En este viaje nostálgico por la DC de antaño en el que me he embarcado, “gracias” a la política de la actual DC de no publicar apenas nada que valga la pena, me quiero detener hoy en otra serie clásica de la casa. En 1991 Richard Bruning y los hermanos Adam y Andy Kubert hicieron una actualización de uno de los personajes clásicos de la editorial, Adam Strange. La línea Vertigo aun no había nacido, pero DC se dirigía decididamente hacia ella con un número cada vez mayor de series y miniseries enfocadas a un público más adulto, entre las que se encontraba esta moderna re-visitación del “hijo bastardo” de John Carter y Flash Gordon.
La DC de antes, cuanto la echo de menos…
Pero aunque la serie la escribió Richard Bruning (antiguo director de diseño de DC) fue Alan Moore quien planto las semillas de esta serie. Durante muchos años Adam Strange fue lo más parecido a Flash Gordon que tuvo DC, un héroe que parecía surgido de los Pulps y que periódicamente era transportado a través de un “Rayo Zeta” al planeta Rann, donde defendía a su hogar adoptivo de toda clase de amenazas mientras trataba de mantener su relación con su alienígena esposa Alanna. Pero en las páginas de su Cosa del Pantano Moore nos mostro que bajo la brillante superficie de Rann se escondían muchos oscuros secretos que el héroe desconocía. Rann era un planeta moribundo en el que ya apenas crecía nada ni nacían niños y Sardath, su suegro y científico supremo de Rann, era algo más que simplemente un genio despistado.
Cuanto le debe esta editorial a Alan Moore
Fue en este punto donde comenzó la serie que acabaría conociéndose como “Adam Strange: The Man of Two Worlds”. Sardath había descubierto muy convenientemente una forma de evitar que Adam se transportarse de vuelta a la tierra periódicamente y pudiese permanecer indefinidamente en Rann justo cuando Alanna se había quedado embarazada. Por lo que Adam estaba preparándolo todo para un último viaje a la Tierra para dejar resueltos todos sus asuntos allí y poder comenzar su nueva vida como habitante permanente de Rann. También descubríamos que pese a ser el héroe que había salvado Rann incontables veces, muchos de sus habitantes le despreciaban por su origen alienígena y no le querían allí y se estaba gestando una rebelión para tomar el poder en Rann y desterrar a Adam. Definitivamente esto tenía poco que ver con el Adam Strange de los tiempos de Mystery in Space.
Estos idílicos momentos no durarían mucho
Desconociendo todo lo que se preparaba en su hogar adoptivo Adam se despidió de su familia terrestre y se dispuso a regresar, esta vez para siempre, a Rann. Pero algo fue mal, el nuevo Rayo Zeta le transporto a Rann, si, pero le volvió medio loco haciéndole sufrir toda clase de aberrantes alucinaciones. En ese estado de irracionalidad Adam acabo dándoles una excusa a todos los Rannianos que le odiaban y fue desterrado. Odiado por un mundo al que había salvado de la destrucción una y otra vez, Adam Strange tendría averiguar que estaba sucediendo realmente en Rann, desenterrar todos los oscuros secretos de su hogar adoptivo y encontrar la forma de recuperar a su familia y la confianza del pueblo de Rann.
De héroe de Rann a enemigo del pueblo en un instante
Richard Bruning no se ha prodigado mucho como escritor, y hoy en día es casi más conocido por ser el marido de Karen Berger que por otra cosa, y es una lástima, ya que en este comic demostró que la ciencia-ficción “seria” no se le daba nada mal. Consiguió actualizar al personaje pero respetando su pasado, algo que podrían aprender en la DC actual, que eso de borrarlo todo para empezar de cero (más o menos) es la solución simplona y sin talento. Lo que tiene realmente merito es construir sobre lo que han hecho los que estuvieron antes que tu, y eso fue lo que hizo aquí Bruning. En el apartado grafico contamos con una colaboración entre los hermanos Kubert, con Andy encargándose del dibujo y entintado y su hermano Adam del coloreado. De todo lo que he leído dibujado por Andy Kubert este comic es mi favorito, seguramente sea porque este, uno de sus primeros trabajos, es aquel en donde más se nota la influencia de su padre el gran Joe Kubert. Aquí Andy nos muestra las dos caras de Rann, la super-tecnologica que siempre habíamos visto, pero desde una óptica más “sucia” y opresiva y las más salvaje y tribal que descubríamos junto con Adam Strange en esta historia. Para ser su primer trabajo profesional Andy Kubert paso con sobresaliente en esta historia.
El trabajo de los Kubert en este cómic fue una delicia para la vista
Creo que nunca me cansare de decirlo, DC debería aprender y mucho de cómo funcionaba la editorial en esta época entre mediados de los ochenta y principios de los noventa, cuando era una editorial que corría riesgos y se atrevía a publicar cosas diferentes a lo que había estado publicando siempre, con una diversidad temática y de publico objetivo de mayor calidad que este horror “imaginero” en el que se están hundiendo hoy en día. Yo por mi parte mientras DC siga así me limitare a seguir disfrutando de todo aquello que publicaron hace décadas, cuando sabían que para hacer un buen comic simplemente tenían que dejar trabajar a buenos autores.
«el nuevo Rayo Zeta le transporto a Rann, si, pero le volvió medio loco haciéndole sufrir toda clase de aberrantes alucinaciones.»
Con imagenes que recuerdan a los momentos de delirio de Tim Robbins en «Jacob’s Ladder».
«Consiguió actualizar al personaje pero respetando su pasado, algo que podrían aprender en la DC actual, que eso de borrarlo todo para empezar de cero (más o menos) es la solución simplona y sin talento. Lo que tiene realmente merito es construir sobre lo que han hecho los que estuvieron antes que tu, y eso fue lo que hizo aquí Bruning.»
Nunca mejor dicho. El reboot es el escape del editor mediocre y refugio del guionista sin talento.
pd: Da verguenza que al pobre Adam lo dejaran tirado despues de esto y no fuera hasta casi 10 años despues, que de la mano de Mark Waid(que estaba haciendole una suplencia a Morrison en JLA) se volviera a tocar al personaje.
A mi es que eso de los reebots siempre me recuerda a algo que me dijo una vez un profesor de informática que tuve, que si para arreglar un ordenador tenia que formatearlo e instalarlo todo de nuevo sentía que había fracasado.