Hay películas… Y películas. La dictadura y los años del destape inundaron los cines españoles de películas repletas de sexualidad mal entendida y violencia salida de madre, tras años de hacer comedias al gusto del régimen los cineastas experimentaban con temas que hasta entonces habían sido tabú, pero a la vez trataban de buscar los límites de esa nueva libertad tratando de ser lo más violentos que podían, lo más sexualmente explícitos que les pudieran dejar, lo más antisistema posible. Fueron años de experimentación que a lo largo de los años 80 irían terminando, con lo que para la llegada de los 90 y el dinero de las primeras televisiones privadas empezó a invertirse en cine, lo que empezamos a ver en las carteleras era algo totalmente distinto que ya empezaba a dejar de lado a «aquellos años de la caspa». O no.
Eso sí, el cartel de la película era indigno y una chapuza, ¡esta película se merecía una ilustración de Drew Struzan!
Porque a mediados de los 90 surgiría una figura en uno de esos canales privados que acabaría entrando en el lenguaje popular como un elefante en una cacharrería. Chiquito de la Calzada era un antiguo cantaor flamenco ya entrado en años que había dejado las palmas y el cante en favor de los chistes, cuanto más malos mejor. Su popularidad acabó disparándose, y su habilidad para recontar chistes espantosos y hacer que tuvieran gracia era totalmente increíble. Había algo en su manejo del gesto y la entonación que sin duda venía de sus años de experiencia profesional, pero Gregorio Esteban Sánchez Fernandez compensaba todo aquello con un talento indescriptible. Su humor se tornó universal, y aunque había perros verdes que no lo llegaron a entender, Chiquito de la Calzada fue un éxito rotundo y pasó a ser uno de los grandes. Estando como estaba en la cresta de la ola, el canal de televisión que lo explotaba comercialmente -Antena 3- decidió producir una película para que él la protagonizara. Y lo cierto es que todo tenía pinta de acabar en un esperpento mayúsculo, en un filme basurero lleno de melodrama y cuatro actuaciones del artista mientras la vedette de turno se le arrimaba sensualmente.
Para una generación entera fue el verdadero presidente del gobierno y jefe de estado de España.
Para dirigir, producir y escribir el guión de la cinta se contaba con Álvaro Sáenz de Heredia, sobrino de José Luis Sáenz de Heredia, el cineasta favorito de la dictadura y director de «Franco, ese hombre», «Historias de la Radio» o «Raza», la película cuyo guión firmaba el mismísimo dictador. Lo cierto es que José Luis, lejos de sus filiaciones políticas, era un cineasta bastante capaz y de mucho oficio que se había iniciado en el negocio de la mano del mismísimo Luis Buñúel, con lo que a poco que Álvaro Sáenz de Heredia se hubiera pegado a su tío debía haber aprendido bastante. Sin embargo, su filmografía estaba llena de comedias de segunda fila, habiendo llegado a dirigir las lamentables películas del duo Martes y 13. Nada parecía presagiar nada bueno para el proyecto, pero de repente apareció Almería.
Bigote Arrocet hace lo que puede, pero lo cierto es que el genio de Don Gregorio le roba todos los planos.
Marco incomparable en el que se filmaron los grandes spaghetti western de Sergio Leone, Almería pareció inspirar Sáenz de Heredia como nunca en su vida y lo llevaron a escribir un western clásico en el que el personaje del Conde Mor se veía envuelto en todos los tópicos del género sin pretenderlo. El talento de Don Gregorio Sánchez es desplegado aquí en todo su esplendor, llenando los diálogos de la película de frases absurdas mientras su criado Lucas -Bigote Arrocet- trata inútilmente de estar a la altura del gigante que interpreta a su amo. «Aquí llega Condemor, el Pecador de la Pradera» no es una película, es una experiencia. O la amas o la odias, no hay término medio con ella. Y sin embargo la película no deja de ser un homenaje al western en una época en la que el género estaba de capa caida, consiguiendo romper la taquilla cono nadie consiguió hasta la llegada del Torrente de Santiago Segura (sin tener en cuenta la inflación, claro está).
Bracula, una película devorada por la caspa y que para colmo su cartel era aún peor.
El éxito inconmensurable de Chiquito garantizaría una segunda parte, la cual esta vez se centraría en el género de terror clásico al más puro estilo Hammer con «Brácula: Condemor II» una cinta muy inferior en la que lo único salvable es la actuación de Don Gregorio; la inspiración que le daba Almería a Sáenz de Heredia ya no estaba allí, los planos que los grandes habían grabado en la memoria del subconsciente colectivo ya no eran tan poderosos en el trasfondo de terror gótico que planteaba la historia de vampiros. No habría tercera parte que cerrara la trilogía y Don Gregorio pasaría sólo a interpretar pequeños papeles secundarios hasta su jubilación, mientras José Luis Sáenz de Heredia volvería a experimentar el éxito en la TVE del aznarismo con «Ana y los Siete». «Aquí llega Condemor» acabaría siendo la obra maestra de ambos, una de esas casualidades fílmicas que se dan en la historia del cine en la que unos profesionales consiguen que de repente todo funcione bien, y creo que es una película a reivindicar por haber conseguido sobreponerse a su propia caspa y ser algo más que el vehículo de explotación de Chiquito de la Calzada que se le presuponía.
¡Es el cherif!
«Don Gregorio pasaría sólo a interpretar pequeños papeles secundarios hasta su jubilación».
¡Pero bueno! ¿Y esa obra maestra llamada Papá Piquillo? ¡Hay que tener más respeto por los clásicos!
«Papa Piquillo: Artista, Gitano y Pillo» es un melodrama sensiblero en el que Don Gregorio pasa a un segundo plano en favor de unos críos, y para colmo es una produccion bastante lamentable. Luego están cameos como el de El Oro de Moscú, en el que El Más Grande interpreta a un anciano senil que se mea en la terraza o su papel de Spanish Movie, con ese duelo de titanes de la escena con Leslie Nielsen.
Pero vamos, que lo dicho, en Papa Piquillo te vendían como protagonista a Don Gregorio y los niños de los cojones y su dramón se comían toda la película.
«¿Cómo te titulas?»
Y luego todos citando a Groucho cuando el genio lo tenemos a la puerta de casa…