La Venganza de Gunthër Panoñez (II)

«Tengo que decir, Kienfliguenpichi, que siempre sabe montarse las mejores fiestas -eran ya las tres de la mañana, y el inspector Klöse parecía divertirse al ver como los operarios trataban de instalar una palanca hidráulica para desencajar el cadáver de Olaf Gustarddufsson- ¿Y dice que el hombre se sentía perseguido?»
«Por lo que me dijo, oyó espantosos crujidos durante una charla en la facultad, acompañadas de una bajada de tensión en las luces del edificio»
«Eso es perfectamente normal, hasta para su linea de trabajo»
«En efecto. Pero, en su errático e histérico relato, afirmó también haberse encontrado con el cadaver semidescompuesto de Gunthër Panoñez, y que incluso llegó a tocarle.»
«¿Ve? Eso ya se parece un poco más a lo habitual en usted.»
El trasero de Gustarddufsson, que había hecho ventosa en mi butacón favorito, se resistía hasta a la fuerza hidraulica de la palanca de los operarios:
«Santo dios, ¿pero de que estaba hecho ese hombre?»
«He de admitir que tenía unos hábitos dietéticos deplorables, con lo que su masa corporal debe estar compuesta por grasas en un 80% o más»
«Pedazo gordaco, sí -garabateó algo en su bloc de notas- Ese pestazo en él, ¿era algo natural?»
«Desde luego, vivía con una capa de sudor que lo envolvía por completo»
«Dios santo, que pestazo.»
«Y eso por no hablar de la halitosis, debida a una deplorable higiene dental y a múltiples problemas gastricointestinales.»
«Vamos, que si no le hubiera fallado el corazón le habría fallado todo lo demás.»
«Muy probablemente.»
«Jefe, -intervino un operario- esto no puede aplicar más fuerza, corremos el riesgo de romperlo.»
«¿Romper mi butacón? ¡Eso si que no! Es una reliquia del siglo XIX, un recuerdo familiar…»
«No, no hablamos de que se parta el butacón, hablamos de romperse el muerto.»
«Por eso no se preocupe Muhaldalharabarayan, cuando le hagan la autopsia lo despedazarán más todavia para meterlo en las distintas cámaras frigoríficas, porque entero en una no cabe.»
«¡Protesto igualmente, inspector! ¡Me va a poner la casa perdida!»
«No por dios, somos profesionales, ¿verdad Muhaldalharabarayan?»
«Por supuesto jefe, primero lo desangraremos como un puerco y le drenaremos los intestinos, como esta mandado.»
«Dios santo, creo que voy a vomitar…»
«Le hacía a usted hecho de otra pasta, Kiendenpiguen -oí decir a Klosë, mientras corría al excusado.»
Y no le faltaba razón. En mis investigaciones he visto cosas mucho peores sin sentir la menor nausea, pero la perspectiva de tener a semejante criatura abierta en canal en mitad de mi salón, rompía todas mis barreras mentales contra el disgusto; ¡maldita sea, era mi sillón favorito, mi santa sanctorum, invadida por las vísceras de ese gordo cabrón! Comencé a abrigar cierto rencor contra el muerto, cosa que no acababa de estar del todo bien, asi que traté de centrar ese odio en su asesino, fuera quien fuese.
«¿Ha terminado ya de vomitar? -inquirió el inspector, tras la puerta- Me gustaría dar por terminada su declaración, si no le importa.»
«Disculpe si mi declaración ha sido escasa, no hay mucho más que le pueda decir.»
«A priori, no creo que hubiera mucho que declarar. Le dió un infarto y se murió, la historia de zombis vengativos no creo que sea nada más que alguna alucinación provocada por la falta de riego sanguineo al cerebro, el gordo este tenía varices hasta en los sobacos.»
«¿Se va entonces?»
«Sí. Los muchachos tardarán un rato más en sacarlo de su casa, asi que le recomendaría irse a un hotel si quiere dormir. Ya hemos empezado a avisar a sus vecinos de que probablemente se les vaya a hacer larga la noche, sobre todo con todos esos periodistas ahí abajo.»
«Ah, la prensa. Creo que prefiero no dormir, con tal de no tener que afrontarla a la salida.»
«Le entiendo perfectamente, sobre todo despues de lo de Vassily Meneceleczowa.»
Suspiré sobre la taza del baño, con el vómito desperdigado aún entre mis barbas. Vassily Meneceleczowa había sido teniente de alcalde de Viena y haría un par de meses, ante la imposibilidad de la policia de encontrar a Marushya, su hija perdida, Vassily me había consultado a mí. No tarde en encontrar la raíz del problema, un culto satanista de Klosterneuburgo la había captado, y la había iniciado rituales de apareamiento con Baljabazhabullarom, El Que Grita Demasiado Y Tiene Muchos Tentáculos. Una vez la hube localizado fornicando con el engendro tentacular, el inspector Klosë y el propio Meneceleczowa acudieron junto a varios policias para rescatar a la joven. Sin embargo, la joven distaba mucho ya de ser la inocente y virginal moza de antaño, ya que ahora había entrado en comunión con la bestia ancestral y tenía tentáculos metidos por absolutamente todos los orificios de su cuerpo, por no hablar de que estaba recubierta por completo por sangre de cabra y algunas cosas más que mi cerebro se niega a recordar por miedo a tener que vomitar otra vez. Para no extenderme más, resumiré el resto de la historia en que el padre tuvo que matar a su propia hija para evitar el apocalipsis y que la prensa nunca pudo llegar a conocer la verdad de la historia, pero se olían que yo sabía algo del asunto.
«Buenas noches, Kienflatten -se despidió el inspector.»
«¡Espere un momento! -me incorporé como pude y tiré de la cadena, abrí la puerta y empecé a asearme en el lavabo- Verá usted, tengo que estar en la investigación.»
«Por supuesto, de usted no esperaba otra cosa. ¿Tenemos que repetir la conversación de siempre?»
«No creo que haga falta, desde luego. Y más despues de lo de Klosterneuburgo.»
«No, no hace falta. Tiene via libre para hacer lo que le venga en gana, de hecho no pienso tocar apenas este caso. Llámenos cuando los demonios o lo que sea que tenga que ver con todo esto estén muertos, desterrados al infierno o lo que sea. Pero por favor, no me haga ver otro demonio de los abismos de 50 metros de altura.»
«Quinientos.»
«¿Cómo?»
«Baljabazhabullarom mide quinientos metros de altura. No es el demonio primigenio más grande, desde luego, el Gran Puturrulluh mora bajo las profundidades y supone un 30% de la masa terrestre, enroscado sobre si mismo varias veces y con su cabeza de varios kilómetros de largo situada bajo…»
«¡No quiero saberlo! -el inspector prefería vivir en la ignorancia, tal y como las fuerzas oscuras quieren que vivan los humanos para poder gobernarles a su gusto- Hágame un favor, no haga mucho ruido. Y si ha sido un ataque al corazón, mejor que mejor.»
«Desde luego, yo también preferiría esto último.»
«Esta bien saberlo. Buenas noches.»
Una vez el inspector se fue, mi hijo se acercó silenciosamente a mis espaldas:
«Padre, murió de un infarto. Yo lo ví.»
«Seguramente hijo, pero fuerzas ocultas pueden haberlo inducido.»
«Tal vez padre, pero yo lo ví.»
«Está bien, creo en tu palabra. ¿Podrías ir a tu cuarto y tratar de descansar un poco? Creo que va a ser una noche muy larga, ya estoy oyendo las sierras de los operarios…»

Y realmente la operación duró hasta más allá del amanecer. Tuve bastantes discusiones con los operarios, que se negaban a colocar plásticos para no perjudicar la moqueta, alegando que ese no era su trabajo, con lo que rudimentariamente tuve que vaciar todo el mobiliario del salón, los libros, los objetos de artesanía de incontable valor y todos los Kai Ma Shurie, amuletos místicos y botellas con demonios encerrados dentro a falta de un contenedor mejor, para evitar que los obreros hicieran un estropicio. Lo único que no podía salvar del fervor destructivo del funcionariado municipal eran las paredes y mi butacón.

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