El muchacho iba en vaqueros y llevaba una camiseta en la que ponía «Button your Fly». M’Rabo levantó la cabeza de su almohada de cartones meados y abrió los ojos como platos:
-Su puta madre -eructó- ¡Si es el puto Rob Liefeld!
Nuestro ídolo. O el de muchos, allá por 1990.
Rob se acercaba a paso lento, cruzando la nieve sin ser tocado por ella; era como si sus pies fueran incapaces de tocar el suelo, y aun así se desplazaba a un ritmo constante. Su sonrisa permanente era como un faro aún más blanco que todo el hielo que pudiera tener alrededor, y había un brillo en sus ojos que recordaba al de un niño ante las luces de Navidad. M’Rabo, acojonado por la aparición, se echó para atrás y trató de coger un palo, una botella rota, lo que fuera. Pero lo único que alcanzó a hacer fue pisar la cabeza de Diógenes, que dormía poco discretamente sobre una pila de cartones de vino del Lidl:
-¡Hostia, joder, que daño! -despertó, sujetándose el ojo agredido por M’Rabo- ¿Se puede saber que coño te pasa?
-Paz a vosotros -dijo el «dibujante».
-Tío, que creo que es el fantasma de las navidades pasadas.
-Nah, eso eres tú, que te has pasado con el pegamento.
Rob estiró el brazo y mostró la palma de su mano a M’Rabo, que se apartó aún más:
-Sígueme, y verás el verdadero camino de…
-¡Que quiere que le siga!
-Pues si quiere que se la chupes ya sabes, que te de una botella de vodka -Diógenes se revolvió y siguió durmiendo.
-Yo no voy a… -pero no pudo terminar la frase porque en cuanto Liefeld le tocó, el mundo empezó a dar vueltas a su alrededor y pronto aparecieron en una época diferente, una época sin teléfonos móviles, una era en la que las consolas portátiles eran en blanco y negro y había ordenadores que funcionaban con cintas de cassette. Aquella calle, iluminada con montones de bombillas incandescentes que trataban de formar un grotesco Papa Noel, estaba llena de niños que perseguían un camión desde el que tres tipos disfrazados de Rey Mago tiraban caramelos de forma inmisericorde, tratando de acertarles entre los ojos.
El que no se daba a los tebeos se daba a la droga en los recreativos. Que mentirosa es la nostalgia…
-Bienvenido a las Navidades Pasadas.
-Joder, como que no me había dado cuenta. Sólo en los 80 se les habría ocurrido celebrar la navidad con la lambada…
-Era una canción hermosa -Liefeld comenzó a caminar hacia un kiosko cercano.
-¿A dónde vamos?
-A buscar el alma de Diógenes.
-¿Y la mía que? -Liefeld ignoró a M’Rabo y siguió andando- Es porque soy negro, ¿no? ¡Como soy negro, no puedo tener alma ni espíritu navideño!
En el kiosko había varias revistas de microordenadores, de modelismo, algunas revistas de actualidad hablaban de la Peste del siglo XX, Los Hombres G protagonizaban la portada de la SuperPOP y Marta Sánchez aparecía en las pegatinas de Teleindiscreta. Pero poco le importaba eso a Rob, que se había parado delante de los cómics. Su mirada no estaba sobre la revista Superlópez o el Cimoc, ni siquiera le llamaba la atención la ultraviolenta -y sexy- portada de El Víbora. Su mirada estaba sobre los cómics de superhéroes, en el especial navidad de Spiderman, que incluía un annual con el crossover «¡Atlantis Ataca!». M’Rabo estaba consumido por la emoción:
-Oh… Es un kiosko con cómics… Mira todas estas portadas, ¡y el precio está en pesetas! -se le escapó una lágrima- Es lo más hermoso que he visto en mi vida…
-Si queréis algo me decís y os abro, ¿eh? -les avisó el quiosquero, que leía aburrido un ejemplar de Marca en el que se cuestionaban la profesionalidad de John Benjamin Toshack.
-Que pena no tener ni una peseta, ¡puto euro! -se lamentó M’Rabo, que veía cómics de grapa a 70 céntimos, retapados a dos euros- ¡Hasta Norma tiene precios decentes!
Un crío se acercó al quiosquero y señaló el especial navidad de Spiderman:
-Quiero ese.
No, niño. No quieres este. Tu vida va a cambiar radicalmente si lees este. No lo hagas. Que tu infancia dure todo lo posible, no la mates leyendo esto…
-¿Ya tienes pasta? -preguntó.
-Sí -mostró un puñado de monedas- Y el de los Nuevos Mutantes.
Liefeld sonrió aún más de lo normal cuando el quiosquero sacó de la vitrina el cómic de Spiderman y se lo pasaba al chaval, que admiraba aquella portada de John Byrne en la que Spiderman y Hulka se daban de leches con la Abominación. El cómic valía 250 pesetazas, ¡pero vaya si mereció la pena! Rob se inclinó sobre el chico y dijo:
-Si quieres te lo puedo firmar.
-¿Para qué? -le preguntó el chico- ¿No serás tu el hijoputa que les escribe la fecha en la esquina!
Y era verdad, aquel cómic tenía escrito a boli un «08/12» en una de las esquinas, probablemente obra del infame quiosquero para poder recordar la fecha de llegada. Ajeno a todo esto, M’Rabo admiró el cómic de los Nuevos Mutantes que estaba retirando el vendedor en ese momento, un crossover de Inferno dibujado por Brett Blevins al que Liefeld no prestaba la menor atención. El chico recogió ansioso el cómic, y puso 500 pesetas en la mano del quiosquero. Mientras el hombre entraba en el quiosco para darle el cambio, el niño abrió el cómic de Spiderman:
-Eh, ¡esto es una mierda!
-¿Cómo? -se preguntó Liefeld- ¡Pero si lo he dibujado yo!
-Este ya no lo quiero -dijo al quiosquero- ¡Es un timo, no lo dibuja John Byrne!
El quiosquero no disimuló su fastidio y recogió el cómic, cobrándole sólo el de los Nuevos Mutantes. La sonrisa de Rob había desaparecido y miraba con desdén el número de Inferno:
En realidad debía de ser un número de X-terminadores, porque éste se publicó en abril del 90.
-Pues disfruta de Gosamyr y Cabeza de Chorlito, pero esa serie no va a molar hasta el año que viene.
-¡Pues el de Spiderman tenía una mierda de dibujo! ¡Casi parecía peor que McFarlane, con los ojos grandes y las telarañas raras!
M’Rabo observó con una mezcla de curiosidad y fascinación la escena:
-Tú eres Diógenes -dijo al niño.
-Ah, ¿no eres tú? -preguntó Liefeld- Igual me estoy liando, porque igual para salvar el alma de Diógenes tenía que haberme llevado a Diógenes…
-Y tu tienes cara de pederasta, ¡adiós! -el niño sacó la lengua y salió corriendo con su cómic bajo el brazo.
-Joder, si es que no me pueden dar los encargos mientras voy conduciendo, que siempre estoy ocupado… -se interrumpió, al darse cuenta de que M’Rabo perseguía al pobre chaval- ¿Pero a dónde vas?
-¡Si acabo con él en el pasado no tendré que escribir ningún post para mañana!
Mientras tanto, en el presente, Diógenes sintió como bailaba su dentadura postiza. Era curioso, no recordaba haber perdido los dientes. Ni tampoco ser cojo…
[…] <–Viene de aquí […]
Genial artículo de Liefeld. Ya extrañaba los artículos que hablaban de él. Bueno, realmente extrañaba que se le criticara, mas no sus cómics
Uy, a Rob se le ha repartido en su día hasta en la foto de la primera comunión, casi hasta ha perdido la gracia porque ahora mismo el hombre no consigue trabajo en ningún lado, y hacer leña del árbol caido es algo muy feo. Lo divertido es meterle caña a gente con la que no se mete nadie y aun así son parecidos a Liefeld, pero es que estas navidades hemos hecho una pequeña excepción.
Aunque no descarto volver a hacer algo con Rob en el futuro, que no deja de ser un personaje la mar de interesante…
Esperaré con ansias ese artículo.
[…] https://brainstomping.wordpress.com/2013/12/24/rob-liefeld-la-navidad-segun-brainstomping-ii/ […]