Por fin he visto los dos primeros episodios de Skeleton Crew, y, aun a riesgo de repetirme, la serie ha sido todo lo que esperaba y mucho más: divertida, emocionante, tremendamente deudora de los clásicos infantiles de aventuras de los ochenta y muy integrada en el universo de Star Wars, pero en su propia dirección. Así que no me extiendo más, y, tras el aviso de SPOILERS, vamos a regresar una vez más a esa galaxia muy, muy lejana…
Quienes describían Skeleton Crew como Los Goonies en el espacio no se quedaban cortos precisamente, ya que, a lo largo de estos dos primeros episodios, hemos podido comprobar en más de una ocasión la enorme influencia que aquel clásico ha ejercido en la elaboración de esta serie. Algunos podrían decir que incluso demasiado. Porque no se trata solo del tono de la historia (sí, se nota mucho que está dirigida a un público más joven, que ya era hora, pero eso no me ha impedido disfrutarla) o la edad de sus protagonistas. En las personalidades de estos no es difícil reconocer rasgos de aquellos pequeños aventureros, escenas que parecen homenajes descaradísimos e incluso momentos en los que la banda sonora nos remite muy sutilmente a aquella película. Pero las influencias de esta serie no se limitan a Los Goonies; hay momentos que me han recordado muchísimo a E.T. (todas las escenas nocturnas en el bosque), a Exploradores, El vuelo del navegante o incluso Cuenta conmigo. (Y, haciendo el chiste malo a cuenta de la traducción en España de «BMX Bandits», podríamos decir que también a Los bicivoladores, ya que los críos usan motos deslizadoras).
Aunque también hay referencias mucho más antiguas, y es que en una historia como esta, que gira también en torno a piratas y tesoros legendarios escondidos, hay influencias que eran inevitables. Sin ir más lejos, tenemos a SM-33, el divertido androide pirata al que le presta su voz Nick Frost y que fue el primer oficial de la nave que los críos protagonistas han encontrado. El mismo cargo que ocupaba el señor Smee a bordo del barco del Capitán Garfio, y a quien homenajean en un nada sutil juego de palabras (SM-33/Smee), muy apropiado teniendo en cuenta cómo entre los enemigos de estos se encontraban los Niños Perdidos de la tierra mítica de Nunca Jamás. Y, aunque aún es pronto para afirmarlo, estoy convencidísimo de que Jod Na Nawood, el misterioso personaje al que interpreta Jude Law, acabará revelándose como una reinterpretación de Long John Silver, el carismático pirata de La isla del tesoro.
Con esos cimientos, y explorando rincones del universo de Star Wars alejados de lo que ya tenemos más que visto, John Watts y su equipo han creado una serie que va más allá de ser una evocación nostálgica, pese a lo mucho que le debe a todo aquello que homenajean, incluida la propia Star Wars. Porque, aunque sea un poco pesado a veces, Wim no deja de ser una versión infantil de Luke, con quien comparte sus sueños de salir de su hogar, descubrir qué hay más allá de su mundo y vivir grandes aventuras. Sueños entre los que, curiosamente, se encuentra el de ser un Caballero Jedi y ayudar a los demás.
Un sueño que al principio me chocaba un poco, ya que me parecía raro que, en el relativamente corto periodo de tiempo entre la caída del Imperio y el comienzo de esta serie (unos 9 años), las historias de Jedis hubiesen cobrado tal fuerza (sí, lo he dicho a propósito) como para que existan cuentos infantiles y los niños jueguen con muñecos y sables de juguete, haciendo los sonidos de las hojas con la boca. Pero, teniendo en cuenta las revelaciones del segundo episodio, como que su mundo natal, At Attin, es considerado un mito fuera de sus fronteras, o que los créditos que utilizan pertenecen a la vieja República, da la impresión de que ese mundo ha estado tan aislado que la mayoría de sus habitantes ni siquiera fueron conscientes de la caída de dicha República o de la existencia del Imperio. Un elemento de la historia que habrá que esperar a ver cómo se desarrolla, pero que promete ser algo muy interesante.
Pero, dejando a un lado referentes, homenajes y teorías, tenemos también una serie que, a nivel técnico, es impresionante. El aspecto visual de Skeleton Crew es una maravilla, desde ese misterioso planeta de At Attin, que, al combinar el universo de Star Wars con la estética de los Estados Unidos de los años cincuenta, ha dado lugar a un mundo que parece el de los Supersónicos en carne y hueso; a bucólicas escenas en los bosques; a ese espaciopuerto pirata de Borgo Prime, que haría que Obi-Wan se replantease si de verdad Mos Eisley era el lugar con mayor maldad y vileza.
Además, el reparto más joven de la serie, Ravi Cabot-Conyers (Wim), Robert Timothy Smith (Neel), Ryan Kiera Armstrong (Fern) y Kyriana Kratter (KB), también me ha sorprendido y para bien, ya que, pese a sus cortas edades, no se están desenvolviendo nada mal. Son críos que actúan como críos, y hay momentos en los que alguno de ellos resulta intencionadamente insoportable, pero resultan tan naturales en sus papeles que da gusto verlos. Aparte de que Neel amenaza con convertirse en el nuevo muñeco favorito de estas navidades después de Bebé Yoda. Nick Frost, por su parte, aunque solo le escuchamos, se une con su SM-33 a la lista de androides entrañables de este universo. Y Jude Law, como ese misterioso usuario de la Fuerza que, en la superficie, parece muy encantador y amistoso, es más que probable que oculte un lado bastante más siniestro que veremos desarrollarse en los próximos episodios.
Y no quiero terminar sin dedicar unas palabras a la banda sonora de Skeleton Crew. Esta ha estado compuesta por Mick Giacchino, el hijo de Michael Giacchino, con quien está claro que comparte su talento. Su trabajo aquí consigue evocar ese sentimiento de aventura de muchos de los referentes que mencionaba antes, con un tono a menudo muy emotivo y vitalista y que, en algún momento que otro, me ha parecido reconocer incluso algunos acordes de la banda sonora de Los Goonies. Aunque en lo que no tengo duda alguna es en ese momento del segundo episodio en el que Giacchino toma prestadas unas notas del tema de la Fuerza de John Williams, que al menos a mí me puso los pelos de punta.
De tal palo tal astilla
De mantener el nivel de estos dos episodios, Skeleton Crew promete convertirse en una de las grandes series de Star Wars. No solo por su buen nivel de calidad en todos los aspectos, sino también por acordarse de que hace mucho tiempo, y no precisamente en una galaxia lejana, el público de Star Wars eran un montón de críos que soñaban con vivir aventuras extraordinarias, y resulta agradable que, de vez en cuando, se acuerden de ello. Así que, durante las próximas seis semanas, voy a estar esperando con ansia la llegada de cada nuevo episodio de esta serie que ha conseguido un poco que vuelva a sentirme como un niño.