-Hola.
-Hola.
-Venía yo por esto de la Navidad, ¿sabe? Que se supone que es una época de paz y amor y…
-Uyuyuyuy, ¿paz y amor dice? No, no, en esta época no se estila nada de eso, ¿no ve la de guerras y cosas que tenemos montadas?
-A ver, que guerras siempre hemos tenido, digo yo que…
-No, no. Este año no hay Navidad. No tiene sentido tener Navidad, ni Felices Fiestas ni nada de eso. Hala, váyase por donde ha venido.
-Bueno, tampoco es para ponerse así.
-No, si no me pongo ni nada, pero no es momento para estas cosas.
En Venezuela había sido navidad en octubre, pero por alguna razón aquel funcionario del más allá había decidido que ese año no se celebraba la navidad. Y si hubiera sido un tipo comunicativo, seguramente le habría dicho que llevaba todo el año viendo como la humanidad, estando como estaba al borde de la extinción con desastres climáticos cada vez más habituales, había decidido que lo importante era sacar más petróleo y seguir pegándose por «recursos estratégicos». Dos mil años de navidades -más o menos, vosotros me entendéis- y lo de «mientras calle un cañón» no acababa de funcionar. Siempre se contaba la bonita historia de la tregua de navidad de la primera guerra mundial, con los soldados jugando al futbol con la misma gente que matarían al día siguiente, pero hoy en día eso no se estilaba, se funciona mejor con drones que te matan a distancia sin que corras ningún peligro de mirar a los ojos de la persona que vas a borrar de la existencia. Los mensajes nihilistas están más de moda que nunca, y el héroe del año era un señor que había matado a otro, aunque fuera el jefe de una aseguradora que más que ofrecer sanidad privada aquello parecía más una estafa piramidal. 2024 no había sido lo que se dice un gran año y no parece que hubiera muchas razones para celebrar nada, pero…
-¿Pues sabe lo que le digo? Que yo me quedo aquí, que vamos a celebrar la Navidad.
-¿Por sus cojones?
-Por mis cojones.
Se puede entender. En un planeta en el que portarse bien con los demás se considera «buenismo», en una humanidad envenenada por la desconfianza y el recelo, la gente parecía acallar con psicología barata y fármacos los gritos desesperados de sus propias conciencias. Aquellos monos sin (tanto) pelo llevaban muchos siglos acostumbradas a acallar sus respectivas vocecillas de las formas más extravagantes, desoyendo completamente la realidad de que su gran ventaja evolutiva sobre una sepia residía precisamente en la capacidad de los humanos de colaborar entre ellos, de confiar, de amar. Una sepia se encuentra con otra sepia y se lían a tortas, un humano se encuentra con otro y me gustaría pensar que hay margen para el diálogo y el entendimiento. Yo que sé, ¿habéis visto el episodio de The Last of Us del prepper pirado aquel interpretado por Nick Offerman? Pues algo así.
-No se puede quedar usted aquí, la gente tiene que circular.
-Pues yo no me voy hasta que empiece la Navidad.
-Eso es un disparate, ¿cómo pretende que empecemos la Navidad si la humanidad ya no cree en ella? ¡Solo lo llenan todo de luces y se lían a vender cosas, ya ni se aprecian entre ellos!
-¿Y usted cree que la solución es rendirse?
A decir verdad, no se habían rendido pronto. Dos guerras mundiales, genocidios variados, las guerras napoleónicas, el colonialismo… Habían pasado bastantes guerras y marranadas varias entre humanos hasta que en el Más Allá decidieron que aquello ya era el colmo, que no tenía sentido mandar más espíritus bondadosos para llenar a la humanidad de buenos sentimientos. Que por cada Scrooge al que le hacías felicitar las fiestas y amar a su prójimo aparecían cuatro pirañas financieras que le robaban su dinero -de forma legal, siempre todo legal- y lo utilizaban para montarse una mina de esmeraldas en Sudáfrica o algo peor. Ni siquiera se habían rendido en los 80, cuando el agujero de la capa de ozono parecía estar a puntito de sofreir a la humanidad en su propia salsa, pero ahora… Ahora era distinto, porque el propio planeta estaba diciendo basta y los humanos en vez de tratar de arreglarlo se limitaban a mirar sus stories de instagram hablando sobre el autocuidado y el mindfulness, sea lo que sea eso. Tal vez era la hora de juntarse y hacer algo, ¿no?
-Y por eso hace falta que la gente pues ya sabes, se junten y hagan algo. No sé, inspirarlos.
-No van a hacer nada.
-De acuerdo, hemos estado dos milenios mandándoles ángeles y demás criaturas celestiales y no hemos conseguido nada, eso no te lo voy a negar. Pero si ahora que les queda tan poco para la extinción… ¿Qué nos cuesta apoyarlos hasta el final?
-No creo que merezca la pena, hoy en día con tanta inteligencia artificial y tanta zarandaja no se creen nada de lo que ven. Lo llaman la era de la «posverdad».
-La era de la mentira.
-Tú lo has dicho, no yo.
-Pero tiene que haber algo que los haga cambiar. Algo que los anime, algo que les devuelva la ilusión por vivir, por arreglar su mundo. Algo que los inspire.
-¿Que dices, que vuelva jesucristo o algo así?
-Nah…
-Un perro.
-Un perro.
-Bah, que narices. Cosas más raras se han visto…
Completamente de acuerdo.
Jaime Pistolas we trust!
Felices fiestas o similar.
Igualmente!
🎉🎊🍰🎊🎉
Muy bien escrito.
Ese perro es el verdadero regalo de la Navidad.
Solo hay que ver como en los fosos del odio, rabian al verlo y se inventan mil excusas y trampas del razonamiento con las que intentan pasar su odio a todo lo positivo, luminoso y esperanzador como algo justificado.
Como intentan disfrazar la verdadera motivación de su desprecio.
Ese perro marca el camino. Sabíamos que el mundo necesitaba al verdadero Superman; pero no nos habíamos dado cuenta de como necesitábamos a Krypto.
👏👏👏🐕👌🤓🖖
Feliz Navidad.🎉🎊🎄🎊🎉 Y Kripto-felices fiestas.😂