Por Mallister.
…O esa película que me ha hecho pasar el rato más similar a una sesión de tortura que he debido tener jamás. Cosa que no puedo explicar teniendo en cuenta el buen reparto de la película… Bueno, en realidad todo se explica con una frase: Uwe Boll es el director.
En mi realidad hay dos grandes categorías que me sirven para clasificar las películas que me gustan: las películas que son tan buenas que me hacen quedarme extasiada, y las películas que son tan malas que pueden llegar a ser hasta una buena película cómica con ayuda de los amigos (Ej.: Bitch Slap). Pues bien, “En El Nombre del Rey” no está en ninguna de esas dos categorías porque no solo es mala, sino que es un atentado contra la salud mental. Desde aquella noche no hago más que preguntarme por qué el señor Uwe Boll es director. Hasta me pregunto por qué no está en la cárcel por haber creado un arma capaz de destruir todas las neuronas del cerebro humano en un record de… una hora y veinticuatro minutos.
En fin. Vamos a dar por hecho que los que estáis leyendo esto no habéis visto la película (que en el caso de Victoria Criss se que es verdad porque me puso la película y luego se durmió al de cinco minutos dejándome sola ante el peligro, la muy traidora) y os voy a enumerar las razones por las que prefería sacarme los ojos antes de volver a verla.
En el Nombre del Rey es una mezcla entre Hércules, el Rey Arturo y los Power Rangers. Con esto quiero decir que es totalmente predecible, lo que la convierte en un truño realmente aburrido desde el mismísimo principio. La historia comienza así: una horda de masillas-orco controlados por un mago malvado (Ray Liota, que qué mal envejece, por cierto) ataca el idílico pueblo del protagonista. Porque eso es lo que son, el fatídico resultado obtenido por aparear una masilla con un orco del Señor de los Anillos. Lo único que les faltaba era el característico sonido/latigazo de las peleas televisivas de los noventa, porque por lo demás se movían y actuaban exactamente igual, además de que algunos se deshacían antes de tocar el suelo… Dioses. ¡Es que miradlos! Los voy a llamar “orsillas”.
En fin. El protagonista (Jason Statham), que es un granjero tan granjero que, de hecho, se llama “Granjero”, pero que en realidad es otra cosa y… no, no es un travesti. Dioses lo que habría dado porque fuera un travesti, de verdad. Pero no: es un espartano. Como iba diciendo, Granjero coge su espada y se pone a ensartar orsillas como si fuesen pinchos morunos porque, como todo jugador de rol sabe, no hay granjero que no sepa manejar la espada a la perfección.
Mientras, el hijo de este huye corriendo a velocidad normal de vídeo de un orsilla que simplemente camina detrás de él ¡y que encima lo hace a cámara lenta! Y, a pesar de lo que podéis estar pensando, le alcanza. A ver… Eso está mal hecho. Yo ahí ya perdí una décima parte de mi cerebro entre lo mal que estaban montadas las escenas, los extraños cortes y las malvadas transiciones, y eso que no soy de audiovisuales. Uwe Boll, ese hombre que abusa de los planos aéreos al estilo del Señor de los Anillos.
Siguiendo con la historia o como queráis llamarlo; la mujer de Granjero (Claire Forlani) corre mejor suerte porque solo la secuestran, y, como podéis imaginaros, el protagonista sale a su rescate con dos tiarrones más (John Perlman y otro actor no famoso) dando comienzo a las “Legendarias aventuras de Granjero”.
Su primer destino es un bosque mágico, literal, en el que unas enredaderas se enredan -valga la redundancia- en sus piernas y los dejan colgando bocabajo. Entonces las hadas, no, las amazonas, no, las ninfas, no… En fin, unas mujeres bajan a cámara lenta, extremadamente lenta, de los árboles mediante lianas. Si… esas lianas que te encuentras normalmente en un bosque de clima templado, yo también lo pensé… Por cierto, todo esto con efectos especiales horrendos. Y bueno, no recuerdo muy bien que pasó a continuación porque entonces Victoria Criss empezó a hablar en sueños, cosa que me pareció muchísimo más interesante que la película, así que dejé de verla sin pausar para escuchar los sinsentidos que estaba diciendo esta mujer, y para cuando volví a prestar atención a la película ya habían cruzado el bosque.
Desde este punto podemos hacer un flashforward porque ni me acuerdo de que pasaba ni quiero acordarme. El caso es que Granjero se presenta ante el rey (Burt Reynols), de quién resulta ser hijo, cómo no. Y también conoce a la hija del mago del rey (Leelee Sobiesky), el único personaje que me gustó de la película, mujer a la que el mago malvado había estado absorbiendo sus poderes a base de tirársela una y otra vez. Entonces Granjero empieza a partir las caras de los pobres orsillas, otra vez, en una batalla que parece una escena cómica. Es decir… ¿A quién narices se le ocurre quemar vivos a sus propios soldados y lanzarlos con catapultas al enemigo mientras se mueven como si estuviesen en un capítulo de los Power Ranger? Pues a los orsillas, al mago oscuro que los controla, y a Uwe Boll. Y eso no es todo, porque el director hace derroche de su gran talento y vuelve a mezclar de mala manera escenas a velocidad normal y a cámara lenta cuando las ninfas-amazonas raras llegan en lianas a ayudar al protagonista. Yo sinceramente creo que, para cuando las mujeres esas llegaron al suelo, la batalla ya había acabado.
El rey finalmente la palma durante la batalla después de dos intentos de asesinato (ambos intentos de su sobrino, personaje interpretado por Matthew Lillard, un actor capaz de convertir a un hombre de una historia medieval fantástica en un chulazo del Bronx) y Granjero se convierte en rey. Pero la cosa no acaba ahí… ¡Ojalá lo hubiese hecho! Aún así podéis oleros la escena final, ¿verdad? Yo también la olí y di gracias a los cielos.
La escena final transcurre justo después de que Granjero se fuese con la mujer-ninfa-amazona del bosque y la hija del mago de la corona, quienes le ayudan a entrar en el castillo del mago tenebroso, el cual no tiene puertas porque es muy mínimal. Y, hamijos míos, el derroche de efectos especiales fue tan espeluznante que me puso la carne de gallina, cosa que no hizo la pelea, porque de épica no tenía nada.
La escena sigue adelante, una cosa lleva a la otra y parece que no va a acabar nunca, pero finalmente quién mata al mago tenebroso con una espada es la mujer de Granjero, aquella señora sin sentido del humor que el protagonista había ido a rescatar. ¿Se lo esperaban? Yo no, pero eso no hizo que la película mejorase, solo que acabase la tortura.
Cuando se hizo la luz en la habitación de Victoria Criss, eran las tres de la mañana y yo parecía el hámster de la canción del Reno Renardo. En conclusión: creo que nunca en la vida me había sentido tan aliviada de ver los créditos de una película.
Eso mismo me paso a mi cuando vi Querido John, urg!
No puede ser peor que Dragones y Mazmorras. De hecho con esta crítica solo has conseguido que tenga mas ganas de verla 😀
¿Que no puede ser peor que D&D, Osano? Cómo se nota que no la has visto…
exacto! entre ninjas y «transportadores» (siempre con la camisita verde prolijita) en algun momento espere que aparezca Scooby de la mano del sobrino del rey, jajajajaaaaaaaaaaaaaaa,quizas no es mla, el tema es que…no fue buena!
[…] están traumatizados por tirarse muñecas hinchables. Sin embargo, algunos europeos calvos que van en el nombre del nombre del rey, intentarán detenerla tratando de atraerla a una trampa mediante el anuncio de que Kinect saldrá […]