El mundo está lleno de personas que trágicamente nos dejaron demasiado pronto, algo a lo que, por supuesto, no son ajenos los medios que tocamos habitualmente en este blog, y hoy quiero recordar a una de esas personas: Satoshi Kon. Un cineasta y mangaka que falleció con tan solo cuarenta y seis años y que nos dejó detrás un pequeño legado de grandísimas obras, a través de las cuales su memoria nunca morirá del todo. Pero aunque es mundialmente famoso, muy merecidamente, por su trabajo en el mundo de la animación, no podemos olvidar que sus inicios profesionales tuvieron lugar en el mundo del manga, una faceta que hoy quiero recordar a través de “Historias cortas de Satoshi Kon”, un recopilatorio de sus primeros trabajos profesionales publicados, en los que podemos apreciar ya las claves y recursos que le convirtieron en un cineasta inmenso.

Perfect Blue, Millennium Actress, Tokyo Godfathers, Paprika o Paranoia Agent, todos hemos visto todas o algunas de sus obras audiovisuales y nos hemos maravillado y sorprendido ante el talento e imaginación que poseía Kon. Pero esas son habilidades que fue puliendo a lo largo de muchos años de duro trabajo, primero en el mundo del manga, llegando a ser uno de los asistentes de Katsuhiro Otomo, y también en la animación, donde fue animador y guionista antes de llegar a dirigir sus propios proyectos. Y de esa primera etapa como mangaka, en Historias cortas de Satoshi Kon encontramos las historias cortas que este realizó durante la década de los ochenta para diferentes publicaciones, cuando Kon no era más que un veinteañero que iba aprendiendo la profesión sobre la marcha y, a través de las cuales, no solo podemos apreciar su evolución como guionista y dibujante, sino también las semillas del enorme cineasta que acabó siendo.

Como toda recopilación de este tipo, la calidad es un tanto irregular, ya que Kon era aún un novato que estaba buscando su estilo y no hay apenas ningún hilo conductor que conecte estas historias, más allá de ciertos temas y elementos que acabaron convirtiéndose en parte de su marca personal. Y aunque aquí la diversidad temática es enorme, encontrándonos historias deportivas, drama, costumbrismo, comedia disparatada, ciencia ficción o dramas históricos y bélicos ambientados durante la campaña africana de la Segunda Guerra Mundial o en el Japón feudal, entre otros. Pero, como ya decía antes, pese a esta variedad de temas tan dispares, es imposible no reconocer en cada una de estas historias, en mayor o menor medida, al Satoshi Kon que se hizo mundialmente famoso a través de su cine.

De esa forma, podemos apreciar en esta recopilación historias en las que la línea entre la realidad y el surrealismo es tremendamente difusa, donde situaciones tremendamente cotidianas derivan en algo imposible. También podemos apreciar ese cariño por el humor absurdo, que parecía en ocasiones influido por las comedias mudas de la Edad Dorada de Hollywood, con infinidad de persecuciones cada vez más disparatadas y multitudinarias en las que todo parecía posible. Y mostraba también un dominio del drama increíble, en donde manejaba la tensión de la historia de una forma envidiable para tratarse de alguien que aún estaba dando sus primeros pasos profesionales.

Pero también podemos encontrar algunas historias tremendamente familiares. En “Más allá del Sol” (1988) nos encontramos con la historia de una anciana que desea visitar la playa y que, sin levantarse de su cama del hospital, realiza un accidental, rocambolesco y frenético viaje por toda la ciudad. Algo que nos recuerda enormemente a Roujin Z (1991), la película de Katsuhiro Otomo en la que Kon trabajó como animador y que cuenta la misma historia, pero en clave de ciencia ficción y sátira social. Y aunque es difícil saber quién inspiró a quién (que es posible que Otomo le hablase a Kon de esa idea o que Otomo se inspirase en la historia de Kon), en esta descacharrante historia, mi favorita del tomo, podemos encontrar esa querencia por el humor absurdo y las persecuciones alocadas que aparecían puntualmente incluso en sus obras más serias.

En Kidnappers (1987) y La campanilla de Navidad (1989), la historia con la que descubrí a Kon hace siglos en las páginas de la Shonen Magazine, nos encontramos con otro tema tremendamente familiar para los fans de Kon: las complicaciones a la hora de devolver a una niña perdida a su hogar. En la primera encontramos a un ladrón de coches que roba una furgoneta en la que se encuentra una niña a la que han secuestrado y que sus intentos de devolverla a su familia se van complicando cada vez más hasta niveles ridículos. Mientras que en la segunda, y ambientada en Navidad, un divorciado que ha terminado su trabajo como Papá Noel para una tienda se encuentra a una niña paseando sola por la fría noche de la ciudad, y esta está empeñada en que “Papá Noel” le regale un padre por Navidad. Dos historias en las que encontramos los cimientos de lo que acabó siendo la genial Tokyo Godfathers: el humor disparatado, los momentos dramáticos y tiernos, inesperados reencuentros familiares y un tono esperanzador.

Y aunque en Los Visitantes (1987) no encontramos ninguna referencia tan directa a ninguno de sus trabajos audiovisuales, sí que podemos apreciar ciertos temas y recursos que aparecieron habitualmente en su cine. Aquí tenemos a una familia que acaba de comprar por un precio de risa la casa de sus sueños, pero no tardan en descubrir el porqué de ese precio tan barato. Y es que su casa es el lugar de paso de infinidad de fantasmas, que se pasean por allí como si nada y con algunos de ellos interfiriendo más de la cuenta con la vida de esta familia. Unas circunstancias a las que estos deciden enfrentarse fingiendo que no sucede nada, que todo es completamente normal, pese a que, a medida que transcurre el tiempo, sus nervios están a punto de estallar por la afluencia cada vez mayor de estos espíritus del más allá. Y esa forma de lo sobrenatural infiltrándose en la cotidianidad, el no saber qué es real y qué no, y esa deriva hacia lo absurdo son de nuevo unas señas de identidad inequívocas de Kon.

Pero tampoco quiero dejar de mencionar Cautivos/Toriko, el Dōjinshi con el que Kon debutó profesionalmente en 1984, cuando contaba con veintiún años, y en donde se aprecia a la perfección su admiración por Katsuhiro Otomo, una admiración mutua, ya que se dice que fue esta obra la que hizo que Otomo se fijase en Kon y le contratase como asistente. Una historia en dos partes, ambientada en una sociedad distópica, futurista y opresiva, en la que los jóvenes no cejan en su empeño en rebelarse contra el sistema, un problema para el cual el gobierno ha encontrado una drástica solución. Desde la estética de ciencia ficción, al diseño de personajes, y especialmente en ese protagonista, un joven rebelde y violento que lucha contra algo aparentemente imposible de derrotar, la influencia de Otomo es innegable. Pero lo grande de Kon es que esta historia no es un simple pastiche de Akira, sino que, tomando muchos elementos de este, construye una historia que va en su propia dirección hasta llegar a un final demoledor.

Y, obviamente, visualmente nos encontramos a un Kon fuertemente influenciado por el estilo de su mentor Katsuhiro Otomo, pero también por el cine de ciencia ficción o el de Kurosawa, a los que era tan aficionado. Y aunque aún se encontraba algo verde y hay algunas historias en las que la narración resulta un tanto confusa y la anatomía de sus personajes es irregular, el resultado general es increíble para alguien que aún estaba aprendiendo. Aquí podemos encontrar momentos de una belleza visual que quitan la respiración, un sentido del diseño más que notable y un dominio de la comedia física con el que es imposible no acabar soltando alguna carcajada que otra.

Por todo ello, este Historias cortas de Satoshi Kon es una forma perfecta de acercarse a la obra de este gran artista tan añorado, de poder ver no solo su evolución creativa, sino poder rastrear los orígenes de muchos de esos grandes momentos con los que nos deleitó en el cine y la televisión. Y aunque, por desgracia, su legado es muchísimo más corto de lo que tendría que haber sido, y se encuentra lleno de obras inacabadas, ese pequeño puñado de obras que nos dejó es uno que vale la pena revisitar a menudo y mantener así vivo su recuerdo.

A estas alturas decir que tus autores favoritos son Otomo o Kon es como decir que tu cómic favorito es Watchmen, ALARMA DE POSTUREO!
Y Watchmen y Camelot 3000 siguen entre mis diez cómics favoritos todavía (aunque eso de las listas, que nunca me importó mucho, cada vez me importa menos).
Siempre negativo!
Me he leído lo demás de Kon publicado en España, pero lo de Historias cortas todavía no. Una deuda pendiente que hay que reparar.
Kon fue uno de esos autores que se notaba, que sí tenía cosas que contar.
Periodicamente pienso, que hace mucho que no ha sacado nada nuevo y en que estará ocupado. Y entonces recuerdo que murió demasiado pronto.
Se le extraña.