Vaya por delante que esta película ya se estrenó en el Zinemaldi de Donostia, pero no se exhibirá en los cines de España hasta marzo. Algo que no acabo de entender, teniendo en cuenta que la película ya se puede comprar en Bluray desde la semana pasada y hasta con descuento, con lo que te acaba saliendo mejor quedarte en casa que verla en el cine. Pero no vayamos a querer entender los inescrutrables caminos de las distribuidoras cinematográficas, que están más allá del bien y del mal…
«¡He adelgazado un huevo, dadme un oscar!»
La película que esta haciéndole ganar montones de premios a Matthew McConaughey y obligarnos a escribir su retorcidísimo apellido -que mira que es complicado- cuenta una historia basada en la vida real de Ron Woodroof, un cowboy de rodeo aficionado que sufre un accidente laboral que lo lleva al hospital, donde descubren que tiene SIDA. Siendo como es 1985 y estando la enfermedad casi recién descubierta, los médicos lo tratan con mascarilla y todo tipo de precauciones porque no tienen ni la menor idea de cómo se transmite la enfermedad. Ron reacciona a la noticia con total incredulidad, el SIDA en aquel momento es una enfermedad de «yonquis y maricones», con lo que da por supuesto que están poniendo su hombría en tela de juicio y los manda al cuerno. Sin embargo, poco a poco se va dando cuenta de que realmente está enfermo, empieza a investigar la enfermedad y la tema central de la película empieza a desplegarse en todo su esplendor… Porque claro, si te dan un mes de vida y crees que vas a morir, tienes la opción de «poner tus asuntos en orden» o la de patalear y agarrarte a lo que sea antes de dejar que te metan en un cajón de pino. Ron decide tomar la segunda opción y empieza a informarse sobre todos los tratamientos disponibles para la enfermedad, reclamando al hospital que lo medique. Sin embargo, casi ninguno de los tratamientos ha sido aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos -la agencia del gobierno de EEUU que regula los medicamentos- y el único que está disponible es el AZT, el cual está en un programa de pruebas al que no le dejan acceder. Ron empezará a conseguir AZT a través de un celador que se lo irá pasando, pero empezará a notar que el medicamento le esta haciendo más mal que bien y tendrá que buscar un tratamiento alternativo.
«Ay si pudiera curar a la gente en vez de medicarles con la mierda que me obliga a darles mi jefe…»
Mientras tanto, nuestro protagonista irá viendo como sus amigos lo dejan de lado por su enfermedad y como todo el mundo le da la espalda, con lo que tras conocer a un médico en México que le da un tratamiento que sin llegar a curarle le permite mejorar su calidad de vida, decide pasar de contrabando su nueva medicación y empezar a venderla a todo el mundo, con la intención de forrarse y, de paso, ayudar a toda la gente a la que el SIDA y el AZT está matando en su país. Cómo la venta de medicamentos ilegal está totalmente prohíbida, Ron y su socio Rayon -un transexual interpretado por Jared Leto- crean el «Dallas Buyers Club», el cual te da todos los medicamentos que necesites a cambio de una suscripción. El programa es todo un éxito y la Administración de Alimentos y Medicamentos empieza a ponerse nerviosa…
Rayon y Ron, la extraña pareja protagonista.
Dallas Buyers Club es una película que empieza contándote lo que parece el típico drama del hombre al que una enfermedad destroza su vida, pero que en realidad empieza a vivir cuando le llega esa noticia. El Ron Woodroof de la película es un tipo que se arrastra por la vida, que ahoga sus penas en cocaina, sexo y alcohol sin tener ningún proyecto de vida más que ver y participar en rodeos. Es homófobo, machista y hasta racista, con lo que no tiene ningún elemento que nos haga caer bien hasta que empieza a ser un traficante de medicamentos y se obra en el un milagro; tal vez ése sea el mayor defecto de la película, la forma en la que el personaje ve la luz y la vida empieza a sonreirle por ser mejor persona.
Aun así, para mí el tema más importante que se trata son los conflictos éticos a los que se enfrenta la medicina moderna, con conglomerados de empresas farmacéuticas que prueban medicamentos caros antes que soluciones más baratas que no les den tantos beneficios pero a que, a cambio, curarían mejor al paciente. Las farmaceúticas de principios de los 80 vieron el SIDA como algo de lo que sacar tajada, sin acabar de darse cuenta de que era una pandemia que amenazaba nuestra propia supervivencia, que cambió nuestra sociedad y que provocó un cambio en el modo de vida de mucha gente -y que se forraran muchos fabricantes de preservativos, para que negarlo-.
Y aunque parezca increíble, esta es la pinta de Ron cuando empieza a viajar por el mundo para conseguir medicamentos.
Sin embargo, algo que no acabé de entender muy bien en esta película es el personaje de la doctora interpretado por Jennifer Garner, que supuestamente viene a significar el conflicto entre ética y ley de los doctores de a pie mientras su jefe está totalmente vendido a las farmaceúticas. Realmente creo que habría que haberle dado más peso en la película, pero hay que reconocer que Rayon, el personaje de Jared Leto, acaba desequilibrando totalmente la trama gracias a lo bien que funcionan sus escenas con Ron Woodroof. Y es ahí donde veo el verdadero problema de la película, que llegados a cierto punto deja de saber muy bien hacia donde va y no acaba de rematar la historia; sí, ha tenido una hora que funcionaba muy bien, y la historia no deja de estar sometida al hecho de estar basada en hechos reales, pero el guión en ese momento necesitaba hacer hincapié en el conflicto de Garner y lo resuelve de manera un tanto chapucera. ¿Quiere eso decir que es una mala película, o que es fallida y todo eso? No, en absoluto. Como decía, cuando la película funciona bien, funciona muy bien, pero creo que un trabajo más cuidado de dirección le habría sacado un poco más de brillo al guión y habríamos tenido una joya entre manos. Que, con lo que tenemos, la película ya se está llevando premios y seguramente acabe dándole algún oscar a McConaughey y Leto, pero un poco más de valentía habría llevado a la película mucho más lejos.
“¡He adelgazado un huevo, dadme un oscar!”
Pero por TRUE DETECTIVE que ahi esta irreconocible.