Steve Ditko (1927-2018) es y será siempre un gigante. Un coloso. Un titán, un maestro de esto del cómic y creador de algunos de los mejores personajes de la historia de la viñeta. Su desaparición sólo es comparable a la de Joe Kubert, Eisner o el mismísimo Jack Kirby, un artista con mayúsculas que seguía en activo y que seguro que nos seguirá dando sorpresas aun después de haberse ido.
Ditko creó a Spiderman, al Doctor Extraño, a Creeper, Question, al mejor Blue Beetle de todos, Shade, Halcón y Paloma, incluso creaciones menores como Speedball… Pero sobre todos ellos siempre destacará ese estilo totalmente distinto y personal, esa capacidad de ir contracorriente a pesar de que todos los demás le dijeran que estaba equivocado, esa característica única de los genios y los locos. Porque Ditko era un genio, y su Peter Parker, su Dimensión Oscura y todo lo que crecía en su mente y plasmaba en la viñeta cambió la historia del cómic, y siempre era un alivio saber que pasara lo que pasara, por lo menos nos quedaba aquel hombrecillo huraño encerrado en su casa y que usaba sus originales de valor incalculable para tapar humedades.
Su muerte nos ha pillado con el paso cambiado, de sopetón, y seguramente a lo largo de la semana que viene podremos escribir algo que esté un poco más a la altura de lo que significaba para nosotros; seguramente tendremos más artículos sobre su obra, series enteras de posts sobre su trabajo y su influencia en los demás. Hasta entonces, lo único que podemos hacer es decir que Steve Ditko fue un hombre que tomó sus decisiones y vivió su vida como quiso, y probablemente ése es el mejor halago que el quisiera recibir. Buen viaje allá donde vayas, maestro.
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