa, ¿quién carajo tiene tiempo para quedarse mirando? Alderaan y todos sus sistemas habían sido invadidos y conquistados, fin. Tenían que aceptar la rendición incondicional, ¡puñeta!

«¡Pero señora, que está todo conquistado! ¿Qué se cree, que esto es la guerra de la independencia?»

Pues va a ser que no.
-No lo entiendo, ¿por qué no se rinden?
-Ya lo habéis oido Mi Señor, afirman que estamos perdiendo la guerra.
-¿Yo? ¿Perder? ¿Pero qué se han fumado?
-Dicen que si no se rinden, la guerra no ha terminado. Que la llama de la libertad no se extinguirá jamás, y que la…
Uno tiene que entender la filosofía alderaaniana, basada en la retórica y la discusión permanente; para los alderaanianos, desde el momento en el que la realidad es solo un conjunto de percepciones y conclusiones del estudio, nunca manejan verdades absolutas como «esa camisa no combina con esa chaqueta», «comer un bocadillo con tenedor y cuchillo es una horterada» o «déjalo ya antes de que te hagas daño, imbécil». Con todos los líderes alderaanianos ejecutados y un gobernador puesto para controlar el sistema y hasta la representación senatorial del sistema completamente disuelta, los alderaanianos seguían diciendo que no, que no se rendían. El Emperador se preguntó si no estaría haciendo algo mal; él sabía de sobra que nadie le tomaba en serio, ¡pero lo menos que se esperaba era que cuando matara a todos dejara de haber gente que no lo tomara en serio por una mera cuestión estadística! Y aun así, pues oye, que no se rendían.
-Yo no entiendo esto, ¿de dónde salen? ¡Tengo sistemas que invadir, cosas que hacer, y salen de todas partes!
-Alteza, tenéis que entender que el universo es muy grande y los planetas son muy grandes y…
-¡Pues cárgate los planetas! ¡A la mierda Alderaan entero y santas pascuas!
-Eso sería una barbaridad, estamos hablando de tirar todos los recursos del planeta a la basura, no tiene sentido conquistar un planeta sí…
-¡Si no me lo puedo quedar yo no es para nadie! ¡Punto!

Y lo bien que nos vendría una de estas…

Y así es como nació el proyecto «me cago dentro», coordinado por Wilhuff Tarkin y un tal Orson Krennec o algo así (otro medianía del que nadie se quedaba bien con el nombre) para evitar que ocurriera otra vez lo de Alderaan. Porque, en efecto, la conclusión final de la debacle de Alderaan fue la salida humillante de las tropas imperiales del sistema, dejándolo en manos de los pesadísimos alderaanianos que, como las ratas topo que eran, salieron de sus agujeros a menear banderas y a decir que volvían a ser libres, los muy vándalos, y de paso dejando un agujero intolerable en las autopistas galácticas:

Se ponga como se ponga la alderaaniana, su independencia queda fatal. Pero fatal, fatal, es antiestética y tiene un fenshui de mierda.

-A ver si me aclaro un poco… Si yo quiero ir de Kantel a Korfo, tengo que bajar por Fedale, Glithnos, Demophon, Aldraig, Skako, Brentaal, Ganthel, Tepasi y por fin llegar a Korfo en vez de ir desde Kantel directamente a Korfo pasando solo por Alderaan y Cirius.
-Exactamente.
-Y todo porque no hemos ganado la guerra que ganamos.
-Efectivamente. Por eso el proyecto Estrella de la Muerte es tan importante, para mantener unas comunicaciones directas y seguras.
Y ya no volvieron a hablar del asunto. Al fin y al cabo M’Rabo el desvío alderaaniano no le molestaba en lo más mínimo porque apenas salía de su trono, al fin y al cabo allí no dejaba de tener todas las pringles con chocolate que podía imaginarse con lo que, ¿para qué iba a molestarse en ir a otro planeta? Por no hablar de lo obvio, que ya nadie le tomaba en serio ahí fuera. En Coruscant todavía había mucha gente que tenía unos cuantos crímenes contra la humanidad pendientes y le convenía que esto del Imperio no se viniera abajo por la cuenta que les traía, por lo que no tenían otro remedio que hacer funcionar aquel desastre. Y así fueron pasando los días, las semanas, meses y… Años.

Y los 60 kilos que se ganó M’Rabo zampándose pringles con chocolate. Que por cierto, sí, esta foto es real y alguien realmente comete este crimen contra la decencia.

Cinco años después el Imperio Galáctico no estaba precisamente en su mejor momento, pero era verdad que había crecido un poco. No os voy a aburrir con la guerra de avasallamiento del Imperio sobre el Príncipe Xizor y su sindicado del crimen del Sol Negro (basta decir que las mafias necesitan mercado, y si lo consiguen «dejándose avasallar» pues tanto da, porque ellos van a seguir sin pagar impuestos), con lo que M’Rabo seguía celebrando encantado sus victorias sobre «el enemigo», aunque nunca se quedara con el nombre de absolutamente ninguna de las razas alienígenas que conquistara. Que conquistó algunas vaya, aunque todas fueran especies vegetales con la inteligencia de un alcornoque, a los que M’Rabo llamaba «cochinos cotati». En resumen, el Imperio libraba su guerra con extraordinaria placidez, y M’Rabo se maravillaba al ver que como habían conseguido cruzar de lado a lado la galaxia entera.
-Una distribución de fuerzas más compacta sería aconsejable.

Pues eso, que el Imperio Mhulargo (en rojo) es mu largo, ¿qué te esperabas?

-Qué sabrás tú, que acabas de salir de la academia -M’Rabo golpeó con fuerza el holograma y casi se cae al suelo, con lo que el Almirante tuvo que sujetarlo y los ojos de ambos se encontraron. Yo… -repuso el Emperador- Eh… ¿Qué estábamos diciendo?
-Mi Señor, en el caso de que nuestras fuerzas del sur fueran atacadas costaría mucho reforzarlas desde el norte y viceversa. Por no hablar de que un ataque directo a Coruscant…
-Ya, ya… Bueno, ¿y qué me sugieres?
-Hay espacio de sobra para crecer y fortalecernos sin mantener las confrontaciones constantes. Un estado de guerra permanente permite un suministro de tropas continuado, pero no merece la pena el desgaste cuando somos conscientes de la existencia de una amenaza mayor.
-Diógenes.
-¿Quién?
-La amenaza mayor, tiene que ser Diógenes, ¿no?
-¿Quién es Diógenes?
-La amenaza.
-Euh -el joven almirante titubeó- Lo importante es que dediquemos unos cinco años a consolidarnos y tender puentes con otras facciones, la situación sería crítica si nos declararan la guerra todos a la vez.
-¡Que vengan! ¡Que los reviento!
-Alteza, recuerde a Diógenes.
-¿Ves cómo era Diógenes?
-Si queréis llamar Diógenes a la amenaza, se llamará Diógenes, ¿quién soy yo para oponerme? -sonrió el almirante.
Una vez aquel almirante tan bien plantado y sus ojazos rojos hubieron abandonado al salón del trono imperial, M’Rabo se inclinó a su derecha y le preguntó a su estimado visir Mas Amedda:
-¿Cómo se llamaba el chaval este azul, el que se acaba de ir?
-¿El Almirante? -consulto su ordenador- Thrawn, mi señor.

-¿Y por qué tengo tantas ganas de mirarle el trasero? -preguntó el Emperador- ¿Hay algo en su especie que haga que la gente le mire el trasero?

 

 

 

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Julian Ross
Julian Ross
2 años han pasado desde que se escribió esto

Que asssssco las Pringles con alquitrán, quitas esa foto!

Diógenes Pantarújez
Admin
2 años han pasado desde que se escribió esto
Responde a  Julian Ross

De lo que se come se cría!

Vizh
Vizh
2 años han pasado desde que se escribió esto

¿Y ese giro de la trama hacia el BL? Tu quoque, Diógenes?

Diógenes Pantarújez
Admin
2 años han pasado desde que se escribió esto
Responde a  Vizh

Creo que en esto también se aplica lo de que «de lo que se come se cría». Bueno no, más bien lo que se come te abre a un mundo nuevo de posibilidades y conocimiento personal.
O algo.

Stravinkay Modelarus
Stravinkay Modelarus
2 años han pasado desde que se escribió esto

Almirante “Mula” Thrawn.

Diógenes Pantarújez
Admin
2 años han pasado desde que se escribió esto

Almirante «que ese culito no pase hambre» Thrawn.