Finn: El Eco-Terrorista pagano de 2000 A.D.

Para terminar la semana nada mejor que con un clásico semi-desconocido del cómic británico de los 90, de la mano, como no podía ser menos, de 2000 A.D., el Finn de Pat Mills, Tony Skinner, Jim Elston y Liam Sharp. Una serie que no duró mucho en aquella tumultuosa década que no fue precisamente la mejor para la revista, y en la que los lectores de la época se encontraron con un antiheroe atípico que luchaba con todas las armas a su disposición, las místicas y las de fuego, contra los males que asolaban la Tierra. Violento y con una fuerte carga política, como no podía ser menos, Finn es un cómic que tristemente sigue estando de plena actualidad tres décadas más tarde.

Paul ha sido muchas cosas en su vida: soldado, desertor, taxista y ahora el eco-terrorista místico al servicio de una diosa tan antigua como la humanidad, conocido como Finn. A su servicio ha descubierto que muchos males de la humanidad han sido provocados por unas criaturas primigenias que explotan el sufrimiento del ser humano en su propio beneficio, todo a través de sus agentes en el plano terrenal que se encuentran infiltrados en los más altos estratos de la sociedad por todo el planeta. Y tras abrir sus ojos a la verdad, Finn se ha visto envuelto en una guerra que lleva desarrollándose millones de años para tratar de poner freno a las interferencias de esos seres, cueste lo que cueste.

Pese a que sus aventuras en solitario se desarrollaron en 2000 A.D., Finn fue una creación de Pat Mills y Carlos Ezquerra para la serie Third World War en la revista Crisis en 1988. Allí le conocimos como otro mercenario miembro de Free Aid, un ejército corporativo que buscaba asegurarse el control de los recursos en América Latina, huyendo de su pasado como preso fugado y desertor tras haber dejado escapar a un terrorista que había matado a algunos de sus compañeros (implicando de forma nada sutil que era uno de los soldados desplegados en Belfast y que había dejado escapar a un miembro del IRA). Allí ya mostraba de forma directa su desprecio hacia el control que multinacionales y gobiernos, que en aquel futuro distópico eran prácticamente lo mismo, ejercían sobre los países con menos recursos para expoliarlos, su adherencia al paganismo y su disposición para hacer lo que fuese necesario para tratar de hacer del mundo un poco más justo, aunque eso supusiese utilizar la violencia de forma extrema.

Tras la cancelación de la revista Crisis, Pat Mills quiso rescatar a este personaje convirtiéndolo en algo muy diferente, y dado que buscaba explorar el mundo del misticismo celta, el paganismo además del ecologismo, este contó con la colaboración de su amigo y escritor Tony Skinner, un experto en esos temas (y que fue una de las inspiraciones detrás de la creación del propio Finn), con quien siguió colaborando en los años posteriores en series como Accident Man, ABC Warriors, Flesh e incluso Punisher 2099. Una colaboración que incluyó la de su por aquel entonces esposa, Angela Kinkaid, con quien ya había co-creado a Slaine, y que se encargó de diseñar la apariencia de Finn.

Aquí nos encontramos con que Paul, tras desertar por segunda vez, esta vez de Free Aid, había regresado a Gran Bretaña y, dado que no podía utilizar su verdadero nombre ni contaba con documentos oficiales, acabó aceptando un trabajo de mala muerte trabajando en una refinería limpiando los tanques de almacenamiento. Allí descubrió que esa compañía vertía sus residuos a un río cercano, y mientras investigaba esos vertidos vio surgir de las aguas contaminadas a Amanda, una misteriosa mujer dotada de poderes inimaginables y que podría ser una diosa tan antigua como el mundo.

Con esta mezcla de temas tan inconexos que incluyen las creencias paganas rescatadas del pasado remoto de Bretaña, cierta conexión con los mitos artúricos, ya que esta Amanda le debe mucho a la Dama del Lago, seres que parecen surgidos de la imaginación de H.P. Lovecraft, y una fuerte carga de crítica político-social, que ataca con saña a las multinacionales, la corrupción política, la nobleza y la masonería, este cómic podría haber acabado siendo algo infumable y sin sentido. Pero a estas alturas Mills era un guionista con mucha experiencia y en Skinner contaba con un co-escritor experto en todos estos temas, por lo que fueron capaces de sacar adelante una premisa tan pintoresca como esta y hacerla funcionar.

El resultado es un cómic extremo y violento, con ese Finn que a menudo recurre a unos métodos dignos del Castigador, pero que entre misticismos y criaturas lovecraftianas toca temas muy serios que no han pasado de actualidad, y que de publicarse a día de hoy los de siempre se le lanzarían al cuello a sus autores acusándoles de ser demasiado “wokes”. Porque no es solo que critiquen aquí con saña los abusos de las corporaciones en complicidad con los gobiernos, como todo vale, incluso envenenar el planeta si eso reporta beneficios económicos (el capitalismo es una herramienta del mal), sino que además atacan de forma descarnada ese machismo que sigue estando muy presente.

En este aspecto el cómic lleva su crítica hasta el extremo, mostrando lo ridículo que resulta el machismo a través de la actitud de los villanos de la serie, que consideran que las mujeres solo sirven para servir a los hombres y procrear, como sucede en su especie, y toman todas las medidas posibles para ello, incluyendo el utilizar sus compañías farmacéuticas para vender medicamentos enfocados a las mujeres que dañan su cerebro para que sean dóciles. En contraste a esta crítica burda pero divertida, tenemos la devoción del conclave de Finn hacia su Diosa, una diosa en ocasiones muy terrenal (dirige un pequeño bar donde se reúnen), pero que es tan antigua como el mundo y lleva desde tiempos inmemoriales tratando de poner orden en este. Unos temas que, como indicaba antes, han hecho que este cómic no haya perdido nada de relevancia y que en muchos aspectos parezca haber sido creado hoy mismo.

Pero nada de esto habría funcionado igual de no ser por el espectacular trabajo del dibujante Jim Elston (con una ayudita de Kevin Wicks) en el primer arco argumental de la serie y que contó con un reemplazo de lujo en Liam Sharp. El estilo de Elston, a medio camino entre el hiperrealismo y la caricatura y un uso del coloreado pictórico increíble que recuerda mucho al estilo de Richard Corben, dota a esta serie de una personalidad enorme de las que no dejan indiferente a nadie. En sus manos, Finn se convierte casi en una criatura monstruosa y sobrenatural que parece haber escapado del infierno, y cuando nos muestra a los auténticos monstruos, son de esos que se nos quedan grabados en la memoria, sumado a un dominio de la acción y la violencia que consigue que parezca que nos va a salpicar la sangre. Algo que conjuga con una habilidad que en ocasiones escapa a estos artistas que más que dibujar pintan, y es que Elston no era un mal narrador, consiguiendo que todo fluya a la perfección. Tristemente, Elston es un dibujante que no se prodigó demasiado y por lo que he investigado parece que despues de Finn se alejo del mundo del comic.

Tristemente, Finn no tuvo una existencia muy extensa, ya que uno de esos editores con más poder que sentido común decidió que Finn y Slaine eran dos series muy similares y que una de las dos debía terminar, y siendo Slaine uno de los títulos más populares de la revista, Finn acabó desapareciendo. Por suerte, leer sus aventuras es algo relativamente fácil, ya que hace tres años Rebellion sacó un primer recopilatorio bajo el título de Finn: Origins y debería quedar material al menos para un segundo tomo, del que de momento no hay noticias. Pero incluso si ese segundo recopilatorio no llega a materializarse, Finn sigue siendo un cómic muy actual que vale la pena descubrir.