El mal funciona siempre por fases, aunque muchas veces nos parezca que viene de sopetón, porque suele pillarnos por sorpresa. Un día a un chaval que esta recuperándose de una operación en el hospital recibe unos cuantos cómics como regalo. Ese mismo chaval, años más tarde, decide abandonar sus estudios de psicología para ser escritor. Aprovechando que trabaja para el periódico de la universidad, Scott Lobdell -que así se llama el interfecto- empieza a entrevistar a gente como Al Milgrom, y con eso empieza a meter el pie en la puerta. Poco a poco empieza a enviarles propuestas para historias, que él mismo envía en persona. Durante tres años aquel pesado estuvo enviando historias, a cual más absurda, con los personajes más extraños y olvidados, todo en un intento claro de conseguir colar lo que fuera. Y entonces llegó Tom DeFalco…
Scott Lobdell en la cumbre del éxito: Su editor, su mujer, sus camisas…
Desde 1987 y con la caída de Jim Shooter, Tom DeFalco había sido el jefazo de Marvel. Su gestión es descrita como «continuista» pero con poco poder, y con los años y compra por parte de Revlon de la editorial, DeFalco acabará su mandato saliendo por la parte de atrás. Pero en el momento en el que nos encontramos, a finales de los 80, DeFalco todavía tiene poder para colarse en todas las series que hace Walter Simonson y crear nuevos proyectos como Marvel Comics Presents, una serie basada en relatos cortos de unas ocho páginas en las que se serializan historias de personajes importantes de la editorial junto a otras más pequeñas de relleno con los personajes más absurdos. Lobdell se da cuenta de que ahí está su puerta de entrada, y se lía a mandar historias de los personajes más absurdos de la historia de Marvel, que son rechazadas una y otra vez por la editorial. En uno de los raros casos en los que algún editor se molestó en contestarle, DeFalco le comentó en la carta que «la historia no era tan mala como la última vez». Tremendo error, porque esto le dió alas a Lobdell y le hinchó el ego desmedidamente, provocando que el mal prosiguiera con renovadas fuerzas durante más años todavía. DeFalco, consciente de que tiene que rellenar Marvel Comics Presents con lo que sea, decide darle una oportunidad a Lobdell encargándole historias sobre los personajes secundarios olvidados de Contest of Champions (una serie limitada de Marvel de principios de los 80 en la que se inventaron un montón de personajes absurdos de todo el mundo de los que nadie había vuelto a hablar) o de personajes secundarios de series ya canceladas como El Águila de Power Man & Iron Fist (que acabaría siendo el primer trabajo de Lobdell en la serie, decir que su versión de España es despollante es poco). DeFalco ve en esas historias un relleno rápido que guardar en el archivo en caso de necesidad que nunca caduca al usar personajes totalmente olvidados a los que ningún autor de la editorial ve el menor interés.
Típica portada de los 90: Imitando a Jim Lee y sodomizando personajes en todo momento.
Hay que tener en cuenta que Marvel Comics Presents termino siendo un despropósito, y es un proyecto fallido de principio a fín. El formato revista de cómic nunca ha encajado bien con los superhéroes, y la serie acabó pasando de tener una historia fuerte y tres malillas a tener cuatro historias lamentables. La gestión de la revista pasó de intentar tener a profesionales importantes de la editorial en la portada a acabar estando compuesta al cien por cien por historias «de relleno» como las de Lobdell. Pero el primer encargo de Lobdell que vería la luz del día no estaría en MCP, si no en la revista humorística de Marvel, What The…?:
Charlie America es una de las dos historias de Lobdell que se publicaron en el número 3 de What The…? y que suponen su primer trabajo publicado.
Al margen de que tuviera gracia o su material fuera bueno, Lobdell trabajaba y entregaba a tiempo, con lo que de pronto se había convertido en «el tío de los marrones»: ¿Que hace falta una historia para rellenar el último número de «What The…?»? Llama a Scott Lobdell. ¿Que Bill Mantlo deja Alpha Flight porque un indeseable lo ha atropellado y lo ha dejado en coma? Ahí esta Scott Lobdell, sacando a Estrella del Norte del armario. ¿Que John Byrne manda a la mierda a Lee y Portaccio en X-Men? Scott Lobdell escribirá lo que sea, y más si le da los cheques de royalties que da X-men. Los primeros años de Lobdell en X-men son al servicio de otros autores. Primero al servicio de Lee y Portaccio, luego al servicio de Nicieza -otro chapuzas de la editorial, pero que había conseguido sacar adelante con muchísimo éxito uno de los proyectos de DeFalco por el que nadie daba dos duros, New Warriors-, Scott Lobdell estaba siempre a las órdenes de esos y de Bob Harras, que al final era el editor mutante y el que cortaba el bacalao en todos los casos, diciendo por dónde iban a ir los crossovers y esas gaitas. Asi que es dificil hablar de un número de la serie que sea 100% Lobdell, ni siquiera en el caso de su Generación X, la serie que había creado el mismo a imagen y semejanza de los Nuevos Mutantes de Claremont y que el mismo calificó como el «Watchmen de los 90». Tras mucho darle vueltas a la cabeza y desestimar grandes crossovers y «grandes hitos», he visto que lo mejor será dejar que los fans de Lobdell decidan. Haciendo una búsqueda por internet, he encontrado un listado de Comic Book Resources con las mejores historias de Lobdell votadas por internautas. Según ese listado, la mejor historia de Lobdell en Uncanny es el número 303, número que me va a resultar la mar de útil porque resalta sus defectos y ¿virtudes? por igual. Vamos con ello:
Creo que el cómic tuvo una versión en la que el fondo era policromado y esas mierdas, pero en ninguna de ellas te decían «HEMOS MATADO A ILLYANA! HIJOSDEPUTAAAAAAAAAAAAA!!!»
El número viene dibujado por un tal Richard Bennett Lamas, un dibujante uruguayo que trabajó en Continuity, Marvel e Image a principios de los 90 para acabar pasándose al dibujo de storyboards y arte conceptual. Para los desastres que teníamos que soportar por aquellos tiempos, hay que decir que el dibujo de Bennett no agrede mucho a la vista, y aunque el referente sigue siendo el dúo Lee/Portaccio, a ratos recuerda a Raney y alguno de los clones menos lamentables de aquellos tiempos (porque hubo clones muy MUY lamentables). La primera imagen con una splash page de Jean Grey es una Lobdellada en estado puro, con un millón de textos de apoyo en los que no se dice absolutamente nada de nada. En su defensa se podría decir que Lobdell sigue la orden de imitar a Claremont en todo lo posible, pero eso no obliga a que en los cuadros de texto sólo haya paja. Para decir que Jean está preocupada está el dibujante (que en la imagen sí que está cumpliendo ese trabajo, a pesar de la pose imposible), pero en este caso no es necesario para la historia explicar que Jean Grey ha sido Fénix. Con decir que es telépata y que estos son los X-men, mutantes nacidos con poderes que les hacen distintos al resto de la humanidad a la que defienden por mucho que les tema y les odie, ya vale. Y te sobra poética de baratillo.
De haberse publicado cinco años antes, cualquiera habría dicho que esto era una parodia de Chris Claremont. Pero no, era un patético intento de imitar su estilo…
En las siguientes cuatro páginas no nos vienen a contar nada, Júbilo esta deprimida por algo y Lobdell sigue rellenando cajas de texto de un guión que probablemente despachó con «Página 1, Jean Grey preocupada. Página 2-3, Jean preocupada mientras Júbilo juega con Cerebro con cara de asco. Página 4, Jean discute con Júbilo para que le cuente que tripa se le ha roto. Página 5, Júbilo cuenta que la mansión estaba muy solitaria.» Y podríamos seguir así toooooodo el comic, porque ése es Lobdell y así se funcionaba por aquellos tiempos -cuando lo importante era poner viñetas gordas de gente con los músculos agarrotados- y así funciona hoy en día en DC. Pero sigamos a lo nuestro, no se si os acordais de que la semana pasada comenté que el crossover Inferno vino a cuento de que a Illyana, la hechicera demoniaca de los Nuevos Mutantes, se le había desmandado su dimensión demoniaca personal y dejaba Nueva York hecha un desastre. La cuestión es que la saga terminó con Illyana perdiendo toda influencia demoniaca y sufriendo una regresión completa a su infancia, a los tiempos anteriores a que el demonio Belasco la raptara y… Bueno, no me lio más. El caso es que Illyana Rasputin es hermana de Coloso, era la amiga de Kitty en el 168 de Uncanny -ése de «El Profesor Xavier es un idiota»- y desde Inferno sus compañeros y amigos de los Nuevos Mutantes la habían dejado al cuidado de sus padres en la granja familiar de los Rasputin en la comuna de Ust-Ordinsky (o como se escriba).
¿Por qué guiña el ojo Moira? ¿Que insinúa?
Pero la alegría dura poco si hay cenutrios cerca, y mira por donde que una de las primeras animaladas que perpetró Fabian Nicieza en X-men fue el asesinato de los padres de Magik y Coloso, forzando el regreso de la niña al universo mutante y haciéndola caer en las manos de Scott Lobdell. El cual, por supuesto, la infectó con el virus del legado (un SIDA que sólo afecta a mutantes) y para cuando empieza esta historia la niña esta terminal, con Charles Xavier intentando como puede evitar que la pobre copo de nieve se vaya al otro barrio. Todo esto lo podría haber contado Lobdell en todas las páginas que ha desperdiciado hasta ahora, pero eso ya da igual, porque nos lo va a contar igualmente en las siguientes…
Y si este no es uno de los peores clones de Jim Lee de la época, imagínate como eran los realmente malos…
Y sí, ésta es Kitty Pryde. Que ha crecido y ahora habla ruso (ni idea de cuando lo aprendió). La Illyana que tenemos aquí no tiene recuerdos de su adolescencia anterior, asi que no recuerda a Kitty como una de sus mejores amigas. Sin embargo, podemos decir que Illyana si conoció a Kitty cinco minutos antes de ser raptada, y que después de Inferno creo recordar que también volvió a verla. Si sumamos a eso que Lobdell ha hecho un esfuerzo de dos páginas para decir que Kitty ha seguido vistándola y enviándole cartas siempre que ha podido, podemos aceptar barco. De esta te libras, Lobdell, aunque me tienes que explicar un día de estos como Kitty aprendió ruso… Pero eso será mañana, que esto ya me ha quedado monstruosamente largo.
«¿Que Bill Mantlo deja Alpha Flight porque un indeseable lo ha atropellado y lo ha dejado en coma? »
???!! o.O
«El número viene dibujado por un tal Richard Bennett Lamas, un dibujante uruguayo que trabajó en Continuity, Marvel e Image a principios de los 90 para acabar pasándose al dibujo de storyboards y arte conceptual.»
Y gracias a los dioses que lo hizo, como dibujante de comics era la verguenza nacional.
«El cual, por supuesto, la infectó con el virus del legado (un SIDA que sólo afecta a mutantes) y para cuando empieza esta historia la niña esta terminal, con Charles Xavier intentando como puede evitar que la pobre copo de nieve se vaya al otro barrio.»
Al final de su infame paso por X-Men no cabe duda que Lobdell la tenia encontra de los Rasputin.
A Bill Mantlo lo atropelló un canalla que se dio a la fuga a principios de los 90. Nunca se supo quien fue el culpable, pero el hombre estuvo en coma hasta hace muy pocos años.
Y Lobdell y Nicieza no tenían ni idea de que hacer con los Rasputin, asi que se los fueron cargando como pudieron. Lo peor de todo es que ellos mismos no fueron conscientes de que en realidad no tenían ni idea de que hacer CON NINGUN PERSONAJE!!!
Muy divertidos tus posts!!
Te dejo un enlace que encontre, con varios extractos de entrevistas a los autores de la epoca q estas reseñando:
http://secretsbehindthexmen.blogspot.com.ar/2012/06/changing-x-men-directions.html
Saludos!
¡Buen aporte! Me queda pena de no repasar estos cómics con más profundidad, pero al final la idea principal de esta serie es la de demostrar si Claremont es tan importante como siempre hemos creido.
Y de momento algo creo que nos esta quedando claro, Scott Lobdell era un puto desastre!
[…] todo lo que puede de los cómics de su antecesor, pero la falta de talento provoca engendros como el 303 de Uncanny: Lo que debería ser un número emotivo de desarrollo de un personaje, para que el lector conozca […]