Descubriendo el Shelter de Chantal Montellier

Yo sigo explorando lecturas que se alejan un tanto, o a veces mucho, de lo que suelo leer (y para qué negarlo, también exprimo los hallazgos en tiendas de segunda mano), y hoy toca compartir otro de esos descubrimientos, el Shelter de Chantal Montellier. Un cómic francés de comienzos de los ochenta que me ha sorprendido por cómo en algunos aspectos posee una propuesta muy moderna y por cómo se adelantó a ciertas tendencias de la ficción que ahora son bastante ubicuas. Así que, sin más rodeos, vamos a descubrir esta pequeña joya del cómic que merecería una reedición un día de estos.

La portada de la edición española da la impresión de que el comic es otra cosa muy distinta

La guerra sigue en marcha y sus víctimas son incontables, pero como esta sigue desarrollándose lejos y aún ningún bando se ha atrevido a utilizar armas nucleares, la vida en la ciudad sigue su rutina de siempre, alterada tan solo por los molestos toques de queda. Pero una noche que Teresa y Jean han acudido al centro comercial a por unas compras de última hora, estallan las alarmas: el enemigo ha lanzado bombas atómicas y los sistemas de seguridad del centro, que hace las veces de refugio antinuclear, se activan dejando en su interior a cientos de personas que tendrán que aceptar que sus vidas tal y como las conocían han acabado y que no saben cuándo podrán regresar a la superficie…

Y con ese sonido sus vidas cambiaron para siempre

Chantal Montellier era para mí una auténtica desconocida cuando me encontré por casualidad con este cómic, pero tratándose de algo publicado en la colección Metal Hurlant de Eurocomics, sabía que como poco sería algo muy diferente a lo que suelo leer. Publicado originalmente por Les Humanoïdes Associés en su Francia natal en 1980 y aquí un año más tarde, esta autora, que fue profesora de Bellas Artes, caricaturista política en diversos periódicos y más tarde autora completa de cómics, nos ofrece aquí un relato que, siguiendo la estela de la incontable ficción y no ficción que giraba en torno a aquel pánico a una guerra nuclear que en los ochenta seguía estando muy presente, aleja el foco del centro del conflicto para ponerlo sobre unos supervivientes muy particulares.

La portada original es bastante menos provocativa pero también mas representativa

Se podría considerar a primera vista que estas personas han sido afortunadas: se han salvado de morir incineradas instantáneamente por la explosión o de forma lenta por el envenenamiento radiactivo, y se encuentran en un refugio que tiene todas las comodidades imaginables y suministros para poder vivir allí durante décadas. Pero no tardan demasiado en darse cuenta de que las cosas no van a ser tan sencillas. El director del centro comercial se ha autoproclamado líder de ese refugio, anuncia a los supervivientes que, aunque todo lo que necesiten será repartido equitativamente, tendrán que trabajar en el mantenimiento de las instalaciones y servicios, incluida una fuerza policial creada para mantener el “orden”.

La situación comienza a degenerar casi inmediatamente

Pero a medida que transcurren los meses de encierro, las condiciones van empeorando, de una forma muy lenta y en ocasiones sutil. La organización del centro comienza a llevarse determinados libros de la biblioteca que nunca devuelven, algunas películas son retiradas de la programación del cine, el único entretenimiento que se fomenta son unos escandalosos videojuegos bélicos y cualquier intento de protesta es reprimido de forma brutal por la policía.

Pero lo hacen por su bien

Todo mientras un director, cada vez más mesiánico, anuncia cómo han dejado atrás la demencial civilización que les ha llevado a esa situación y que ese nuevo orden social que han construido ahí dentro tendrán el deber de compartirlo con quienes hayan sobrevivido el día que puedan salir al exterior. Una lenta pero constante erosión de las condiciones del refugio que llevan a Teresa al límite, a callarse cada vez menos de lo que siente sobre lo que está sucediendo allí, y convirtiéndose así en blanco de las iras de la administración, quienes la llevan al borde de la desesperación y la locura al reprimirla de forma brutal.

Cuando básicamente lo que ha creado ahí es una dictadura de las de toda la vida

Es cierto que estos temas no eran nuevos ni siquiera hace más de cuatro décadas, cuando Chantal Montellier realizó este cómic, ya que han formado parte de la ficción especulativa casi desde siempre, tanto en el pasado como en el presente. Aquí podemos reconocer elementos que hemos visto en novelas como La penúltima verdad de Philip K. Dick, los videojuegos de Fallout o los más recientes libros y serie de televisión de Silo, por citar unos pocos ejemplos entre cientos (probablemente miles). Sociedades cerradas que han sobrevivido a un apocalipsis y en las que las condiciones de vida acaban empeorando por las ansias de poder de unos pocos, algo para lo que tristemente no es necesario siquiera estar encerrados en un refugio.

Es que hay temas que no pasan de moda

Pero, pese a jugar con elementos ya muy conocidos, y más en estas décadas que han transcurrido desde su creación, el Shelter de Montellier sigue siendo un cómic que engancha, en el que los tópicos a los que recurre están planteados de tal forma que, aunque no resultan novedosos, sí que son muy atrayentes. Al tratar un tema tan universal como el de la lenta y casi imperceptible pérdida de libertad, que no necesita de apocalipsis nucleares para darse, resulta tan actual hoy en día como lo fue en 1980 y que, sin querer entrar en spoilers, en algunos aspectos resulta bastante innovador. Un cómic que se adelantó tanto a su época que incluso nos encontramos aquí con esa omnipresente mascota sonriente del centro comercial que tanto recuerda al Vault Boy de Fallout.

Esa mascota cada vez que aparece resulta mas siniestra

A nivel artístico, nos encontramos con una Chantal Montellier que parece muy deudora del estilo de su paisano y contemporáneo Jacques Tardi (no solo en lo visual, sino también en su enfoque sobre el realismo social). Su trazo, aunque menos refinado que el de este, lo podríamos encajar sin problemas dentro de la corriente franco-belga de la línea clara. Y pese a que a veces sus figuras y rostros pueden resultar algo toscos o apresurados, casi de principiante, esta consigue transmitir a la perfección todo lo que requiere la historia. Recurriendo a menudo a viñetas muy estrechas o repletas de elementos, Montellier consigue crear una sensación de claustrofobia que nos ayuda a ponernos, aunque sea superficialmente, en la piel de sus personajes. Y también resulta remarcable lo tremendamente explícita que es a la hora de retratar tanto la brutalidad de la represión que se sufre en ese refugio, como la desesperación y la soledad de sus víctimas, recurriendo en esos momentos a viñetas minimalistas prácticamente vacías.

El agobio que transmite es palpable

Cómics como este hacen que valga mucho la pena rebuscar en el mercado de segunda mano, ya que nunca se sabe cuándo pueden aparecer descubrimientos como este que valen tanto la pena. Por desgracia, ese mercado es la única forma de conseguir este cómic (en formato físico al menos), ya que desde su primera y única publicación, hace la friolera de cuarenta y cuatro años, no se ha vuelto a reeditar y, por lo que he podido comprobar, lo último suyo que se ha publicado por aquí fue su adaptación de El proceso de Kafka, junto con el guionista David Zane Mairowitz, hace más de una década. Así que, mientras esperamos (aunque tengo poca fe en ello) a que se recupere la obra de esta interesante autora, o que se edite al menos la edición ampliada de este cómic que se editó en 2017 bajo el titulo de Shelter Market, yo seguiré rebuscando por ahí a ver si encuentro el resto de cosas suyas que se editaron en los ochenta porque me ha dejado con ganas de mas.

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Jesús Manuel Martínez Otero
Jesús Manuel Martínez Otero
21 días han pasado desde que se escribió esto

Una de tantas y tantas cosas (ya solo en europeo) que necesitarían una reedición.