Redescubriendo Las Crónicas de Bozz de David Michelinie, Bret Blevins

Hoy me toca corregir una carencia enorme en mis lecturas comiqueras, ya que tras décadas posponiéndolo por fin me he leído Las Crónicas de Bozz de David Michelinie, Bret Blevins y John Ridgway. Y con esta lectura tardía he descubierto un cómic increíble, divertido y emocionante que resulta frustrantemente corto, y en el que su equipo creativo superó con creces todas mis expectativas. Así que nos vamos a embarcar en un viaje a una Inglaterra Victoriana de lo más peculiar en la que una pequeña agencia de detectives privados tendrá que ocuparse de los casos más extraños y peligrosos.

La espera ha valido la pena

Cuando Mandy y uno de sus clientes se encontraron accidentalmente con un intento de suicidio que ella acabó impidiendo, esta no tenía ni idea de hasta qué punto iba a cambiar su vida. Después de todo a quien había salvado la vida era a un extraterrestre que había quedado atrapado en la Tierra tras accidentarse su nave espacial, que había caído en una profunda depresión al darse cuenta de que jamás podría regresar a su mundo, y había decidido que su única vía de escape era la muerte. Compadecida por la desdicha de este ser al que acabó llamando Bozz, al ser su nombre impronunciable, tuvo la disparatada idea de proponerle montar una agencia de detectives para así mantener su mente distraída. Una locura que funcionó a la perfección y pronto se convirtieron en el último recurso a quienes acudir cuando las autoridades se desentienden.

Nada como un buen misterio para sacarle de la depresión

Las Crónicas de Bozz fue uno de esos cómics que jamás llegué a ver en ninguno de los puntos de venta en los que compraba cómics de crío, y que solo conocía por los anuncios que veía en otras publicaciones de Forum con aquella portada que me fascinaba por lo extravagante que resultaba. Por suerte hace unos años la editorial Dover reeditó la miniserie en un tomo que conseguí no hace mucho, lo que me ha permitido descubrir que este cómic era muchísimo más especial y delirante de lo que creía. Y la historia de su concepción no es menos peculiar, ya que todo partió del afán de David Michelinie para homenajear el E.T. de Spielberg, pero con un alienígena más comunicativo y atrapado en una era en la que la tecnología no le permitiese construir ningún comunicador. Y gracias a las reposiciones de series de la BBC en la televisión estadounidense este acabó decidiéndose por la Inglaterra Victoriana, ambientación que le inspiró a convertir a su alienígena en un detective.

Esta era la portada que no dejaba de ver en la publicidad y era algo magico

Con esta premisa se presentó ante Archie Goodwin, quien en aquellos años dirigía la Línea Epic de Marvel y le propuso a Bret Blevins como artista para la serie. En manos de Blevins el proyecto cobró vida de una forma increíble, superando con creces todo lo que Michelinie había imaginado, y aunque los apuros con las fechas provocaron que John Ridgway tuviese que unirse al equipo para dibujar el cuarto número este estuvo a la altura de las circunstancias. Por desgracia, y pese a que la serie vendía bastante bien, aumentando las cifras de ventas a medida que avanzaba la serie y no decreciendo como suele ser habitual, unas diferencias creativas sobre las que Michelinie no ha querido entrar en detalles, aunque ha asegurado que no fueron ni con Goodwin ni con Blevins, le llevaron a no querer continuarla. Y tras haber leído la miniserie no puedo decir más que es una tragedia que no continuasen las aventuras de este peculiar grupo de personajes, porque estamos ante una pequeña joya de lo más recomendable.

Sus métodos son un tanto inusuales

De entrada el reparto de la serie es de lo más peculiar. Tenemos a Bozz/Boswell, un alienígena melancólico propenso a los intentos de suicidio cuando no tiene su mente ocupada y que posee unas habilidades extraordinarias, desde levitar a ser capaz de comunicarse con todas las especies terrestres o manipular todo tipo de energías, además de venir de una sociedad en la que la violencia y la mentira son desconocidas. Mandy por su parte es una ex prostituta que se ha encariñado con Bozz y que ha encontrado en su compañía la oportunidad de explotar su mente y su ingenio en lugar de su cuerpo. A estos se les une Salem, un vaquero texano (aunque demasiado a menudo parece canadiense y mutante) que escapó de Estados Unidos huyendo de unos problemillas que había tenido en su hogar, y el detective Fitzroy de Scotland Yard, un hombre de familia noble que no ve con buenos ojos que quiera trabajar como si fuese un plebeyo y que siempre acaba entrometiéndose en los casos de esta agencia porque no es capaz de apartar sus ojos de Mandy.

Menudo trio de personajes

Con este reparto nos encontramos una serie de historias que siguen hasta cierto punto la fórmula de las historias de Sherlock Holmes, con Bozz recurriendo a los intentos de suicidio en lugar de a las drogas cuando no es capaz de mantener su mente ocupada y Mandy y Salem repartiéndose el papel de Watson, para investigar todos esos casos que Scotland Yard no quiere o no puede resolver. Y en este punto es donde me he llevado la mayor sorpresa de esta lectura, ya que como no había querido saber mucho de la serie para descubrir todo lo posible leyéndola, había asumido que investigarían casos convencionales como robos, asesinatos y similares, pero no podría haber estado más equivocado.

Esta serie es cualquier cosa menos aburrida

Porque si Bozz y compañía reciben parte de su inspiración de Arthur Conan Doyle, sus adversarios podrían haber escapado de un libro de Julio Verne, H. G. Wells, H. Rider Haggard o incluso de Lovecraft. De ese modo sus casos les llevan a enfrentarse a científicos locos que han descubierto secretos imposibles, aprendices de hechiceros jugando con fuerzas que no son capaces de controlar y misterios que entroncan con el mismísimo pasado de Bozz. Una combinación de elementos que el propio John Ridgway comenta en el prólogo del recopilatorio lo mucho que la serie le recordaba a menudo a Doctor Who, que no es una comparación nada desacertada. Porque aquí tenemos a un alienígena algo excéntrico que acompañado de sus «companions» humanos vive aventuras repletas de emoción, peligro, humor y todo tipo de elementos fantásticos.

Que bonito es el steampunk cuando cae en manos de grandes artistas

Unas aventuras que cobran vida gracias al enorme talento de dos artistas que en aquellos años, mediados de los ochenta, se encontraban en uno de sus mejores momentos creativos. Bret Blevins, a quien por aquí conocemos sobre todo por su trabajo en Los Nuevos Mutantes, dota al cómic de una autenticidad increíble incluso en sus momentos más fantásticos. Sin duda pese a todos los prodigios que realiza aquí mi favorito es el propio Bozz, esa criatura enorme y amarilla que pese a poseer unos rasgos diminutos en un rostro enorme resulta tremendamente expresivo y entrañable. Pero no se queda atrás a la hora de recrear esa Inglaterra Victoriana, sucia, ajetreada y llena de vida, o cuando tocaba plasmar sobre el papel los elementos más fantásticos de la serie, que no eran pocos.

Blevins era enorme

John Ridgway por su parte, a quien muchos conocimos en Hellblazer, pese a contar con un estilo menos caricaturesco que Blevins, supo adaptarse a las circunstancias para que su trabajo no desentonase con el de este, en una historia que aleja a sus protagonistas de la capital para llevarles a la campiña en donde un aspirante a artista ha hecho un trato con quien no debía y ha puesto a todo el planeta en peligro. Con él la serie se volvió brevemente algo más seria, desapareciendo los pequeños gags visuales y ahondando más en los elementos de terror de este pequeño pueblo sometido a fuerzas diabólicas. Pero pese a este momentáneo interludio el ritmo del cómic no decayó en absoluto y el contraste entre el enfoque de ambos artistas resulta de lo más interesante.

Aunque es cierto que a veces parece que Constantine esta a punto de aparecer

Pero como decía más arriba circunstancias ajenas a la relación del equipo creativo provocaron que estos seis números, publicados entre 1985 y 1986 fuesen los únicos. Una auténtica tragedia teniendo en cuenta el enorme potencial que muestran estos personajes y su mundo a quienes les quedaban infinidad de temas que explorar. Pero pese a que la lectura de este cómic se hace tremendamente corta y nos deja con unas ganas enormes de más, estamos ante una gran obra que espero que acabe siendo reeditada por aquí algun dia ya que merece muchísimo la pena ser descubierta o redescubierta.

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Jesús Manuel Martínez Otero
Jesús Manuel Martínez Otero
2 meses han pasado desde que se escribió esto

Un Epic Comics menor pero suficientemente interesante. Al menos aquí tuvimos la serie de catarlo, no como otros proyectos interesantes Epic como la novela gráfica Void Índigo, la secuela en forma de serie regular de la novela gráfica Piratas del Espacio (Swords of the Swashbucklers) o las minis de Six from Sirius. Una pena que muchos cómics Epic no se hayan recuperado nunca (ni en USA, y algún otro solo haya recibido aún allá reedición en digital, aunque algo es algo ya).

Zatannasay
Zatannasay
2 meses han pasado desde que se escribió esto

Bozz tuvo que ser difícil de conseguir en la época. La distribución fue de aquella manera. Tardé años en ver uno. Era un producto fuera del catálogo habitual y se nota.
Que la coprotagonista fuese una prostituta qu, viendo que ya no tiene que ejercer gracias al dinero que gana con Bozz, le apetezca relación con el extraterrestre ya era un desafío grande en la época

Sobre el cómic, pues es una joyita perdida. Más que la historia en sí, es el tono, ese retrato pícaro de Londres, esa desvergüenza.
Es una lastima que Blevins no haya tenido trabajos más «europeos» que le permitiesen soltarse.
Sus sinuosas y dinámicas líneas son muy personales.
Tiene mucha capacidad para la caricatura.
La sexualidad despanpanante pero dirigida hacia lo Cómico.

La línea Epic es una gran desconocida. Habría que redescubrirla.

Jesús Manuel Martínez Otero
Jesús Manuel Martínez Otero
2 meses han pasado desde que se escribió esto
Responde a  Zatannasay

A Pontevedra llegaba sin problemas. Vale que a la capital y a Vigo, que tenían ya entonces librerías especializadas, en el resto de la provincias estos cómics de Epic y los de Novelas Gráficas Marvel era complicadísimo encontrarlos …aunque a veces sí encontrabas alguno en algún quiosco, librería convencional …o incluso (agárrate los machos) tienda de comestibles (aquí en Galicia no era raro que en los años cincuenta y sesenta en algunas tiendas de comestibles, ultramarinos y tabernas a la antigua (en las que se vendía un poco de todo y no solo bebidas y algo de picar) tuviesen algo de prensa y algunos tebeos, esto prácticamente había desaparecido ya en los setenta, pero alguna gente mayor siguió teniendo este servicio en su local hasta que cerraron en los ochenta o los noventa por falta de sucesión, bien porque no tenían herederos o porque no querían hacerse cargo de estos locales son días libres y a los que locales mucho más modernos les habían comido gran parte de la clientela)

Jesús Manuel Martínez Otero
Jesús Manuel Martínez Otero
2 meses han pasado desde que se escribió esto
Responde a  Zatannasay

La línea Epic todavía tiene joyas ocultas (y más para los españoles, que en las dos fases fallidas que le dedicó Forum tan solo rascaron la superficie). Una pena. Ojo, que tampoco le faltaba morralla (como a la posterior Vértigo de DC). Pero todavía hay títulos chulos a descubrir o redescubrir (como en Vértigo, las más reducidas Helix y Puranha, las independientes Eclipse y First (también fallidas en España, como Epic), o entre las primeras tandas de Novelas Gráficas Marvel (estas mucho más conocidas en España, pero alguna de las interesantes nunca nos llegó aún así) y DC (las primeras colecciones de novelas gráficas de DC son unas totales desconocidas en España, aunque Toutain serializó alguna en sus revistas, caso de la Star Raiders de Atari dibujada por el gran José Luis García López …y Zinco publicó en sus primeros tiempos aquella rareza fantasy de Warlords, que fue un fracaso total, vale que acabo de mencionar Dos no especialmente reseñables más allá de su bonito dibujo).