Kitty Pryde y Emma Frost: Kitty, Kate y los Merodeadores

Yo por mucho que se esfuerce Gerry Duggan seguiré diciendo Kitty, no Kate. Porque si hace cosa diez meses repasaba el primer cómic de la pésimamente titulada Marauders y no reconocía a esta Kitty, doce números después la cosa es hasta peor todavía. Para muestra, un botón:

Sí, yo también echo en falta un Lockheed más narizón.

No, no es un sueño ni una historia imaginaria, ésa es Kitty (Kate) Pryde y sí, cual personaje psicópata de Robert Mitchum se ha tatuado los nudillos dejando clara su intención de asesinar a Sebastian Shaw, el Rey Negro del Club Fuego Infernal. Sé lo que estás pensando: hay veces que leer cómics es como levantarse un domingo por la mañana con resaca sin recordar absolutamente nada de lo que pasó anoche; ¿qué cuernos ha hecho Gerry Duggan con Kitty? Si tú -que seguramente no has estado siguiendo la serie- te sientes así se podría pensar que es normal, pero lo que es más preocupante es que yo también me sienta así a pesar de haberme leído todos estos números, en parte porque tenía la estúpida esperanza de que volviera el Gerry Duggan de Masacre y en parte porque le tienes cariño a los personajes y a la gente que quieres pues tiendes a querer cogerles de la mano en el hospital aunque sean personajes de ficción. Y joder, Kitty es mucha Kitty.

“-Y un cuerno, señora.”

Pero creo que para entender esta escena tenemos que recorrer el pasado de la relación entre ambas; creadas en 1980 por Chris Claremont y John Byrne en el mismo cómic, Emma ejerció de villana y hombre del saco para una jovencísima Kitty que se uniría a la Patrulla X a la tempranísima edad de 13. A través de sus ojos fuimos capaces de ver el desarrollo del grupo (y el suyo personal, ¿o te pensabas que lo de sus cambios de uniforme solo eran un gag recurrente?) a lo largo de buena parte de la década de los 80, con lo que gran parte de los lectores y autores actuales crecieron con Kitty y consideran que el personaje es (ugh) “parte de si mismos”, y por eso se empeñan en escribirlo a pesar de no entender rasgos tan básicos de su personalidad como que detesta a Emma Frost (la raptó y torturó varias veces de niña, y hasta poseyó el cuerpo de su figura materna dentro de la Patrulla, Tormenta) y que buena parte de su desarrollo a lo largo de los 80 la llevó a descubrir que también le gustan las chicas, pero como eran los 80 los armarios eran de adamantium pues no te dejaban salir de forma explícita si eras un personaje mínimamente importante.

Lo dicho, Mekanix es algo muy grande.

Todo esto se iría al cuerno cuando en los 90, aun siendo ella una menor, Warren Ellis la hizo enrollarse con un John Constantine de tercera más cerca de los cuarenta que de los treinta, desdibujando a un personaje al que Scott Lobdell consideraba tan importante como para centrar el número en el que mató a su mejor amiga en Júbilo y no en la propia Kitty. Para cuando empezó el nuevo siglo Kitty era un personaje totalmente olvidado y desahuciado en mitad de la revolución morrisoniana, recuperado solo por el propio Claremont para la más que recomendable y criminalmente desapercibida Mekanix. Poco después Joss Whedon se haría con el personaje tratando de ser más papista que el papa -a pesar de que Claremont estaba guionizando en aquel momento Uncanny, manda huevos- para conseguir que Kitty acabara reconciliándose con Emma Frost, que Grant Morrison había redimido de una forma tremendamente surrealista (en serio, repasad su etapa, Emma Frost sigue siendo gentuza y Morrison es bien consciente de ello). Y bueno, siendo Joss Whedon como es, mató a Kitty encerrándola en una bala gigante, ¡muérete de envidia, James Bond!

Y esto, camaradas, es la nostalgia mal entendida.

Después de esto Kitty resucitaría y hasta algún que otro fan del personaje con tan poco entendimiento del mismo como el propio Joss Whedon llegaría hasta estar a punto de casarla con Coloso -porque no les entra en la cabeza que aquello solo fue un enamoriscamiento adolescente, que ella estaba salida por la edad y él también porque acababa de salir del huevo y no paraba de dejarse hijos por todos lados- y demás barbaridades. Sin embargo, hay un episodio en la etapa de Matt Fraction en Uncanny X-Men que me parece la mar de interesante; a pesar de lo complicado de leer de estos cómics gracias al horrendo combo de Whilce Portaccio y Greg Land, uno puede ver el claro intento de Fraction de desarrollar la relación entre Frost y Pryde contándonos como la primera secuestra a Sebastian Shaw para matarlo y Kitty trata de detenerla. Tras llevárselo en secreto a una fortaleza de Fantomex en China para “debatirlo”, la cosa acaba con Emma Frost abandonándolo en mitad del desierto de Gobi para que se “rehaga a si mismo”. Y bueno, supuestamente el que Kitty estuviera por allí hizo que no lo matara, redimiendo a Emma Frost en lo que sería el último número de Fraction en la serie.

Si el problema no está en que Greg Land copie, el problema está en que copia mal. Esta pose de modelo de Emma se carga todo el dramatismo de la escena.

Pasando por alto etapas posteriores en las que la relación de Emma Frost y Kitty no tuvo mucho más recorrido -sobre todo porque la primera era una terrorista a las órdenes de Cíclope y la segunda estaba donde debe estar, con Lobezno y hasta de jefa de la escuela- llegamos por fin a Marauders, serie en la que Gerry Duggan pone a ambas en una relación de profesora y alumna que no cuadra ni en lo más mínimo, ni siquiera en el contexto de enajenación mental global que se vive dentro de las hickmanadas mutantes. Nos han presentado una Kitty que, al ser incapaz de entrar en Krakoa y usar su red de teleportadores a lo largo y ancho del planeta, decide aceptar la invitación de Emma Frost a capitanear un barco cuya misión será la de salvar a los mutantes oprimidos por todos los estados que aun no reconocen la legitimidad de Krakoa e impiden que sus ciudadanos mutantes emigren a la tierra prometida. Durante todo este año hemos visto como el gobierno ruso trata a los mutantes fatal -pero fatal fatal, ríete tu del Factor X de Michelinie y Layton- y cómo todos los suplantadores del Club Fuego Infernal tratan de cargarse todas las versiones del club de las narices mientras Kitty es proclamada Reina Roja de la “Hellfire Trading Company”. Sí, se están refiriendo a la Compañía de las Indias Orientales, pero ya en el primer número dicen que “si aquella era una compañía de esclavistas, nosotros vamos a ser liberadores”, igual que se llaman Merodeadores en vez de Liberadores o algo más normal. No sé que será lo siguiente, ¿un grupo de brujas que se haga llamar La Santa Inquisición? Pero hablábamos de Kitty…

Aquí Duggan reconociendo el pasado pero claro “oh, hemos cambiado”. Y lo de Logan bebiendo whisky en vez de cerveza o Kurt llamando Katya a Kitty en vez de Katzchen también es que han cambiado, ¿verdad?

La cuestión es que supuestamente la Hellfire Trading Company la llevan entre el Rey Negro (Sebastian Shaw) la Reina Blanca (Emma Frost) y la Reina Roja (Kitty Pryde), habiendo sido esta última nombrada como tal por Emma Frost sin consultarle nada a Shaw, que anda la mar de cabreado y decide cargarse a Kitty demostrando una vez más lo buenísima idea que es resucitar a todos los mutantes por hijoputas que sean y meterlos todos en la misma isla. Hacia el número ocho de la serie, oh traición, Shaw se carga a Kitty y todo el mundo se cabrea muchísimo porque claro, Kitty es incapaz de entrar en Krakoa y presumiblemente es incapaz de resucitar como el resto de los mutantes, pero en menos de tres meses nuestro desconsuelo desapareció porque, en efecto, sí que había una forma de resucitarla y Kitty vuelve más cabreada que una mona y tatuándose el susodicho “matar a Shaw” en los nudillos. Que digo yo que no se como anda en Krakoa a nivel de legalidad lo de que mutante mate mutante, pero me parece un tanto curioso que diez años después sea Kitty la que se tatúe que va a matar a Shaw cuando en su día fue ella precisamente la que vitó que Emma hiciera lo propio. Yo que sé, solo estoy intentando entender qué se le ha pasado a Gerry Duggan por la cabeza y explicároslo a vosotros.

Aquí Duggan otra vez pidiendo disculpas, para Kitty Kurt, Ororo, Logan y Peter son su familia, y exceptuando a Ororo, estos apenas han asomado por la serie.

Por mucho que guionistas y editores recojan los pedazos de la historia de los personajes que les apetezcan y descarten lo que no quieren, nosotros como lectores no podemos permitirnos ese lujo. Porque hemos leído lo que hemos podido leer, por lo que si lo poco o mucho que hayamos leído se contradice constantemente, los personajes dejan de ser verosímiles y la historia pierde credibilidad, esto es, interés. Por eso en mi cabeza existen dos continuidades, dos Kittys, la de Claremont y la de los demás. Una de mayor será la presidenta de los EEUU y conseguirá que la humanidad acepte a los mutantes como humanos, y la otra es una reina pirata con ansias de vengarse que cualquier día se nos enrolla con Emma Frost. Y sí, en el último número de Marauders Kitty ha besado a una chica -¡HA BESADO A UNA CHICA!- porque bueno, supongo que sacar a la gente del armario gritando ¡SOY GAAAAAAAAY! como hacía Scott Lobdell ya está un poco pasado. Sigh, como echo de menos a Kitty Pryde, pero más todavía a Ororo…

No, no puedes volver a casa.
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