Hoy toca de nuevo hablar de un cómic viejo, todo un clásico, pero en esta ocasión puramente estadounidense y concebido por uno de los mas grandes autores que nos ha dado el cómic universal, Will Eisner. En “New York The Big City” la protagonista vuelve a ser una vez mas esa ciudad a la que Eisner adoraba con toda su alma. Quizás en esta ocasión mas protagonista que nunca ya que en esta novela gráfica Eisner centro el foco en la ciudad misma, siendo sus habitantes poco mas que secundarios que están de paso en una serie de relatos cortisimos que nos muestran de forma directa, cruda y tierna las miles de historias que se desarrollan en una Nueva York que en las manos de Will Eisner parecía tener vida propia.
Nueva York es casi un ser vivo, por entre las arterias que forman sus bloques de pisos, sus calles y callejones viven millones de personas con sus miserias y sus alegrías. Habitantes que protagonizan un sinfín de pequeñas historias, de simples momentos, de los que la ciudad es un testigo mudo y que nos muestran todo el amplio abanico de la experiencia humana, desde su cara mas tierna a la mas sórdida. Un retrato tremendamente humano de la vida con mayúsculas.
Resulta difícil resumir o definir lo que es “New York The Big City” y he hecho todo lo que he podido, pero en ocasiones las palabras sencillamente se quedan cortas, y es que Eisner aquí no realizo una novela gráfica al uso. Esta novela gráfica esta compuesta por un un buen puñado de historias cortisimas, en ocasiones de una sola pagina y con pocos o ningún dialogo. Historias cortas protagonizadas por personajes anónimos de quienes Eisner nos muestra un pequeño atisbo a sus vida siempre en torno a algún elemento común de la ciudad, de casi todas las ciudades. Farolas, ventanas, escalones, etc, son “observadores” imparciales de esas historias cotidianas que se desarrollan por un momento a su lado mientras la vida sigue su curso.
Historias en las que Eisner no se anda con contemplaciones y nos ofrece una mirada descarnada de la vida tal y como es, relatándonos lo bueno y lo malo de la vida y todo lo que hay en medio. Historias que lo mismo nos muestran a dos extraños en el metro, el juego de unos niños en la calle, una vecina que pasa las mañanas observando la bulliciosa vida de su barrio o los testigos de un crimen que prefieren mirar hacia otro lado para no meterse en líos. Pero también unas historias en las que nunca se juzga a sus protagonistas, jugando Eisner el mismo papel que la ciudad, la de testigo impasible de lo que sucede a su alrededor y presentándonos la realidad tal y como es.
Y es que pocos podrían haber conseguido lo que Eisner, a quien siempre le motivo el seguir experimentando con el lenguaje narrativo del medio, fue capaz de conseguir en esta novela gráfica, que este puñado de relatos inconexos cuyo único nexo en común es su escenario, se conviertan en una lectura fluida y apasionante de la que es difícil despegarse hasta llegar al final. A estas alturas no le voy a descubrir a nadie la increíble habilidad como narrador que tenia Eisner, ese enorme talento que le permitía proezas tales como que una historia muda en la que solo podemos ver los pies de sus protagonistas a través del ventanillo de un sótano u otras en las que rompía las reglas de las narración gráfica, prescindiendo de cualquier elemento delimitador entre las distintas escenas resulten perfectamente legibles.
Un talento enorme como narrador que era complementado por su no menos impresionante habilidad como ilustrador. Nueva York en sus manos no era simplemente un escenario estático poblado por bustos parlantes, Eisner conseguía tan solo con papel y tinta que la ciudad cobrase vida, que cada elemento de la pagina ayude a transmitir esa sensación de realidad y que nos olvidemos de que estamos contemplando, o mas bien admirando, imágenes estáticas. Un trabajo que aquí, simplemente (simple cuando eres un genio con décadas de experiencia a tus espaldas) a base de tinta china y aguada conseguía darle a un dibujo, que ya de por si era prodigioso y lleno de vida, una belleza espectacular, dotando a sus personajes (y si, incluyo Nueva York en esa categoría) de unas sombras y texturas que hacen que nos tengamos que quitar el sombrero ante el enorme talento de Will Eisner.
Por si no ha quedado del todo claro, por aquí pensamos que la obra de Will Eisner no debería necesitar recomendación alguna, sino ser simplemente una de esas lecturas (toda su obra) que todo el mundo debería al menos darle una oportunidad, que la experiencia vale mucho la pena. Y mientras espero con esto haber animado a alguien a que se lance de cabeza a por el trabajo de este genio al que tanto le debe el cómic, yo por mi parte voy a seguir disfrutando de este descubrimiento/redescubrimiento de la obra de Eisner en el que me ha dado por meterme estos días y que como siempre que le leo me deja con la boca abierta.
Yo aprendí una cosa viendo dibujar a Miguelanxo Prado y que luego hablando con él comentó.
Y es el «trazo orgánico», como tardó mucho en aprender a dibujar de manera que el trazo transmita naturaleza.
Si los trazos son demasiado lineales transmite sensación de producto artificial e inanimado, si los trazos son como «vagos» o «dubidativos» transmite sensación de naturaleza viva y en movimiento. Eso es aplicable a todo, ya sea a un animal, un hombre, un árbol o un edificio.
Veo ese mismo trazo orgánico en Eisner. Por eso Nueva York parece viva aunque esté vacia.
Y a Eisner habría que meterlo en todos los planes educativos del mundo.
Ojo que en temas de entintado hay dos escuelas distintas al respecto y perfectamente válidas, el trazo de McKelvie es casi mecánico y aun así es perfectamente válido.
Otra cosa es la preferencia personal de cada uno, claro, y yo siempre prefiero esos autores que hacen la línea con regla y luego la entintan a mano para que no quede tan mecánica. Bueno, que os voy a contar yo, que estoy en contra de la rotulación en minúsculas porque en ella canta demasiado lo mecánico.
Es que lo grande de Eisner es como incluso cuando tira mas hacia lo caricaturesco en su estilo, sus dibujos siguen llenos de vida, sin tener que recurrir al hiperrealismo de otros dibujantes.
Y con razón, los premios Eisner se llaman así. Estas representación de la ciudad es una obra de arte.
Me temo que de todas maneras, mas allá de The Spirit y Contrato con Dios (lo que todo el mundo lee de él=
) no he leído mucho de este grande, estoy bien verde con Eisner. Ya le tengo ganas a Fagin el judío, que dicen que fue de sus últimos trabajos creo recordar
Yo te envidio mucho, para que negarlo. Eisner es uno de esos autores que tiene muchos trabajos que los lees una vez, te crees que ya los has leído y al volver a leerlos descubres que te has perdido más de la mitad.
Al final eso pasa un poco con todos los autores, conocer su obra es cuestión de paciencia y ganas. Y en general de Eisner yo lo recomendaría todo, cosa que pienso seguir haciendo por aquí poco a poco.
La Nueva York de Eisner no es una Nueva York exclusiva, más allá de lo «cosmético», ni siquiera es una fotografía en el tiempo o algo parecido. Solo mirando las imágenes de este post vemos un 13 Rue del Percebe, gente mirando para otro lado mientras ocurre una agresión, chavales jugando en mitad de la carretera… Lo que hace grande a la Nueva York de Eisner es que en ella reconoces tu propio entorno, tu propia vida, y al final el retrato que está haciendo es universal. Porque joder, ¿que hay más universal que vecinos gritándose unos a otros? ¿Cuantas reuniones de la comunidad nos acabamos tragando a lo largo de nuestra vida?
Para mi esto se llama Nueva York, pero podría ser Burgos. O Albacete. O Eibar.
A mi es que me encanta ver como en sus paginas cada personaje, aunque sea algo minúsculo al fondo, juega su papel en la historia, como Eisner no se limitaba a rellenar el fondo con figuras estáticas. Algo parecido a lo que sucede con los escenarios, hay basura en las calles, ropa tendida en las azoteas… multitud de pequeños detalles que ayudan a transmitir esa sensación de «realidad»