Esta semana se ha publicado el primer número de DC KO y la primera andanada de series de Age of Revelation tras el prólogo de la semana pasada, los eventos actuales de DC y Marvel, y por ello hoy voy a hablar de un cómic de hace treinta años que he redescubierto hace poco. Porque nada mejor para olvidarse de todo que recordar que en los noventa no todo fue malo, y que en aquella década tan denostada podemos encontrar pequeñas joyas como la que hoy nos ocupa, Bloody Mary, un cómic en el que dos grandes como Garth Ennis y Carlos Ezquerra formaron equipo una vez más para hacer lo que mejor se les daba hacer, dar a su público un espectáculo violento y sangriento con sus pequeñas dosis de crítica político-social.

Tras ser traicionada por un camarada de armas y perder todo aquello que le importaba, el único camino que vio Mary Malone ante sí fue el de seguir matando a las órdenes de su gobierno y ahogar sus penas en una botella entre misiones. Pero cuando el destino le pone ante sí una misión que le permitirá cobrarse la venganza con la que lleva años soñando, no se lo pensará dos veces y lo arriesgará todo con tal de acabar de una vez por todas con el hombre que destruyó su vida…

Bloody Mary nació en 1996 como parte de la breve línea editorial Helix de DC Comics, sello bajo el cual se publicaban aquellas series propiedad de sus autores que no encajaban con la temática de Vertigo o de otros de los sellos editoriales de la casa como Paradox Press. Una línea que apenas duró dos años y de la cual creo que solo se recuerdan esta Bloody Mary y la mucho más popular Transmetropolitan, que continuó publicándose en Vertigo tras el cierre de Helix en 1998. Pero pese a la breve existencia de ese sello editorial, Ennis y Ezquerra consiguieron publicar dos miniseries de cuatro números, Bloody Mary y Bloody Mary: Lady Liberty, que fueron recopiladas en tomo tanto por parte de DC Comics como en Image años más tarde, y pese a los años transcurridos sigue siendo una lectura muy divertida y sorprendentemente actual.

Y es que la premisa de esta serie postapocalíptica resulta muy familiar en algunos aspectos. Tenemos una Comunidad Europea que en los noventa prosperó más de lo que lo ha hecho nunca en el mundo real, llegando a englobar incluso a Rusia. Una unión de la que se sale Gran Bretaña (incapaces de ser auténticamente europeos según dice el cómic) para unirse a unos Estados Unidos en decadencia. Y estos, al ver cómo el comercio mundial ya no estaba bajo su control, declaran la guerra a Europa con el único objetivo de volver a ser los matones número uno del mundo. Y pese a que cosas como la unión de Rusia con Europa o que el enfrentamiento entre esta y Estados Unidos por la hegemonía mundial haya llegado a lo bélico, resulta divertido ver cómo Ennis ya predijo el brexit con décadas de antelación.

Donde divergen más las cosas, pese a que en cierto modo resultan demasiado incómodas por su cercanía a los sueños de grupúsculos repartidos por todo el planeta, es que esta Europa es un nido de racistas corruptos que ha asesinado a todos los inmigrantes en campos de exterminio, y que en Estados Unidos campan a sus anchas hordas de grupos supremacistas blancos que, escudándose en la religión y no buscando más que su provecho personal, se han lanzado en esa misma dirección, acabar con todos quienes sean diferentes. Está claro que Ennis y Ezquerra no eran demasiado optimistas con la dirección en la que iban las cosas en aquellos años y temían que esos ciclos de odio se repetirían de nuevo, por lo que a ratos la lectura de estas dos miniseries resulta un tanto perturbadora.

Y en medio de este mundo en el que la paz ya es solo un lejano recuerdo tras trece años de guerra mundial, encontramos a la Cabo Mary Malone de los Estados Unidos, apodada “Bloody Mary” por lo sanguinarias de sus acciones, y a quien suelen encargarle esas misiones casi suicidas que nadie parece capaz de llevar a buen término, ya que hasta ahora ha sobrevivido a todo lo que le han echado encima. Pero pese a lo dramático de la ambientación, estas miniseries se encuentran temáticamente a medio camino entre los trabajos más serios de Ennis como su As Enemigo o sus War Stories y los más cafres como su Brigada de los Fusileros, algo que se nota y mucho en algunos de los secundarios.

Junto a Mary tenemos al Mayor, un soldado británico que fue herido en combate (en la segunda batalla de Dunkerque nada menos) y ha perdido la memoria, recordando solo su rango y sus habilidades como militar, algo que pone en práctica con una sangrienta ferocidad y que no desentonaría nada con los ya mencionados Fusileros. Y en el lado de los villanos tenemos a Vatman, sí, con V, un despiadado asesino a sueldo y enólogo que recibe su apodo de las cubetas (vat en inglés) donde se fermenta el vino y a las que añade los cadáveres de sus víctimas para experimentar con sus sabores. Una combinación de tonos algo dispares con la que Ennis y Ezquerra se desenvolvieron sin problemas.

A lo largo de estas dos miniseries nos encontramos a Mary llevando a cabo dos misiones tan peligrosas como diferentes, teniendo en la primera de ellas que infiltrarse en el corazón de Europa para recuperar una peligrosísima arma biológica y saldar viejas deudas, y en la segunda regresar a su América natal para acabar con la amenaza de un grupo de supremacistas blancos cristofascistas. Dos amenazas que fueron el escenario perfecto para que Ennis y Ezquerra desatasen toda su mala leche, humor negro y gusto por la violencia ficticia y nos dieran un espectáculo divertido y muy gore de los que dejan con ganas de más.

Pero para mí lo mejor de estas miniseries ha sido el reencontrarme con el trabajo del añoradísimo Carlos Ezquerra, todo un veterano en los cómics bélicos y de acción y que aquí se encontraba en su salsa. Un dibujante del que a estas alturas no debería hacer falta decir nada, pero que siempre me maravillará cómo con ese estilo suyo algo “feísta” era capaz de dominar de tal modo los gags visuales y una expresividad caricaturesca, y al mismo tiempo ser uno de los mejores a la hora de mostrar los horrores y la violencia de la guerra, incluso cuando esta derivaba un tanto hacia lo cómico, con una casquería, body horror y litros de sangre dignos de Evil Dead. Un talento enorme al que se echa mucho de menos y de quien nos queda el triste consuelo de que nos queda su arte para recordarle.

Así que, como decía al comienzo, conviene recordar que en los noventa hubo grandes cómics si uno sabe dónde buscar, y que en estos tiempos que corren, en los que como ha sucedido siempre no es oro todo lo que reluce, viene bien echar la vista atrás y recuperar obras como estas que siguen siendo tan vigentes y divertidas como el día en el que se publicaron.

Una serie bastante simpática (de mis favoritas del Ennis más macarra, al que suelo preferir cuando se pone más serio en sus cómics bélicos) de la fallida (como Piranha Press y otros subsellos que buscaban caminar la senda del Vértigo, lamentablemente) Helix. Buen tándem el de Ennis & Ezquerra. Me hubiese gustado verlos más en comandita (al menos, afortunadamente, no fueron flor de un día).
A Ezquerra se le echa mucho de menos. El ilustrador del retrato del fascismo.
Y sobre eso. Todas las denuncias al fascismo son siempre eternas.
Porque no hay fascismos; hay un único fascismo.
Como explicó Eco en «El fascismo eterno» sólo muda y se adapta; pero siempre es el mismo mensaje, se disfrazan para aparentar; pero es el mismo comportamiento, el mismo discurrir.
Por eso cualquier denuncia al fascismo que sea, es siempre moderna y universal.
Era un gran ilustrador y un gran narrador. Y al contrario de otros no se cortaba a la hora de representar la miseria y la fealdad, con toda su sociedad (sorprendentemente también tenía una gran vis cómica). Nunca se le apreció lo suficiente (principalmente en España, en Reino Unido sí que era muy respetado entre el fandom y la profesión, como Jesús Blasco y otros ahora medio olvidados en cambio en su propio país).