Las dos caras de Ryan North en Un Mundo Bajo Muerte

El evento de Marvel del verano sigue a su ritmo, y aunque eso es precisamente lo que le falla a veces, el ritmo, y no me está entusiasmando tanto como otros, debo reconocer que, de momento, estoy encontrando en él más cosas que me gustan que cosas que no. Y el número que se ha publicado esta semana, el sexto, es un perfecto ejemplo de ello, donde hay momentos geniales y sutiles de caracterización que se alternan con giros argumentales de los que nos dejan boquiabiertos pero que, al mismo tiempo, fallan al estar demasiado fuera del personaje que está en el centro de ellos. Así que, avisando de que aquí hay SPOILERS y en cantidad, vamos a ver cómo en este número Ryan North nos ha dado una de cal y otra de arena.

Muerte tiene muy mal perder

En este número tenemos dos tramas paralelas que acaban convergiendo, la primera con los Vengadores, con una ayudita de María Hill, tratando de colarse en Latveria y consiguiendo que la Mujer Invisible, la Bruja Escarlata y la Viuda Negra crucen el campo de fuerza que la protege, y por otro lado tenemos a Reed Richards participando en un debate televisivo con el Emperador Muerte para tenerle distraído y que no se dé cuenta de que los héroes están buscándole los trapos sucios en su hogar.

Si es que los debates televisivos los carga el diablo

Esta, curiosamente, ha terminado siendo mi parte favorita del número, ya que aunque a lo largo de los años hemos asistido a innumerables enfrentamientos entre ambos personajes, creo que es la primera vez que este es puramente dialéctico. Un debate en el que lo importante para la historia no son los argumentos; el cómic se limita a decirnos que, aunque los privilegiados cerebros de ambos son capaces de utilizar su lógica para dar fuerza a sus argumentos y apelar a las mentes del público, Muerte es mucho más carismático y es capaz de conseguir que dicho público se deje llevar por sus pasiones y obvien la lógica. Algo que a Reed no se le da tan bien, ya que él es mucho más analítico, más directo; lo importante son los hechos, la verdad pura y dura, no es un Capitán América capaz de conmover con un discurso. Un punto en el que muchos guionistas se equivocan al tratar este aspecto de Reed, como si significase que este es una persona fría y sin emociones, casi un robot, y nada podría estar más alejado de la realidad.

Vamos, que el Doctor Muerte es un fullero

Pero el debate sigue su desarrollo, y Reed acusa a Muerte de saber que el ataque de los vampiros (visto en Bloodhunt) se iba a producir y no hizo nada porque esperaba poder utilizar dicho ataque para forzar que Extraño le cediese el manto de Hechicero Supremo. Algo a lo que Muerte, sin confirmar ni desmentir de forma directa dicha acusación, se limita a responder que Churchill sabía que el ataque a Pearl Harbour se iba a producir, pero que no dijo nada a sus aliados estadounidenses para que estos se viesen obligados a participar directamente en la guerra y acortar su duración, salvando incontables vidas. Y que él, del mismo modo, hizo lo que tenía que hacer para acabar con la epidemia de los vampiros (obviando que es Reed quien ha inventado una alternativa para que los vampiros sacien su hambre sin necesitar consumir sangre humana). Algo que provoca el efecto contrario de lo que esperaba Reed, ya que esto no ha hecho más que reforzar la imagen de Muerte como salvador del mundo, demostrando lo gran manipulador que es.

Lo peor es lo certero que es este retrato de estar de parte del mas cabrón solo porque «dice las cosas como son»

Y mientras tanto, el trío de heroínas que han conseguido infiltrarse en Latveria, y que gracias a los poderes de Sue y Wanda son completamente indetectables, se encuentran con una ciudad repleta de vida de lo más normal (y con latverianos que por fin dejan de parecer campesinos medievales). Pero no tardan en descubrir que no se trata más que de una ilusión, de hologramas que pasean por las calles dando la apariencia de normalidad, y al desvanecer esa ilusión se encuentran con una gigantesca torre en el centro de la ciudad que se encuentra protegida por hechizos diseñados para no dejar salir lo que se encuentra en su interior. Y lo que hay dentro son los habitantes de Latveria, encadenados y encerrados en cápsulas donde máquinas extraen la energía de sus futuros (cosas místicas de esas) para alimentar el poder del Doctor Muerte, explicando así cómo se ha vuelto incluso más poderoso que Stephen Extraño.

Aquí North se ha pasado

Justo este momento es el que me ha sacado de la historia y en el que Ryan North me ha decepcionado. Porque hablamos del Doctor Muerte, no de Cráneo Rojo, Apocalipsis o cualquier otro de esos villanos inhumanos para quienes solo su propia vida tiene valor. Una de las principales características de Muerte es que suele ser uno de esos villanos con cierta nobleza, con límites que no traspasa (excepto en historias muy malas). Y aunque podría aceptar sin problemas que aquí estuviese torturando a los vampiros que atacaron Latveria, a prisioneros políticos, ejércitos enemigos que le hayan atacado (como los soldados de Hydra que, al mando de Zemo, le atacaron en el primer número de la serie), que le haya hecho eso a civiles inocentes, a su propio pueblo, no le pega nada. Especialmente porque es algo que me recuerda demasiado a algunos de los peores momentos del personaje, como cuando, en manos de Mark Waid, Muerte sacrificó a su antiguo amor, Valeria, y con su piel creo una armadura mística.

Hay que concederle a North que esto de Waid sigue siendo peor

Esto nos lleva de nuevo al debate, ya que en cuanto Sue y sus compañeras descubren la verdad, contactan con Reed inmediatamente y este transmite en directo para todo el público lo que ellas han descubierto en Latveria, algo que Muerte trata de impedir sin mucho éxito. Una situación que irónicamente provoca lo que ha sido mi parte favorita del cómic y un momento en los que North sí que ha caracterizado a los personajes a la perfección. Antes comentaba cómo Reed es un personaje que por lo general suele dejarse llevar por la lógica, la verdad, los datos, pero que eso no implica que no tenga emociones, todo lo contrario. Pero aquí, al descubrir lo que Muerte ha estado ocultando y cómo este trata de darle la vuelta hablando de que los latverianos son héroes que voluntariamente se han sacrificado, Reed se deja llevar por sus emociones, horrorizado ante la idea de que Muerte ha estado torturando incluso a niños (me cago en North a medias) y que sigue tratando de presentarlo como algo noble. Un buen recordatorio de que este es el auténtico Reed Richards, alguien que siente muchísimo, que tiene una empatía enorme y al que siempre le ha impulsado el ayudar a los demás.

Este es mi Reed

Un ataque de ira que provoca que Muerte pierda los papeles, dando pie a mi otro momento favorito del cómic. Desde el principio del debate vimos cómo Reed se refería a su contrincante como Víctor, y que incluso llegaba a llamarle viejo amigo. Algo a lo que Muerte respondía con un muy sarcástico (y entrecomillado) “viejo amigo” e insistiendo en referirse a él en todo momento como Richards. Pero cuando las pruebas de la atrocidad que ha cometido han salido a la luz y no tiene forma de justificarlo, se ciega por la rabia y le llama Reed. Un detalle que transmite la idea de que quizás en su cabeza así es como piensa en él, como hacía en los tiempos en los que eran dos veinteañeros compañeros de clase, pero que se fuerza a sí mismo a llamarle Richards para distanciarse emocionalmente de quien una vez fue su amigo.

Las consecuencias de sacarle de sus casillas van a ser graves sin duda

Pero el problema es que estos pequeños detalles de caracterización, que tan bien definen las facetas más humanas de ambos personajes, se ven lastrados por esa revelación que convierte a Muerte una vez más en un villano desalmado como tantos otros, y el Doctor Muerte debería ser mucho más. Y quizás en el siguiente número se nos cuente algo que pueda justificar esto de alguna forma, aunque no se me ocurre cómo, pero sea lo que sea lo que nos encontremos, al menos se agradece que estemos ante un evento que no nos deja indiferentes.

Suscribirse
Notifícame de
guest

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

6 Comments
más antiguos
más recientes más votados
Inline Feedbacks
Ver todos los comentarios
Payton Wynn
Payton Wynn
3 meses han pasado desde que se escribió esto

La revelación de la «trampa» que hay detrás de la utopia de Muerte me hizo pensar inmediatamente en el relato «Quienes se marchan de Omelas» de Ursula K. Leguin. Sin embargo, tal como mencionáis en el artículo, también me hizo pensar en la «armadura de carne» de la etapa de Waid.

Last edited 3 meses han pasado desde que se escribió esto by Payton Wynn
Payton Wynn
Payton Wynn
3 meses han pasado desde que se escribió esto

Respecto a esta observación…

«Muerte es mucho más carismático y es capaz de conseguir que dicho público se deje llevar por sus pasiones y obvien la lógica. Algo que a Reed no se le da tan bien, ya que él es mucho más analítico, más directo; lo importante son los hechos, la verdad pura y dura, no es un Capitán América capaz de conmover con un discurso.»

… creo que también debería tenerse en cuenta que, para Reed, apelar a las pasiones del público para que obvien la lógica tiene que ser algo que le parezca contra natura, que para él eso es mentir y engañar deliberadamente al público y se negaría a hacerlo incluso aunque supiera cómo (algo que podría deducir simplemente analizando al público y aplicando la lógica para saber qué es lo que quieren oír, aunque lo que quieran oír no sea la verdad). Así que el que a Reed no se le de bien (o le cueste más que a Muerte) el «ganarse corazones» no es tanto porque sea muy analítico y le importen más los hechos. sino porque la manera con la que Muerte está camelándose al público consiste en mentir con toda la desvergüenza posible.

Payton Wynn
Payton Wynn
3 meses han pasado desde que se escribió esto

He investigado un poco sobre ese supuesto conocimiento que habría tenido Churchill del ataque a Pearl Harbour, y no veo que goce de mucho crédito, y si que bastantes historiadores lo tildan de teoría conspirativa.

Creo que habría sido más adecuado hablar del bombardeo de Conventry, que Churchill sabía que iba a producirse pero eligió no dar órdenes de evacuar la ciudad para evitar que los alemanes pudieran darse cuenta de que los británicos habían logrado descifrar los códigos de la maquina Enigma.