Para finalizar la semana voy a dedicar un par de posts a un par de reseñas televisivas algo tardías que por una cosa o por otra fui dejando y fui dejando… hasta el extremo de que ya se ha anunciado la cancelación de ambas series, 666 Park Avenue y Last Resort. ¿Y para que molestarme ahora en recomendar dos series que ya tienen los días contados? Primero, las series son buenas, no son obras maestras pero si muy entretenidas. Y segundo, se supone que a los responsables de ambas series se les aviso de la cancelación con el tiempo suficiente como para que rodasen un final que dejase las tramas cerradas y no jodiese demasiado a los espectadores, así que es posible (aun no se han emitido los finales, así que a saber…) que de verdad tengan un buen final. Hoy nos centraremos en 666 Park Avenue.
Si con ese título estaba maldita desde el principio…
666 Park Avenue es la clásica historia de edificio encantado en la que los guionistas no quieren jugar al misterio de si lo que sucede allí es algo sobrenatural o si todo tiene una explicación racional. Desde el primer momento se nos deja bien claro que en el Drake, el edificio en cuestión, sucede algo diabólico y muy poco natural. La historia comienza cuando Jane y Henry, una joven pareja recién llegada a Nueva York, se mudan al Drake y entablan una amistosa relación con Gavin Doran, el propietario del edificio. En apariencia Doran en un empresario de éxito muy respetado y amigable que parece estar siempre preocupándose por el bienestar de todos sus inquilinos. Pero la verdad es muy diferente…
Si las sombras se comportan de forma tan antinatural no es conveniente mudarse a este edificio
Gavin Doran no es el diablo pero poco le falta. Domina las vidas de todos los residentes del Drake como un titiritero a sus marionetas y cada vez que alguno tiene un problema él aparece presto a solucionarlo como un “genio” malvado, concediendo deseos por los que siempre habrá que pagar un altísimo precio. No queda del todo claro si Doran se sirve de la maldad del edificio para conseguir sus propósitos o si es el edificio quien le utiliza a él. Lo único que está claro es que Gavin Doran no es alguien a quien quieras tener como enemigo ni como amigo… Y aquí es donde Terry O’Quinn clava su papel, alternando entre la simpatía y la maldad más absoluta con una facilidad pasmosa, siendo lo mejor de la serie.
No es la clase de persona a la que quieras pedirle un favor
La trama principal de la serie girara en torno a los intentos de Doran en convertir a Henry en alguien importante en la política de la ciudad, pero como su marioneta a la que manipular para seguir adelante con sus negocios sucios sin interferencias. Pero se encontrara con un inconveniente inesperado, y es que jane, sin saberlo ni Doran ni ella misma, está más relacionada de lo que nadie cree con la maldad que domina el Drake y que puede que acabe siendo quien libere al edificio y a sus habitantes de su diabólica influencia.
¿Salvara a las gente inocente del Drake o se quedara sentada con cara de tonta como nosotros cuando veamos el final?
La serie no es que sea una de esas que acabaran pasando a la historia de la televisión, pero es bastante entretenida y hasta ahora los misterios que se nos planteaban se iban resolviendo a buen ritmo. Se ve que la sombra de series como Lost es alargada y nadie quiere arriesgarse a estirar durante años los misterios de sus tramas, algo que se agradece. Otra cosa que también es de agradecer es que pasen de la moda de “monstruos atractivos” que tanto daño han hecho al género sobrenatural. Aquí el mal es algo diabólico y repulsivo y algo a lo que hay que combatir. Otro punto a favor de la serie, lástima que todo esto no fuese suficiente como para animar las audiencias y la serie solo vaya a llegar hasta el muy apropiado episodio trece. Y mañana veremos que tal era Last Resort y como también jode saber que no continuara.