The Will of Doom y la política intervencionista estadounidense

Tras la derrota del Doctor Muerte y su incierto destino se ha abierto un gran vacío de poder, y un afán por rapiñar todo lo que este ha dejado detrás, elementos que ya se insinuaron en el último número de One World Under Doom. Una historia que continúa ahora en The Will of Doom y en la que Ryan North y R. B. Silva han cedido el testigo a Chip Zdarsky y Cafu para que nos muestren las complicadas consecuencias de la ausencia de Muerte. Un cómic que me ha sorprendido, y muy gratamente, por la descaradísima carga de crítica política que sus autores han metido aquí y que para mí están resultando muchísimo más interesante que el saber quién se quedará con la herencia.

Pese a que en la última viñeta de One World Under Doom veíamos un trozo del testamento del Doctor Muerte en el que se podía leer que legaba todo lo que poseía a quien primero hiciese… algo que no podíamos leer, en The Will of Doom parece que ha habido un cambio de rumbo y el testamento de Muerte ahora dice sencillamente que Valeria Richards es su heredera universal. Pero se deba este cambio a lo que se deba, es que Valeria lo ha heredado todo pero no lo quiere y está tratando de librarse de esa herencia.

Una herencia que se complica cuando un ejército de Muertebots con un nuevo diseño deciden dar golpes de estado en naciones e incluso ciudades de todo el mundo y autoproclamarse sus nuevos gobernantes, algo que no nos queda claro si se trata de algún plan del propio Muerte o de alguien con acceso a sus recursos que está moviendo los hilos desde las sombras (probablemente Kristoff o Victorious/Zora). Robots a los que despachan fácilmente cuando Valeria toma posesión de una parte de su herencia, una isla en la que Muerte hacía experimentos más privados de lo corriente y en donde se encuentra el control para desactivarlos. Pero nada de eso es lo realmente importante de este cómic, al menos de su primer número.

Aquí lo realmente interesante es cómo Zdarsky y Cafu, un canadiense y un español, están aprovechando esta historia para tratar un tema muchísimo más relevante y aterradoramente actual, la política exterior estadounidense. Algo que nos dejan clarísimo ya en el prólogo, donde unos marines van a recoger al general Ross, quien había sido prisionero del Doctor Muerte en la bastante sorprendentemente recomendable maxiserie de Red Hulk a cargo de Benjamin Percy y Geoff Shaw, y tras escapar de allí con la ayuda del Hombre Máquina y un Deathlok, había acabado plantando una bandera estadounidense en plena Latveria, como reclamando su propiedad. Algo que al gobierno de su país no le hace gracia por la imagen que transmite, pero los propios soldados que han ido a rescatarle, y que tenían órdenes de retirar esa bandera, deciden hacerse los locos y dejarla allí.

Y por si a alguien no le había quedado claro el mensaje que este cómic quiere transmitir, en la misma escena uno de esos soldados le comenta a Ross que el mundo se encuentra en un estado algo caótico tras la caída de Muerte, que en el propio Estados Unidos hay muchísima gente que estaba encantada bajo su reinado y que ahora temen volver a ser simplemente estadounidenses. Algo a lo que Ross responde de una forma que en el resto del mundo ya estamos tristemente muy acostumbrados, diciendo que sus compatriotas no deberían temer ser estadounidenses, sino que el resto del mundo DEBERÍA TEMER A LOS ESTADOUNIDENSES. Por si a alguien se le había olvidado que Ross fue durante décadas un villano.

Aquí toca hacer un pequeño inciso para recordar que en el primer arco argumental de la serie actual del Capitán América, también escrita por Chip Zdarsky, el general Ross manipula a un recién descongelado Capitán América para que participe en una presunta misión de rescate en Latveria, donde unos diplomáticos han sido secuestrados. Pero acaba desvelándose que Ross había enviado a ese equipo para asesinar a los diplomáticos y que estos no contasen que el gobierno de Estados Unidos había colaborado con el golpe de estado en Latveria que llevó al Doctor Muerte al poder, algo que obviamente no le sentó nada bien al Capitán América, quien se salvó de acabar en prisión solo por la intervención de Tony Stark, quien amenazó a Ross con dejar de fabricar armas para el gobierno. Un precedente muy directo de esta historia que nos deja claro que Zdarsky no es precisamente un defensor de la política intervencionista de Estados Unidos y que ve a Ross como lo que fue cuando lo crearon, un mal bicho.

Volviendo al presente, y a The Will of Doom, nos encontramos con una tensa conversación entre el general Ross y el secretario Brooke (probablemente secretario de Estado o de Defensa, no lo especifican), con este último muy cabreado con Ross por su numerito de la bandera, ya que eso ha complicado las relaciones de Estados Unidos con sus aliados y el resto del mundo, ya que parece un signo de ocupación. Y la respuesta de Ross es una que no desentonaría en absoluto con la de cualquier portavoz del gobierno actual de allí, ¿y quién debería ocupar Latveria si no? Como se ha convertido en un país inestable y está lleno de armas y tecnología avanzadísimas, son ellos y solo ellos quienes deben ocupar el país y quedarse con lo que encuentren. Definitivamente no esperaba encontrar una crítica tan feroz y directa a la política estadounidense en un cómic como este. Pero teniendo en cuenta cómo en las noticias vemos cada día amenazas de anexionarse Groenlandia o actos de piratería contra Venezuela, no me sorprende nada que las críticas sean tan poco sutiles.

Y aunque Brooke no está nada conforme con la actitud de Ross, después de que la Casa Blanca sea asaltada por un Muertebot, poniendo en peligro la vida del presidente, y que sea el propio Ross en su forma de Hulk Rojo quien salve el día, el gobierno de Estados Unidos decide que efectivamente es muy peligroso que el arsenal del Doctor Muerte caiga en malas manos, y envían a Ross como consultor a Latveria para supervisar la búsqueda de artefactos peligrosos. Algo que no me cabe duda de que terminará con estos decidiendo también que es mejor que todo lo que encuentren acabe a buen recaudo en laboratorios militares yanquis para replicar esa tecnología.

Definitivamente con este enfoque inesperado Zdarsky y Cafu me han conquistado por completo, y me muero de ganas por ver cómo evolucionará esta serie, de la que espero que se mantenga tanto el tono de este primer número como la caracterización de Ross que hemos visto tanto aquí como en la serie del Capitán América, la de que quizá no sea un villano 100 %, pero que se acerca demasiado a serlo. Pero también espero que no acaben sufriendo ninguna interferencia editorial que les obligue a rebajar el tono o a acabar justificando que Estados Unidos tiene toda la razón y el derecho a ocupar Latveria y quedarse con lo que quieran, que sabemos que es una posibilidad bastante alta.