La segunda mitad de la década de los ochenta fue una época en la que los autores que habían crecido con los cómics de superhéroes quisieron mostrarnos otro aspecto de ellos. Es cierto que los superhéroes ya no eran aquellos perfectos boy-scouts inocentones de la edad de oro, pero en esta época algunos autores quisieron llevar las cosas un poco más allá y nos dieron grandes cómics como el Escuadrón Supremo, Watchmen o Batman: The Dark Knight Return entre otros. Pero a finales de aquella década hubo un cómic, y un par de autores, que destacaron en este terreno por su brutalidad, su crudeza y un humor negrísimo, el Marshal Law de Pat Mills y Kevin O’Neill.
El Juez Dredd es una nenaza al lado de Marshal Law
En un futuro no muy lejano un gran terremoto ha destruido la ciudad de San Francisco, pero de las cenizas de la destrucción de la metrópolis ha nacido una nueva ciudad, San Futuro. Pero el mayor problema de esta ciudad no son las secuelas del terremoto, la pobreza o el crimen… su mayor problema son los superhéroes. Originalmente estos habían sido creados como parte de un programa gubernamental dedicado al desarrollo de supersoldados, con la intención de utilizarles como armas vivientes en las guerras que el gobierno Estadounidense libraba por todo el mundo. Pero al término de estas, todos aquellos hombres y mujeres a quienes el proceso para dotarles de superpoderes y el trauma de sus experiencias en la guerra habían dejado mentalmente perturbados, y al desaparecer el propósito por el que habían sido creados no encontraban sentido a sus vidas. Así que ya que el gobierno les había disfrazado como superhéroes para ayudarles a adaptarse al proceso de recibir sus poderes, en eso es en lo que se convirtieron…
Aunque alguien estaría en desacuerdo con eso de que son superheroes…
Psicópatas, degenerados, violentos, irracionales y lunáticos, así eran los superhéroes de San Futuro, seres con poderes que les permitían hacer lo que querían… y lo hacían. Para mantener a raya a seres así hacía falta un policía a su altura, alguien tan violento, tan brutal y despiadado como ellos, alguien que odie a estos superhéroes con toda su alma pese a ser en el fondo tan parecido a ellos… Hacía falta Marshal Law. Este era otro veterano de guerra que había pasado por el mismo proceso que el resto, pero que había encontrado una salida diferente a su violencia, proteger a los ciudadanos de los locos violentos con superpoderes que decían protegerles… una misión que alguien debía hacer aunque no disfrutase con ello… bueno, quizás un poco…
No se le puede negar que al menos disfruta con su trabajo
Tengo que reconocer que antes de leerlo yo tenía una impresión algo equivocada acerca de este cómic. A través de lo que había leído me había convencido de que Marshal Law era un cómic que simplemente ridiculizaba el género superheroico, pero tras haberme leído todo lo publicado he podido darme cuenta de que ni por asomo era eso. Si, para Mills y O’Neill no hay nada sagrado y no dejan títere con cabeza, la sátira superheroica aquí está a la orden del día, y no hay tópico, convención del género o personaje que dejen en pie. Juez Dredd, Vengadores, Patrulla-X, Liga de la Justicia, Sociedad de la Justicia, Legión de Superhéroes, e incluso los “héroes” noventeros… todos estos personajes y muchos más son destrozados de la forma más bestial por Pat Mills y Kevin O’Neill, pero se nota en cada página no solo que esto lo ha escrito alguien que ha leído muchísimos cómics de superhéroes y que les tiene cariño (aunque el propio O’Neill ha dicho en alguna entrevista que Mills no se leyó un cómic de superhéroes hasta ser adulto), sino que detrás de la fachada se esconde algo bastante más serio.
¿Un veterano grupo de héroes patrióticos ante el comité de actividades antiamericanas del senado? Esto no lo escribe alguien que no sepa de superheroes…
Con la excusa de la sátira superheroica (que de esa también hay y mucha) Pat Mills se dedica a crucificar sin piedad todo lo que le cabrea del mundo, la brutalidad policial, el belicoso intervencionismo Estadounidense en el mundo y como tratan después a sus soldados una vez no les son útiles, el terrorismo de estado, la tortura, la prensa amarilla y la telebasura, el capitalismo, las grandes corporaciones… Todos ellos temas que por desgracia no han perdido un ápice de actualidad, siendo tan validos los mensajes de este comic hoy en día como lo fueron hace veintisiete años.
Lamentablemente no puede decirse que las cosas hayan cambiado mucho en estas ultimas décadas…
Pero por increíble que sea el trabajo de Pat Mills en este cómic, Marshal Law no sería lo que es sin el no menos increíble trabajo de Kevin O’Neill. Y es que no se me ocurre un dibujante más apropiado para este cómic que aquel de quien el Comics Code llego a decir una vez que todo su estilo era cuestionable y ofensivo, algo que sin duda el debió tomarse como un elogio. Pero es que es precisamente ese estilo, a ratos grotesco y caricaturesco pero profundamente expresivo y esa capacidad de crear escenarios surrealistas, que tan poco supieron apreciar los directivos del afortunadamente difunto Comics Code, es parte de lo que hace tan grande este cómic.
La imaginación de Kevin O’Neill no parece tener límites
Si buscas violencia desenfrenada y una crítica social a todo lo que se mueva, Marshal Law es el cómic que estas buscando. Eso sí, este es uno de esos casos en los que casi me siento obligado a recomendar que quienes quieran hacerse con este gran cómic, de ser posible se pillen su reciente edición en ingles, que en su edición española alguien tuvo la genial ocurrencia de dividir el recopilatorio americano de gran formato en tres tomos tamaño comic-book con un precio total de unos 45 euros, casi el doble de lo que cuesta la edición en ingles y en una edición de peor calidad, la clase de crimen que Marshal Law no dejaría pasar….