Bueno, más bien se publica dentro de unas horas, pero por la mañana. Como M’Rabo no me deja editar sus posts y se vuelve loco a gritar censura, no puedo explicar dentro de su post que no se ha vuelto loco -no del todo- y que el post que se publica mañana tiene toda la mala intención contra mi persona, en venganza por haber criticado Camelot 3000. Y eso que no hablé de los cómics de Hal Jordan de los 60, que eso sí que es canela fina…
Y tampoco es cuestión de reventarle el post de mañana a M’Rabo tal y como lo ha hecho él, porque para mí el cómic del que va a hablar es muy personal y el muy canalla no debería hablar de el antes que yo. Pero claro, ¿tiene sentido respetar el fair play, el juego limpio y esas mierdas cuando M’Rabo fuerza la máquina de esa forma y me putea de tal forma? ¡A eso digo no y también digo que un cuerno! ¡Se puede recrear en su nostalgia todo lo que quiera, pero por mucho que no tenga vida propia no tiene por qué robármela a mí! ¡M’Rabo, pensaba hacer de este un micropost sólo para que la gente entendiera tu enajenación de mañana, pero VOY A REBELARME!
Hubo un tiempo en el que no había leído nunca un tebeo de DC. Cero, zilch, na de ná. DC para mí era totalmente desconocida, y Superman era un personaje del cine con el que la gente se ponía muy pesada. Es más, todos los críos se ataban la bata en el recreo a la altura del cuello y sin ponerse las mangas, pero yo no lo hacía por Superman, lo hacía porque era lo que hacían todos. Y si no conocía a Superman, a Batman menos todavía, con lo que después de lo que os voy a contar coincidiréis conmigo que ojalá hubiera conocido a Batman. La cuestión es que aquel soleado día de diciembre -o de enero, que hace ya muchos años y me vais a perdonar que no me acuerde teniendo en cuenta que algunos de los que leen esto no estaban ni en proyecto- acabó en mis manos esta cosa:
Os recuerdo que en aquel momento ni siquiera había visto la película de Superman, estaba bastante más familiarizado con Superlópez -¡ése si que molaba!- que con la historia del nota kryptoniano. La cuestión es que leí aquel cómic y me quedé estupefacto. Primero porque me parecía ultrajante que el cómic empezara por una historia completa y luego me publicaran media con la historia de un crío gilipollas que se disfrazaba de Superman, ¿no era más lógico publicar primero la que estaba a medias y luego la entera? Pero lo importante es que “El día que estalló la Tierra”, ése cómic que estaba pensado para que lo leyeran niños de 8 años -¡y yo era más joven todavía!- me pareció una absoluta basura. Venía a contar que unos alienígenas se aburrían de su inmortalidad y se dedicaban a hacer ginkanas por el universo, enterrando piezas de un mapa del tesoro en la Tierra debajo de las placas tectónicas para que luego vinieran otros alienígenas a buscarlas y tener amplia diversión. ¿El problema? Pues que esos hijos de puta para sacar las piezas preferían reventar el planeta entero del tirón y mandarnos a hacer gárgaras.
El post de M’Rabo viene a contar punto por punto la historia y decir que es maravillosísima -el muy idiota va a hacer daño, así de mala persona es- pero a la hora de la verdad pasa por alto que la narración, aunque ha evolucionado algo respecto a la etapa Weisinger, sigue siendo arcaica y poco amistosa para los nuevos lectores, porque se limita a dar por hecho que ya vienen siendo fans irredentos del personaje y la existencia de todos los personajes gira alrededor del Hombre de Acero. Honestamente, es un cómic mediocre tirando a malo, pero lo que lo convierte para mí en el peor cómic de Superman de la historia es el hecho de que me hizo odiar a Superman durante años. Y hacer que un niño aprenda a odiar a Superman por haber leído uno de sus cómics tiene muchísimo delito.
Así que con esto ya podéis entender el post de mañana. Fue una eternidad -porque eso son los años cuando eres un crío- odiando a Superman, despreciándolo y negándome a leerlo. El daño acabaría reparándose con el tiempo gracias al buen hacer de los autores de la DC post Crisis, pero siempre odiaré este cómic por lo lamentable que es en general -que lo és- y por un detalle en particular: pudiendo haber elegido cualquier otro cómic del Kiosko, tuve que caer en el cebo Weisingeriano, en la portada espectacular. Podría haber cogido un tebeo de la Bruguera o uno de Los 4 Fantásticos -estaba Byrne en la serie, ¡canela fina!- o incluso La Cosa del Pantano. Podía -y de aquella portada me acordé durante años- haber elegido otro cómic con un personaje desconocido enfrentándose a Hulk… Podía haber elegido a Batman:
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