Fable III: Molyneux es comunista

Pues anda que no se lo tenía bien calladito el muy jodio… Acostumbrados como estamos a que Theme Park o Dungeon Keeper sean juegos de gestión con más tendencias capitalistas que cualquier otra cosa remotamente parecida al socialismo, va Peter Molyneux y se cambia de acera en Fable III. ¿Que no sabéis a que me refiero? Acompañadme y veréis…

Lo que más mola de este juego es la ambientación industrial, el llevar espada y pistola…

Fable III, como los otros Fables, supuestamente es un juego que mezcla el RPG con los sims y cosas parecidas que le gustan a Molyneux; el jugar con personajes virtuales que estan «vivos» y tienen interacción social con el jugador. Pero, en realidad, Fable III de RPG tiene poco y de simulador social tiene menos.

Sí, como diría Lucía Supernintendo, es un juego de esos de ver a gente de espaldas corriendo.

Porque Fable III mantiene las decisiones morales de sus antecesores, la dualidad bueno/malo de los otros dos, y en vez de profundizar en ello, se la pasa por el forro de no te digo qué. Porque aquí las decisiones morales son de risa y como consecuencias en la trama poco tienen, y para colmo sólo aparecen en la parte final del juego. Cosa que es un poco desastrosa, vaya…

Y hay putas. Y sexo. Y ahí acaban los parecidos con Witcher II.

Me explicaré; nuestro personaje es hermano del Rey de Albión, el continente donde se desarrolla el juego. El caso es que el tío se ha convertido en un tirano y un déspota y tenemos que derrocarlo. Durante la mayor parte del desarrollo del juego nos tocará pegarnos con bichos haciendo quest a lo World of Warcraft para convencer a las facciones del país para que nos apoyen en nuestra revolución. Las quests van desde lo monótono (lleva esto aquí y tal) hasta las que estan fuertemente scriptadas y te dejan disfrutar de lo que juegas. Sin embargo, el aspecto «social» del juego brilla por su ausencia. Si, puedes hacer carantoñas a casi todos los NPCs del juego para que se hagan amigos tuyos y te hagan regalos, pero poco o nada tienen que ver con el desarrollo del juego. Puedes casarte y tener hijos, pero es algo totalmente opcional que no te va a resultar divertido en absoluto; cásate, gasta tu dinero a lo tonto en mantener una familia y olvídate de ellos. Dara absolutamente igual.

Los carteles que aparecen durante los tiempos de carga son de lo mejorcito del juego.

Pero, y aquí llegamos a la gran novedad de Fable III, cuando llevamos a cabo nuestra gran revolución y  conseguimos ser califa en lugar del califa, el juego continúa. En el momento que debería ser el final del juego, nos ponen al frente de un país y, cual ZP u Obama cualquiera, nos toca cumplir las promesas que hicimos para llegar al poder. Pero eso sí, tenemos que tener en cuenta que el dinero del estado es poco y cumplir cada promesa nos costará una pasta indecente. Si dejamos al estado feliz pero con números rojos, oh fatalidad, nuestros enemigos podrán atacarnos sin ningún complejo porque no tendremos dinero para pagar a los soldados (aunque esto es una simplificación, la trama es más complicada que eso y paso de reventarosla, por chorra que pueda ser).

Que cuernos, ¡son lo mejor del juego!

¿Y cual es la solución que tiene que tener cualquier hijo de vecino para poder tener un ejército fuerte y un pueblo contento? Pues conseguir más pasta. Ya, ya se que los gobiernos de hoy en día lo que hacen es pasar de todo y hacer recortes a saco para encabronar al personal, y ya se que lo de apretarse el cinturón lo sacaba hasta Hynkel en El Gran Dictador, pero en nuestro caso vamos a hacer que el estado gane dinero. Invirtiéndolo.

Decidido, ya sólo pongo carteles.

Y es ahí donde Fable III se convierte en un juego de rojos. Porque, dejándote como te deja el juego comprar propiedades y vivir de las rentas, puedes coger todo el dinero del estado y gastarlo en comprar todos los comercios del pais. Y luego las casas. Y liarte a cobrar alquileres y de todo, con lo que la pasta que tienes tú sube como la espuma; el estado es propietario de todo y el dinero va todo para el estado. De la noche a la mañana el juego ya no tiene una temática de la Revolución Francesa, si no que directamente es el Octubre Soviético.

Mucha preproducción, poco rodaje…

Y es que, hay que admitirlo, la parte «estratégica» del juego es nefasta. Sólo tienes que comprar muchas propiedades y dejar el juego puesto unas cuantas horas, que cuando vuelvas de ver una peli, dormir o lo que sea, tendrás la cuenta corriente llena y podrás hacer frente a lo que haga falta. Me recordó mucho a los MMOs, en los que constantemente le obligan al jugador a perder el tiempo en tareas repetitivas para conseguir un objetivo determinado, alargando tontamente la vida del juego.

En fín, una pena que el resto del juego no estuviera a la altura de los carteles…

Y teniendo en cuenta que la parte RPG es más simple que un Call of Duty, no me he quedado muy contento con este Fable III. Es cierto que el bueno, el II, nunca salió para PC y nunca le eché el ojo, pero Fable III tiene toda la pinta de que es un juego hecho con prisas al que a última hora le han metido el tijeretazo de forma sangrante. Teniendo en cuenta que la franquicia es uno de los buques insignia de la consola de Microsoft, mal camino llevamos para verndernos a los PCeros la XBOX, si lo que nos viene «de allí» es Fable III y Dragon Age II.

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