Realmente, Baljabazhabullarom no debería tener ningún motivo para vengarse de mí. Al fin y al cabo, yo no le había provocado ningún daño directo, aparte de sugerir el asesinato de su «novia» para evitar que ejecutara su fin del mundo:
«CAERÁ NUESTRA IRA SOBRE TI, -siguió la sombra- LOS CIELOS DE TU PLANO SE PINTARÁN CON LA SANGRE DE LOS INOCENTES, Y…»
«¡Cállate gilipollas, estoy intentando conectar! -Hilario bajó la cabeza y se sujetó las sienes- Mmm… ¿M’keimau? ¡¿M`keimau?!»
«¿M´keimau? Por supuesto, eso explicaría la ansiedad de los gatos y el exceso de roedores -M’keimau era una suerte de deidad de formato hinduista de las ratas. Por así decirlo, M’keimau era la encarnación de las ratas en el mundo primigenio, en la era en la que los mamíferos eran ratas y los dinosaurios eran los amos de la creación. Dicha encarnación rendía pleitesía a los Grandes Primigenios, y de ahí…»
«Coño, te gusta pegarte con gente de nombre raro, ¿eh? -ironizó Hilario, poniéndose en pie- Mira, M’keimau, mejor lo dejas. Total, todavía estas a tiempo, y si hemos conseguido cabr…»
«¡SUCUMBE, HUMANO! -alzó su brazo la sombra, provocando que Hilario volviera a caer de rodillas- ¡SUCUMBE COMO SUCUMBIERON TUS ANTEPASADOS!»
«Santo dios, ¿está intentando controlarlo mentalmente?»
«POR SUPUESTO. VOSOTROS, LOS DÉBILES HUMANOS, SOIS FACILES DE CONTROLAR, PUES VUESTROS ANTEPASADOS PRIMIGENIOS ERAN LOS MÍOS, EL PUEBLO DENTADO QUE CORRE SOBRE INMUNDICIA»
«¿Usted cree?»
«CRÉAME, TENGO AMPLIA EXPERIENCIA EN ESTO.»
«¿Y ahora que va a hacer?»
«NADA. VOSOTROS LO HARÉIS.»
Y en aquel momento, sentí como se me agarrotaban todos mis miembros, y mi cuerpo se volvía completamente rígido. Era como si mi cerebro perdiera totalmente su conexión con el resto de mi cuerpo, y ni siquiera era capaz de controlar a dónde miraba. Junto a mí, Hilario Abañón se colocaba a mi lado, con unos ojos totalmente carentes de expresión, mientras notaba como mi cuerpo comenzaba a moverse pesadamente, dirigiéndose hacia la salida del edificio. En nuestro camino, centenares de ratas empezaron a salir de las paredes, de todas partes del edificio, rompiendo la madera, destrozando los azulejos. Una vez en el exterior, lo que mis ojos me permitieron ver era aterrador: miles de ratas cubrían el cesped del campus, miles de ratas que salían de los cementerios, que se introducían por agujeros en la tierra y sacaban a la luz a multitud de cadáveres que, animados por las ratas que se les introducían dentro, comenzaban a marchar por el Rathauspark hacia más allá del ayuntamiento:
«ESTA CIUDAD EVITÓ EL ASCENSO DE NUESTRO SEÑOR BALJABAZHABULLAROM, Y PAGARÁ POR ELLO -habló la chirriante voz de M’keimau en mi mente- EL QUE GRITA DEMASIADO Y CON DEMASIADOS TENTÁCULOS DEVORARÁ LAS ALMAS DE TODOS.»
He de confesar que comenzaba a sentirme bastante intranquilo ante la perspectiva de tal apocalipsis. A decir verdad, no veía forma de liberarme del molesto control de dios rata, y empezaba a ser consciente de que, en cierto modo, esta situación era culpa mía. La muerte de Olaf Gustarddufsson debía de haber sido la primera pieza de un complicado puzzle, un medio por el cual conseguir acceder a mi hogar, cruzar sus defensas sin ser detectado y poder acceder a las botellas con demonios encerrados dentro que, a falta de un lugar mejor, guardaba en mi casa.
Me hallaba yo llegando a estas conclusiones, cuando delante del edificio del parlamento noté que una mano me arrastraba y me obligaba a apartarme del camino. Mi cuerpo, lejos de dejarse llevar, empezó a tratar de avanzar mecánicamente hacia su objetivo, pero el rostro de Hilario Abañón apareció ante mí y comenzó a abofetearme:
«¡Despierta gilipollas! ¡Despierta de una vez!» -pero no obtuvo el menor resultado hasta un cuarto de hora después. Ya notaba mi rostro totalmente amoratado e hinchando, cuando de repente mis cuerdas vocales comenzaron a gemir, y noté como mis miembros empezaban a relajarse:
«Pod favod, padde ya -solicité, mientras Hilario apretaba mis dos carrillos con una sola mano y descargaba su puño en mi vientre- Cddeo que ya me he deggzpeddtaddo.»
«Menos mal -me entregó un paquetito de pañuelos de papel y apartó la vista- Límpiese, está perdido de sangre.»
«Creo que me ha roto un par de dientes, noto algo duro detrás de una de las muelas del juicio.»
«No tenía tiempo para delicadezas -sacó una petaca de su bolsillo y echó un trago- ¿Se le ocurre que podríamos hacer?»
«Creo que el incidente con el señor Gustarddufsson está asociado con todo esto. Asi que, a falta de mejores pistas, creo que deberíamos ir a mi casa.»
«Es una mierda de plan, pero a falta de algo mejor habrá que ir para allí -Abañón cerró su petaca y la guardó en su gabardina- Por cierto, coja el teléfono, le están llamando.»
«Oh, vaya, como lo tenía silenciado y en la chaqueta no lo notaba vibrar -lo acerqué a mi oreja y pulsé el botón- ¿Alló?»
«Kindersorpresen, ¡dígame que no tiene nada que ver con esto! -la voz del inspector Klöse se oía ciertamente agitada- ¡Le dije que no armara demasiado ruido!»
«Le aseguro que no tenía esa intención, pero las cosas no funcionan siempre como uno quiere.»
«Procesiones de ratas por todas partes, los muertos levantándose de sus tumbas, los ciudadanos están aterrorizados y cada vez que un agente se acerca por allí desaparece totalmente, ¿me puede decir que está pasando?»
«¿Prefiere una explicación detallada o una más directa?»
«Prefiero que arregle todo esto de una puta vez, si no le importa.»
«Tomaré eso por una solicitud de una explicación directa -mientras seguía hablando con el inspector, Hilario me arrastró dentro de su coche, pero debía de haber olvidado las llaves en casa porque lo había puenteado- Básicamente, creo que el dios de las ratas quiere invocar al demonio de los tentáculos que vimos hace años en Klosteneuburgo, y a tal efecto intentó penetrar en las defensas de mi hogar mediante el señor Gustarddufsson.»
«Ah, el gordo. ¿Tiene algo que ver este informe forense que dice que el tipo tenía los intestinos llenos de carne de rata?»
«Interesante. Algunos cultos animistas primitivos hacían ingerir a sus enemigos grandes cantidades de carne de rata para someterlos a la voluntad de M’keimau.»
«Lo que sea, ¿sabe qué podríamos hacer? No es que este marrón me haya caído a mí, pero preferiría que Viena no se convirtiera en la puerta del infierno o algo parecido.»
«A decir verdad, durante la dominación romana los legionarios calificaban de forma parecida a la ciudad, ya que era el último puesto civilizado antes del territorio ocupado por los bárbaros, con lo que podríamos decir…»
«Que no me importa eso una mierda, lo que yo quiero son soluciones. ¡Si las tiene, llame inmediatamente!» -y dicho esto, Klöse colgó.
«Espero que al llegar a su casa se le ocurra algo -dijo Hilario Abañón, mientras hacía una exhibición de pésima conducción y total desconocimiento de las más mínimas nociones de educación vial- Yo por lo menos me he quedado sin ideas que no lleven añadido destruir toda la ciudad.»
«Créame, si los gobiernos del mundo supieran lo que aquí está pasando realmente, no dudarían en pulsar el botón rojo.»