John Byrne definió su etapa en Indiana Jones como una de las peores experiencias que ha tenido como profesional, a pesar de que solo duró dos números y dejó a medias el segundo. Y es cierto que Byrne tiene sus prontos y sus espantadas son legendarias, ¿pero llegar hasta estos extremos? No señor, no es nada normal. Y aun así, después de sacar al mercado el cómic de Indiana Jones con todo el bombo y el platillo que podía permitirse la Marvel de principios de los 80, Byrne la dejó y siguió haciendo sus 4 Fantásticos sin preocuparse en lo más mínimo por los royalties que podría darle una franquicia millonaria como era la del arqueólogo aventurero de Lucasfilm. Porque ahí estaba el problema, en Lucasfilm. Vamos a ver si nos entendemos.
«Further Adventures of Indiana Jones», lo que vendría a traducirse «Las Posteriores Aventuras de Indiana Jones» aparecen en un momento en el que Lucasfilm todavía no ha cometido ningún error y todo lo que tocan lo convierten en oro; en 1980 han estrenado El Imperio Contraataca, segunda parte de la serie galáctica de George Lucas, y para 1981 estrenan En Busca del Arca Perdida, esta vez junto a un Steven Spielberg que, aunque pudiera parecer sorprendente, venía de uno de los mayores fracasos comerciales de su carrera, la comedia bélica 1941. Ahora nos puede parecer de perogrullo que la unión de Lucas y Spielberg se traducía siempre en un éxito seguro, pero en aquel momento hasta tuvieron problemas para conseguir financiación para la película porque ninguna distribuidora podía aceptar que Lucas se quedara con el merchandising y la propiedad intelectual de una nueva Star Wars y que le hicieran la misma que Lucas a la 20th Century Fox. Finalmente consiguieron un contrato de cinco películas con Paramount (que consiguió cumplirse más de cuarenta años más tarde con la última entrega realizada por James Mangold para Disney) y el Doctor Henry Jones se convirtió en todo un icono de los años 80, recaudando unos cuatrocientos millones de dólares de la época en todo el mundo. Para entonces Marvel ya se ha comprado los derechos del personaje para el cómic tras asistir el Editor In Chief Jim Shooter (o no, os cuento más sobre ésto más adelante) a una proyección privada antes siquiera de que el montaje estuviera acabado; a Shooter le gusta lo que ve y espera conseguir un pelotazo equivalente al que tuvieron unos años antes cuando Roy Thomas consiguió los derechos de Star Wars y salvó a Marvel de la bancarrota.
La primera adaptación que hace Marvel de Indiana Jones es la adaptación directa de En Busca del Arca Perdida, publicada en el último trimestre de 1981 a cargo de Walter Simonson como guionista, John Buscema como dibujante y Klaus Janson entintando. La adaptación está realizada con ciertas prisas y toma algunos atajos, eliminando algunas de las escenas de la película como la infiltración de Indy en la base de submarinos nazi, con lo que se produce la contradicción de que el personaje en el tramo final de la película lleve un uniforme de soldado de la wehrmacht y en el cómic siga llevando su icónica cazadora de cuero hasta en la escena de la apertura del arca. En cualquier caso, el cómic aprovecha la ventana del estreno como es debido y ésto se traduce en el éxito esperado, con lo que se asegura la creación de una serie regular y así es como llegamos a John Byrne y su primer número de Further Adventures of Indiana Jones en enero de 1983; para entonces el rodaje de la secuela, Indiana Jones y el Templo Maldito, ya es algo inminente y el cómic de Marvel puede aprovechar perfectamente toda la expectación que se irá creando durante los meses posteriores. Y no sólo es eso, porque la serie además cuenta con el atractivo de contar con la superestrella del momento, un John Byrne que acaba de dejar su etapa en la recientemente rebautizada Uncanny X-Men y también ha deslumbrado en otras series como Vengadores o en su breve etapa en Capitán América junto a Roger Stern. Byrne ya es una garantía de ventas de por sí y acaba de demostrar en los 4 Fantásticos que puede escribir una serie con gran éxito, pero cuando lo sumas a un número uno de Indiana Jones, las expectativas se ponen por las nubes. Y John Byrne cumplió. Por muy poco tiempo, pero cumplió.
Curiosamente la serie reune a buena parte del equipo creativo que Byrne dejó en la Patrulla X, volviendo a tener de entintador a Terry Austin y a Louise Jones -posteriormente Simonson- como editora. Ésta vez tenemos a Bob Sharen como colorista y a Joe Rosen en la rotulación; el resultado es un tebeo de aventuras directo, saltando de escena en escena de acción sin darle tiempo a los lectores para asimilarlas. Byrne intenta emular las historias clásicas de aventuras y en la propia historia hay escenas y lugares comunes con En Busca del Arca Perdida, con la chica siendo raptada en mitad de un mercado -de Liberia, esta vez no es Egipto- e iniciando una persecución en la que Indy se da algún que otro trompazo. La primera entrega eran veintidos páginas que se leen como quien bebe agua en un desierto, se te hacen cortísimas pero a la vez te dan la sensación de que han pasado multitud de cosas.
Y es que el cómic empieza con un encontronazo entre Marcus Brody y el propio Indy porque este último está utilizando a sus alumnas para practicar con el látigo al más puro estilo Guillermo Tell, ¡y yo diría el muy sádico lo hace precisamente con la chica que en la película original se había escrito «Te quiero» en los párpados! La muchacha supuestamente lo hace todo para subir nota de un notable a un sobresaliente, con lo que cuando Marcus se encuentra la escena poco menos que le dice que lo echaría si no fuera porque es el «arqueólogo más popular de la universidad» y el que le trae más objetos para la colección que sostiene económicamente toda la institución; Brody parece completamente molesto y hasta hace varios aspavientos bastante expresivos y un tanto alejados de la interpretación original de Denholm Elliott, con lo que se me antoja raro que nadie pusiera la menor pega. Es cierto que Marcus apenas tiene participación en la primera entrega, pero en todo momento se le percibe un afecto hacia Indy que me parece contradictorio con un Marcus que para Indy es retratado como una completa molestia.
Para cuando Indy llega a su despacho -con Marcus, que no se lo quita de encima- se encuentra que le está esperando Charlie Dunne, un viejo alumno que le presenta su último descubrimiento, la localizacion de los ídolos de Ikammanen; por supuesto, Indy primero es bastante escéptico al respecto, porque no deja de estar hablando de unas estatuas que se transforman en vengadores del más allá. Cuando Dunne intenta disipar su incredulidad explicándole su investigación y la de su hermana, alguien le lanza un puñal a su espalda y lo mata en el acto, lo cual lleva a Indy a lanzarse de cabeza no a perseguir al asesino -porque «ya ha desaparecido»- si no, con el cadaver de su antiguo pupilo y amigo aún caliente, ponerse a registrar la cartera de su antiguo pupilo y descubrir que sus investigaciones lo habían llevado a Krikambo, en Liberia. Y allí que se va Indy sin ningún complejo, ya vestido con su traje de faena, con Byrne dedicando una sola viñeta al avión imitando las secuencias de viaje de la película -algo plenamente intencionado, porque Byrne siempre suele hacer transiciones directas- y plantándonos ya en Krikambo, una ciudad que se parece sospechosamente al Egipto en el que vemos a Sallah en En Busca del Arca Perdida, tal y como reconoce el propio Indy nada más llegar. En honor a la verdad, hay que entender que Byrne salió entusiasmado del cine y es completamente lógico que estuviera deseando reproducirla en sus viñetas.
No sé casi nada de esta serie más allá de un par de números pero eso solo hace la historia detrás del cómic aún más interesante; más cosas que descubrir.
Las tres películas originales me son más que suficientes teniendo en cuenta que Indy es específicamente el Harrison Ford de los ’80 y nadie ni nada más (ni siquiera el mismo Harrison Ford de cualquier otra década puede hacer justicia a ese pico absoluto de carisma). Pero además de eso; tan solo el comienzo de este cómic me parece que comete errores que demuestran bastante descuido alrededor del tipo de cosas que hicieron que el personaje y sus películas perduraran hasta mis tiempos en vez de pasar al olvido o fuera reemplazado por otros íconos «más modernos» (cosas que también me imagino en su época serían imposibles de ver o saber con certeza). Por otro lado el dibujo parece tener demasiado de Terry Austin sobre Byrne lo que oculta tanto la ya no tan prominente frescura de su trabajo en los ’70 como a su vez el lado más energético y deudor de Kirby de su trabajo en los ’80 (o dicho de otro modo; recuerda más al cómic aventurero de DC entintado por Murphy Anderson que al más desatado de Marvel). Detalle a detalle el primer número (y el segundo también) se va quedando en tierra de nadie hasta el punto de que al final tampoco estaría seguro de si valdría quedarse ni por esa versión de Byrne ni por esa versión de Indiana (aunque a lo mejor sí por Louise Jones o la curiosidad por algunos de los otros artistas estelares que se pasan por un número o dos por ahí).
Tengo la edición entera (son 34 o 35 números, creo) y a mí me parece que fue una serie sorprendentemente buena, y más si se compara con los cómics de «Star Wars» que había hecho Marvel hasta entonces.
A nivel de dibujo, en vez de empezar con un Infantino en horas bajísimas, empiezan por todo lo alto con John Byrne y siguen con un Kerry Gammill pletórico (´la única etapa que me parece floja a nivel de dibujo es la Ditko, que tiene un estilo muy adecuado para algo en plan noir, pero creo que no le pilla el punto a las aventuras pulp). Y a nivel de guión, creo que David Michelinie, salvo algunas meteduras de pata ocasionales (esa particular visión que tiene de la Barcelona de 1936), escribe unas aventuras entretenidísimas y con unos diálogos en los que suelen abundar las frases para el recuerdo, como ese «Otro triunfo de la decencia, la civilización… y de las armas automáticas» dicho tras repeler el asalto de unos nativos con ganas de bronca, o ese «¿Que si tengo algún argumento en contra? ¡Tengo media docena!» dicho mientras desenfunda su revólver.
David Michelinie es la respuesta a la pregunta «¿Y si a Bendis lo hubiese editado Jim Shooter?»
Gammill está bien. Buscema también.
Y Butch Guice.
La primera colección que hice regularmente en kioskos, hasta ese momento mi infancia vivía de retapados. Y ni siquiera había visto la peli, pero conocía a Indy igual.
Aquí hay que adoptar una lógica silveragesca y asumir que Indiana es, por leyes de la física de ese género, incapaz de herir a su estudiante. Como muchó, le dará al aire, nunca le dejará la cara hecha un trapo.
Como en esas historias es clave la rapidez narrativa, nadie piensa en llamar un médico o intentar salvar al herido… Show must go on!
Son esas asunciones que has de hacer para que el género se sostenga, o de lo contrario te pones a pensar en cuántos maleantes habrán quedado con lesiones para toda la vida debido a algún puñetazo que Spider-Man les asestó demasiado fuerte (o ni siquiera eso, basta con una mala caída contra el suelo después de recibir un golpe del héroe de turno).
Esa ultima imagen si que enseña lo que es una buena narrativa. Basica y corta pero buena.
Atención a los ángulos y la combinación planos para crear dinamismo prácticamente sin acción, además de la inclinación de figuras y/o dirección de la acción y/o las miradas:
Además de por supuesto junto con esto usar el tamaño de las viñetas y manejando los textos para controlar el ritmo de la escena. Y así por 20ypico páginas.
¡Que alguien avise a Marcus y a Indy que en la última viñeta de su conversación van directos hacia el muro de antimatería de «Crisis en Tierras Infinitas»!
1941, estupendamente adaptada al cómic (pintado) por Rick Veitch y Steve Bissette para un librito de Heavy Metal (como 1941 The illustrated story).