Resacón en Tahrir: The Revolution Will Be Televised

Hoy toca hablar de cómic testimonio, autobiográfico, de actualidad, casi periodístico, en blanco y negro y por un autor que no conoce ni su madre (bueno, su madre, su madre, igual sí; para qué negarlo, no conozco a su familia). No aparece en Wikipedia, si buscas en Google no es precisamente el primer resultado (y eso que su nombre no es precisamente John Smith), etc. Y encima nadie se ha tomado la molestia de imprimirlo, ya no digamos traducirlo del inglés. ¿Se puede ser más minoritario, de culto, y todo eso? Bueno, vale, podría estar en farsi o algo así; eso ya sería la…

Gente cabreada, cada día en más sitios.

¿Que qué cómic es? Pues, evidentemente (para algo lo he puesto en el título), se trata de «The Revolution Will Be Televised», de Dov Torbin y Asher Berman. Aunque, la verdad, visto que Berman sólo aparece como coargumentista, podríamos decir que es de Dov Torbin y quedarnos tan anchos. A fin de cuentas, todo el mundo habla del Watchmen de Alan Moore y de los 4 Fantásticos de Kirby, como si fueran los autores únicos, y qué queréis que os diga que no sepáis ya.

¿Merece la pena tragarse las 117 páginas de las que consta esta historia? Pues hombre, depende si te van este tipo de cosas. Si lo único que te mola es ver gente destrozando cemento a hostia limpia, pues no, la verdad. Que algo de cemento sí se destroza, pero no es lo mismo. Es otro tipo de historia. A mí me ha hecho más gracia que la mitad de lo que he leído del New 52, y eso que la mitad era de Morrison. Tú mismo.

La historia va de un estadounidense que consigue una beca para irse 6 meses a Egipto a estudiar árabe, con tan mala pata que llega allí en enero de 2011, pocos días después de que en Túnez les diera por revolucionarse. Un colega suyo, que curiosamente se llama igual que el autor y es dibujante de cómics, llega a El Cairo los pocos días, animado por las garantías del prota de que «Aquí no va a pasar nada, hombre. Confía en mí».

Nostradamus reencarnado, oiga.

A los cinco minutos están en el metro, que curiosamente está hiperpetado de gente. Normal, es que se van todos a una plaza muy mona, Tahrir se llama, puede que os suene. Lo siguiente que hace el dibujante es lo siguiente:

Alguien acaba de retratarse…

Lo peor es que la siguiente viñeta es esta:

¿Facebook? ¿Qué es Facebook?

Lo siguiente son los dos protas (ya os dije que era autobiográfico) haciendo lo que hace todo el mundo cuando está en un país extranjero, hay una revolución, y al gobierno no se le ha ocurrido nada mejor que cortar Internet y el teléfono: ser muy recordados por la familia y la novia, más que nada para ponerles a parir por no mandar ni un mísero correo electrónico diciendo que están bien. Mientras, ellos se cogen un autobús a Abu Simbel para ver piedras viejas. A fin de cuentas, la movida es sólo en El Cairo, no hace falta ser paranoicos. Total, van a ir en una cadena de autobuses rodeada de policías para evitar que los maten los terroristas; esas cosas siempre tranquilizan. Por supuesto, lo siguiente que pasa es que las protestas se extienden por todo el país. Y, por supuesto también, lo primero que hacen los protas es esto:

Dí que sí, lo importante cuando estás metido en medio de una revolución es poder subir las fotos a tu Facebook.

Tras ver unos bonitos incendios callejeros, reciben una llamada de un colega en El Cairo (el gobierno había vuelto a poner en marcha la red de móviles; se ve que se dieron cuenta de que de poco servía ya tenerla apagada). Les cuenta que la cosa ha empeorado bastante, que hay mogollón de saqueos, que la gente ha montado patrullas ciudadanas, y que las patrullas ciudadanas han cazado a varios saqueadores y han flipado cuando han visto que tenían tarjetas de policía. Parece ser que a Mubarak (ese tío tan majo que gobernaba allí) se le había ocurrido que cuanto más insegura se sintiera la gente, menos ganas tendrían de apoyar la revolución. Un aguililla.

Pues nada, que se van al aeropuerto porque ya les toca coger el vuelo para irse, y se encuentran que no pueden salir, porque el gobierno no deja. Lo que es una movida, porque como no hay Internet, y el aeropuerto está petado de gente, no hay manera de sacar billetes de avión. Pues nada, hombre, 1000 personas a dormir allí mismo. Demostrando que son unos guiris de mierda que no respetan nada, en cuanto encuentran un rincón majo donde dormir, hacen esto:

«República Popular de Dov & Asher, NO ENTRAR». Todos unos revolucionarios, sí señor.

Se vuelven a casa, y el compañero de piso les cuenta que ha sido una noche intensa, y que incluso a él le han disparado en un brazo:

Cómo mola que te peguen un tiro. Unas risas…

Y entonces les llega la revelación: hay que irse del país, que la cosa está chunga. Lo siguiente es que la novia le llama al prota y le comenta que su abuela se ha muerto, pero que no se lo han dicho porque, como no había forma de comunicarse con él, pues qué quieres que te haga. También les cuentan que los vecinos del barrio se han organizado para impedir que los del gobierno entren en el barrio. Dato que algún día os puede ser útil: la Pepsi alivia los efectos del gas lacrimógeno. Ahora, no me preguntéis si hay que bebérsela, olerla, o echársela por la cabeza. O si con Coca-Cola sirve. Ni idea. Ah, parece que los rollos de papel de cocina también sirven para algo.

Y entonces les cuentan que van a evacuar a los ciudadanos estadounidenses al día siguiente. A los de otros sitios, no sé, ya se apañarán.

A lo largo de la historia hay muchas reflexiones de tipo político; ésta es de las más profundas.

En el aeropuerto un nota calcadito a H. P. Gyrich (¡qué bien le pusieron las iniciales a este hombre!) les comenta que «Os daré unos formularios para que me los llenéis, prometiendo que vais a reembolsar al gobierno el importe del vuelo». Que se vea que una cosa es garantizar la seguridad de tus ciudadanos, y otra andar regalando viajecitos a Chipre. Sí, a Chipre. Allí que te alojen los de la Cruz Roja, que sólo falta que te andemos pagando hotelitos.

En el avión se enteran de que también hay revueltas en Arabia Saudí, Siria, y otros sitios. Y en Chipre es cuando ocurre la imprescindible escena en una playa vacía donde los protas reflexionan sobre sus perspectivas vitales, cómo les ha afectado lo que ha pasado y qué piensan hacer de su vida, que no es gran cosa, la verdad.

La cosa sigue con un resumen histórico de cómo las revueltas se siguieron extendiendo como una mancha de aceite, acabando con los gobiernos de Yemen y Libia, protestas en Argelia, Irak, Bahrein, Marruecos, Kuwait, Omán y Jordania. E incluso en Estados Unidos. En Europa se ve no pasó nada.

Finalmente, vemos a los protas haciendo la típica charla político-filosófica mientras participan en una manifa, que acaba con la siguiente reflexión:

«¿Crees que esto pude durar?» «Espero que sí.»

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