Lo habíamos dejado en que Bob Harras había conseguido ser editor de Uncanny X-Men y, de facto, el editor de la línea mutante de Marvel. Sólo escapaba a su supervisión Excalibur, una serie de Claremont y Davis que llevaba el antiguo asistente de Nocenti, Terry Kavanagh. Pero es justo en ese año, en 1988, en el que Bob Harras consigue su primer gran éxito como guionista, Nick Fury VS SHIELD:
Nick Fury VS SHIELD iba a ser una serie limitada de doce números, algo normalito que se iba a publicar en grapa. Pero entonces DC empezó a publicar cómics en formatos más caros como The Killing Joke y Marvel se encontró con un mercado que demandaba productos de ese estilo, «cómics de estantería», un formato a medio camino entre el comic-book tradicional y la novela gráfica. Marvel UK ya había sacado el primer especial de Excalibur en un formato parecido, y la cosa había funcionado bastante bien, con lo que pusieron patas arriba Nick Fury VS SHIELD y la convirtieron en una serie de 6 prestigios con el doble de páginas por ejemplar. Y con portadas pintadas.
Igualico que las portadas de López Espí, oiga…
La serie se continúa directamente de la novela gráfica que John Byrne había realizado sobre Hulka, y hasta comparte entintador, Kim DeMulder. La historia empieza con los trabajos de recuperación del núcleo radioactivo del Helitransporte, la entrañable base de SHIELD que había sido derribada por un enjambre de cucarachas mutantes -¿que os podíais esperar de una historia de Hulka?-. Furia y su banda recuperan el núcleo de la nave, pero entonces son atacados por HYDRA y lo pierden. La cosa se complica cuando Furia descubre que el núcleo está en manos de la Roxxon -una empresa de gente mala, vaya- y que la corporación posée todos los secretos de SHIELD. Al comunicarlo Nick a sus superiores -unos fulanos cuya identidad desconoce por «seguridad»-, sus siniestros supervisores dictan orden de busca y captura contra él: Nick Furia sabe demasiado, SHIELD está podrida hasta las cachas.
Lo que nunca entendí de esta historia es el porqué de la crucifixión sadomaso esta.
Dejando de lado el hecho de Paul Neary dibujó la serie con las prisas que no debe tener un proyecto de lujo y que el coloreado no le llega ni a la suela de los zapatos a lo que estaba haciendo en ese momento la competencia, tenemos un guión de Bob Harras que tal vez funcionara para la época -con un final que es una fantasmada- pero que hoy en día no es gran cosa. El cómic está lleno de diálogos innecesarios, en los que se describe lo que ya ha dibujado el dibujante, además de cuadros de texto excesivos y una escena final en la que el malo explica su -absurdo- plan con pelos y señales, en un ejemplo de libro de lo que es la exposición. Tal vez más tiempo y un poco más de experiencia no le habrían venido mal a Harras, que aun así y para ser novato consiguió que la serie fuera un gran éxito y posibilitara el que le dedicaran una serie regular a SHIELD.
El nuevo SHIELD de Harras iba sin uniforme, no era una gran organización y actuaba en plan comando.
La serie tardaría en llegar -Harras tendría que coordinar su primer crossover mutante, Inferno- y cuando por fín aparece a mediados del 89, Harras sólo firmaría los seis primeros números, estableciendo el tono a seguir y los personajes principales (y a una cosa horrenda llamada Grumo de la que es mejor no hablar). Su sutituto llegaría en enero de 1990 con DG Chichester, que haría caer aún más la calidad de la serie hasta que cayó en garras de Scott Lobdell allá por 1992. Pero eso es otra historia, porque en enero de 1990 Harras ya había acabado con SHIELD y, dejando de lado algún guión esporádico como la adaptación al cómic de Robocop, se centraba en su faceta de editor. Había realizado un par de fichajes interesantes para sus series, un chaval de origen coreano que había dejado Punisher War Journal para dibujar Uncanny X-Men y también otro novato que venía de haber dibujado una serie para la competencia -Hawk & Dove- y al que Harras lo había tenido dibujando portadas, números de relleno en Uncanny y X-Factor, pero nada fijo. Para 1990 Jim Lee -el primer chaval- había desplazado a Marc Silvestri y ya era el dibujante regular de Uncanny X-Men. Esto provocó que el otro fichaje de Harras -Rob Liefeld- cayera en New Mutants, una serie que ni quería hacer ni le importaba en lo más mínimo y que, lamentablemente, la reformaría a su imagen y semejanza. Si el auge especulativo había empezado a finales de los ochenta, con la nueva década la cosa estaba en su apogeo, y la llegada de estos dos autores a las series editadas por Harras personificó el éxito de las mismas en los nombres de los dos dibujantes.
Tom DeFalco, el editor jefe de aquellos tiempos, no era ajeno a esta situación. Si en los dos años anteriores había forzado la salida de una serie regular de Lobezno, la aparición de Liefeld y Lee le había dejado claro que su estrategia de bombardear el mercado con nuevos títulos y esperar a que sobrevivan los más fuertes funcionaba. Que tanto Liefeld como Lee iban a tener serie nueva, que promocionar a los dos autores era una idea excelente y que aprender de lo que pasó cuando Miller y Byrne se largaron a DC no era necesario, porque tanto Lee como Liefeld eran demasiado idiotas como para darse cuenta del dinero que estaban produciendo. 1990 pasaría como un año de saturación de crossovers de escasa calidad -Xtinction Agenda, sumado al de los annuals con Kings of Pain- que enmarañó por completo la legibilidad de los mutantes pero que a Bob Harras le aportó enormes beneficios; porque es en aquel momento en el que los editores empiezan a cobrar royalties de las series que editan, y el antiguo vendedor sabía lo mucho que costaba ganar dinero.
Me sangran los ojos sólo por ver esta portada…
Y es que mientras que Harras cada vez ponía más imposiciones a los guionistas Louise Simonson y Chris Claremont, a Jim Lee y Rob Liefeld les dejaba meter mano en los guiones y hacer lo que les diera la gana. Harta de la situación, en 1991 Simonson dejaría ambas series para pasarse a la competencia, arrastrando de paso a su marido Walter y haciéndole perder a la editorial a dos de sus mejores valores. Pero eso a Harras le traía sin cuidado, porque la nueva serie de Liefeld, X-Force, iba a traer en su número uno una trading card aleatoria que provocaría que los coleccionistas se volvieran locos para tener la serie completa. 1991 era el año en el que se iba a dar la tormenta perfecta entre la especulación y la falta de talento, con la oficina de Harras vendiendo millones de ejemplares. El futuro parecía arreglado, con sus fábricas de hacer dinero Jim Lee y Rob Liefeld siendo manejadas por Chris Claremont y Fabian Nicieza. Pero eso tampoco duraría…
¡Me va a costar perdonarte que hayas criticado Nick Furia vs Shield!
¡Demasiado bueno he sido!
¡Eres un maldito rencoroso que se ha dejado cegar por el (merecido) odio que le tienes a Harras!
Esta entrega deberia llamarse
BOB HARAS: EL TRIUNFO DEL MAL
Esta y todas! porque la historia acaba con el cabrón chupando del bote en DC!