Tower Dungeon de Tsutomu Nihei: Que jartón de escaleras

El único contacto que había tenido con el trabajo de Tsutomu Nihei hasta ahora había sido su trabajo en Wolverine Snikt!, una miniserie publicada durante el quesadismo profundo (allá por 2004, cuando Morrison todavía no había cometido su Gran Traición) en la que se nos mostraba a un Lobezno demasiado estilizado enfrentándose a una pesadilla postapocalípticociberpunk en un mundo paralelo, lo que se dice un isekai. En aquel momento, encontré el trabajo de Nihei demasiado recargado y poco interesante, así que pasé de leer Blame, su serie anterior, que parecía tener una mezcla de influencias entre Shirow, Moebius y Giger; puede parecer interesante, pero en aquel momento no me lo resultaba. Y entonces, pasó el tiempo y me reencuentro con Nihei con la edición de Tower Dungeon.

Y vaya, como ha cambiado la cosa durante todos estos años, es como si se hubiera quitado de encima un peso tremendo y nos hubiera hecho un Alex Toth, tratando de eliminar lo superfluo. A ratos recuerda a Mignola, pero lo curioso de todo esto es que también ha hecho un trabajo parecido a nivel de guión; su trabajo es mucho más conciso, mucho más acertado e interesante. Tower Dungeon -titulada así en el japonés original, タワーダンジョン y el que lo quiera entender que lo entienda- cuenta la historia de Yuva, un joven campesino que vive tratando de sacar adelante en lo que puede a sus abuelos y a su hermana menor, hasta que un día al pueblo en el que viven llega una petición real; o envían a un mozo brioso a ayudar la guardia pretoriana en el rescate de la princesa, o tendrán que pagar aun más cantidad de grano a las arcas reales. La princesa, por supuesto, está encerrada en una torre de cien pisos de altura y en el poder de un malvado nigromante que, a la postre, acaba de asesinar al Rey, con lo que la situación se ha puesto bastante fea para la estabilidad del reino. Los campesinos del pueblo, sabiendo que subir la cuota de grano les condenaría a morirse de hambre, deciden forzar a Yuva a ser reclutado, negándose a reconocer que es necesario para su familia. El chaval no se resiste al reclutamiento y, para desconsuelo de su familia, parte con el casco y el escudo de su abuelo hacia la torre, donde se ingresará como mulo de carga para la guardia pretoriana del rey… Dónde pronto se dará con un palmo de narices.

Y hasta aquí pienso contaros, porque una de las gracias de esta historia es lo imprevisible que es. Supuestamente esto va de una mazmorra con una princesa a la que distintos grupos de aventureros van a rescatar, como se cruzan entre ellos, como desconfían unos de otros y como poco a poco vamos averiguando más sobre ellos; uno de los miedos que tenía con esta historia, como me suele pasar mucho con los mangas «serios», es que con tanta masacre se pusiera intensito y empezara a contarnos lo horrible que es la existencia humana, pero todo lo contrario; los personajes van creciendo a medida que vas aprendiendo sobre ellos, y aunque hay algunos tópicos del género malamente disimulados, Nihei ha conseguido crear algunas razas interesantes mezclando esos tópicos, dando lugar gracias a ellas a algunas de las revelaciones de esta serie. La trama avanza a su ritmo, sin sobresaturarnos con exposición y mostrándolo todo como hay que hacer, contando la historia de forma natural y haciendo que te vayas quedando con todos los detalles, pero a la vez sin darle ninguna importancia, hasta el punto de que hay momentos en los que hace una revelación importante sobre un grupo de aventureros y para el siguiente capítulo pasa bruscamente a contarte las aventuras de otra banda que a priori no tiene nada que ver con la anterior, contándote partes de la historia desde otro punto de vista y haciéndote así entender hasta donde la realidad queda distorsionada por la perspectiva desde la que ve las cosas cada uno; por poner el ejemplo más claro, la guardia pretoriana del rey considera su deber el mantener a salvo a la familia real y por supuesto es su responsabilidad la de rescatar a la princesa, y por eso considerarían una deshonra que se le adelante nadie en la tarea, mirando con desprecio a los clásicos grupos de aventureros que suelen protagonizar estas historias por considerarlos unos «saqueadores de tumbas», unos carroñeros. Pero esos «carroñeros» pueden ser gente acostumbrada a estos entornos, conocedores de que la amabilidad con unos desconocidos puede ser la diferencia entre la vida y la muerte cuando el peligro acecha a cada paso.

Nihei consigue contarnos una historia de camaradería, de un compañerismo que va creciendo entre masacres y barbaridades, pero sin glorificar en absoluto lo violento o lo morboso, haciendo que el ponerse en los zapatos de los demás acabe siendo el arma más poderosa para alcanzar el éxito. En un mundo tan obsesionado con la polarización, con la confrontación y las etiquetas que nos infantilizan, Tower Dungeon es todo un soplo de aire fresco, y aunque llegado cierto punto el propio Nihei toma un atajo narrativo usando unos anillos telepáticos que te fuerzan a escuchar lo que piensan los demás, para mi es toda una metáfora de lo que vivimos hoy en día que es tremendamente lógica en el mundo de espada y brujería que se monta a lo largo de esta serie. Criaturas casi lovecraftianas que nos horrorizaría solo ver -y que no pienso enseñar en este post, no- se convierten en seres entrañables completamente dignas de nuestra compasión y empatía, a pesar de que no estemos seguros de que en la página siguiente no se vayan a cargar a alguien de forma horrible. Vamos, que sí, que recomiendo este tebeo a todo el que busque una historia de aventuras que no se plantée como una gran epopeya pero que, poco a poco, te cuente algo mucho más interesante.