Después de aquella espantosa etapa del Castigador en la que este se convirtió en líder de la Mano, dio la impresión de que en Marvel decidieron tratar al personaje como si fuese algo radiactivo, mandando bien lejos a Frank Castle, y llegando incluso a reemplazarle brevemente por otro tipo. Pero tras su reaparición en la serie de televisión de Daredevil y su próximo especial de tv que se estrenará el año que viene, Castle ha regresado al cómic y por partida triple nada menos. Dos series escritas por Jimmy Palmiotti, la primera junto con Tommaso Bianchi en la que Castle y Daredevil se ven las caras de nuevo, y la segunda junto con Dan Panosian, ambientada en el futuro alternativo que había creado Christopher Priest para su Pantera Negra, y la tercera de ellas que es en la que me quiero centrar hoy, Punisher: Red Band. En esta Benjamin Percy y Julius Otha nos devuelven a un Castigador tremendamente violento cuya historia continúa directamente de la última vez que le vimos, y aunque aún quedan muchas respuestas por responder acerca de su regreso, lo que sí está claro es que estamos ante una de las series más violentas y sangrientas del personaje.

En los círculos del mundo del crimen como en los policiales solo se habla de una cosa, de una figura vestida de negro con una brillante calavera blanca en el pecho que por donde pasa deja tras de sí un rastro de destrucción y muerte, lo que significa que el Castigador ha regresado. Pero en su larga ausencia algo ha cambiado para Frank Castle, ya que este no recuerda quién es, cómo ha llegado hasta esa Nueva York cuyo nombre desconoce ni cómo es que ha despertado empapado en sangre y rodeado de cadáveres. Solo tiene claro que es un superviviente, que matar es como respirar para él y que no es capaz de hacer daño a nadie que sea inocente. Perseguido por las autoridades y criminales Castle buscará respuestas a las preguntas que le atormentan, mientras viejos amigos tratan de ayudarle y un viejo enemigo en las sombras manipula cada paso que da…

Antes de entrar en materia quiero recordar lo último que supimos del Castigador ya que es bastante relevante para esta serie. En su último cómic, aquella horrenda etapa en la que Jason Aaron nos contó que Castle había sido escogido desde que nació por la Bestia de la Mano para ser su avatar y que siempre había estado vigilado y manipulado por los ninjas a su servicio, llegando a enfrentarse al clan de ninjas de Daredevil (fueron unos años un poco raros) y a muchos otros héroes, Castle finalmente se libró del control de aquel demonio, acabó con quienes le habían manipulado y desapareció sin dejar ni rastro. Al menos hasta que en las dos últimas páginas de ese último número de su serie se nos mostró que se había teletransportado a Weirworld, ese mundo de espada y brujería que en Marvel intentaron mucho poner de moda, encargándose de proteger a los inocentes como penitencia por todo lo que había hecho.

Pero de aquello nunca más se supo, y transcurrieron un par de años en los que nada se supo de Castle y su nueva misión… hasta ahora. Porque aunque ahora le tenemos de vuelta por triplicado, esta serie es la única que ha tocado ese tema aunque de puntillas, especificando que alguien le trajo de vuelta de ese extraño mundo para utilizar sus habilidades. Y aunque sin duda en los próximos números nos contarán con más detalle cómo le hicieron volver, y espero que algún día nos muestren qué estuvo haciendo durante su estancia en Weirworld, es agradable ver que al menos aquí no se intenta pasar por encima, sino que se construye sobre lo que ya existía.

Y lo que construyen aquí Percy y Otha es una de las historias más violentas y sangrientas que he leído del personaje desde los tiempos de la línea Max, y que englobada bajo el sello Red Band, nos muestran un nivel de gore no apto para todos los públicos. Pero dejando de lado esas superficialidades, lo que más me ha llamado la atención es lo bien que este equipo creativo ha entendido lo que es un Castigador ideal. Este no es un hombre atormentado, ni alguien que busca rehacer su vida, y desde luego no es el líder de un clan de ninjas demoníacos, es alguien que volvió muy dañado de la guerra, que se rompió del todo cuando vio morir a su familia y para quien ya no existe nada más que matar a los culpables. Algo que el cómic retrata a la perfección cuando este Castle amnésico se da cuenta de que para él matar no es algo que le haga sentir bien o mal, que simplemente siente que es algo tan necesario como respirar, y esa forma de describir su forma de ser es algo que me encantaría que se grabasen todos los equipos creativos que se encarguen del personaje, que Castle funciona mejor cuando es un fanático que no se cuestiona sus acciones.

Pero el otro aspecto que me ha gustado bastante es cómo Percy y Otha han retratado igual de bien cómo dentro de ese fanatismo de Castle coexiste con su afán de ejecutar a todos a quienes considere culpables, el de evitar hacer daño a los inocentes. Algo que ni siquiera ese control mental al que está sometido, y del que cada vez es más consciente, es capaz de doblegar. Porque impulsarle a matar criminales es fácil, Castle no necesita más motivación para ello que el saber que hay criminales sueltos, pero tratar de que rompa su retorcido código moral es algo muy diferente, y eso es algo que a la larga provocará que quien está moviendo sus hilos tenga un problema enorme entre manos.

Y sin querer entrar demasiado en detalle sobre quién es ese villano que le está manipulando, que de vez en cuando hay que leer las cosas sin saber demasiado lo que nos vamos a encontrar, este es otro aspecto que me está gustando muchísimo. Porque aquí Percy y Otha también juegan con los eventos más recientes acaecidos a ese villano, quien también viene de una etapa lamentable y olvidable, pero en lugar de borrar de un plumazo esos cambios recientes en su caracterización juegan con ellos, convirtiéndolos en una parte esencial de sus motivaciones aquí para manipular a Castle. Y con lo fácil y habitual que es el pasar por encima de lo que han hecho quienes vinieron antes, encontrar un equipo creativo que continúa ese trabajo y salva lo más interesante para construir a partir de ahí, es muy de agradecer.

En cuanto al dibujo, Otha hace todo un despliegue de sangre y violencia en el que no se corta un pelo a la hora de mostrar con toda su crudeza lo extremo de los métodos del Castigador o de sus enemigos. Desmembramientos, cabezas reventadas, gargantas arrancadas y tantos litros de sangre que parece que nos van a salpicar. Pero sería injusto limitar su trabajo a eso, ya que Otha es un dibujante muy bueno y completo que borda igualmente las escenas de acción, que abundan por aquí o esos momentos de tensión en los que consigue que escenas que son puro diálogo estén repletas de tanta tensión como un tiroteo.

Con todo esto este Punisher: Red Band se ha convertido en mi serie favorita de este triple relanzamiento del personaje, que aunque amenaza con saturar, se trata de tres series tan diferentes que no parece que traten de competir por el mismo tipo de público. Así que los fans del personaje estamos de enhorabuena, ya que contamos con una buena y diversa oferta de títulos para todos los gustos que por ahora no llevan un mal rumbo.
