La semana pasada se emitió la tercera parte de la sexta y última temporada de Cobra Kai, y dejando a un lado que, si Netflix quiere estirar sus series, podría usar el modelo lógico de un episodio semanal, lo realmente importante aquí es que nos ha tocado decirle adiós a una serie que, a mí personalmente, primero me sorprendió muchísimo y más tarde me enganchó como hacía tiempo que no me enganchaba otra serie. Así, durante seis años, he seguido fielmente este tardío y, a ratos, imposible regreso de Johnny Lawrence y el resto del universo de Karate Kid al primer plano, protagonizando una historia que, pese a ser difícil en ocasiones de tomar en serio, ha sabido explotar como pocas la nostalgia bien entendida. Y aunque voy a echarla muchísimo de menos, me queda el consuelo de lo bien que me lo he pasado con este relato que demuestra que las segundas partes (para Johnny, al menos) sí que pueden ser buenas.
Como ya dije por aquí en su día, cuando se estrenó Cobra Kai en YouTube (experimentos locos que hacían entonces), no sentí la más mínima inclinación o curiosidad por verla. Más que nada porque temía que fuese poco más que un saca cuartos o una de esas tardías secuelas paródicas que estrenan de vez en cuando, y dado que le tengo muchísimo cariño a las películas de Karate Kid, nada de eso me ilusionaba demasiado. Y mucho menos teniendo en cuenta la premisa de esta secuela, donde el protagonismo recaía en el antagonista de la primera película, Johnny Lawrence, y contaba cómo su vida se había ido a la mierda tras la derrota sufrida en aquella. Porque nada bueno podía salir de contar cómo un cincuentón, que había sido un matón pijo de instituto, ahora era un don nadie…
Pero lo que hicieron aquí Josh Heald, Jon Hurwitz y Hayden Schlossberg fue prácticamente cosa de magia. Partiendo de esa premisa, que a primera vista no parecía muy apasionante, pero que no dejaba de ser tremendamente fiel a los orígenes de esta franquicia (el tipo por el que nadie da nada demostrando lo mucho que puede ofrecer), crearon una serie que aún me cuesta creer que haya funcionado tan bien. Porque, pese a lo fácil que hubiera sido caer en lo paródico y convertir todo esto en un simple chiste, Cobra Kai ha tratado con muchísimo respeto la trilogía original de Karate Kid, y aunque no han huido del humor y a menudo pusieron el foco en lo ridículas que eran algunas de las actitudes de sus personajes, en ningún momento eso se volvió irrespetuoso.
De hecho, ha sido todo lo contrario. A lo largo de estas seis temporadas, lo único que hemos encontrado es un respeto y cariño enorme por aquellas películas, rescatando de ellas cada pequeño detalle o personaje secundario que pudiese aportar algo a esta historia, expandiéndola de formas que no creía posibles y construyendo con ellas una serie muy divertida, emotiva y, a ratos, dramática. Pero todo envuelto, además, con cierto filtro de «irrealidad» muy propio de la década de los ochenta, que vio nacer esta saga, y que hace que los elementos más absurdos o exagerados de su trama encajen a la perfección con el resto.
Y aunque el equipo detrás de las cámaras se merece todos los halagos posibles, no podemos obviar que el mayor aliciente de esta serie ha sido un enorme William Zabka. Este retomó aquel papel que había interpretado en 1984, un personaje que, pese a tener ciertos matices (no era el villano de la película precisamente), no dejaba de ser algo plano y estereotipado: el matón pijo de instituto que no soportaba que el nuevo recibiese más atención que él, especialmente de la chica que le gustaba. A partir de ahí, se construye un personaje trágico, uno de tantos que creyó llegar a lo más alto en la adolescencia y se quedó atascado allí, encadenando una mala decisión tras otra, culpando a los demás de sus errores y fracasos y arrastrando su vida hacia lo más bajo.
Pero aunque de ahí podría haber salido un dramón interesante, Cobra Kai siempre mantuvo un delicado y acertado equilibrio entre el drama y el humor, revitalizando de una forma increíble aquella vieja rivalidad entre Johnny y LaRusso, que, incluso sabiendo de sobra que estaba destinada a convertirse en amistad, era todo un placer ver cómo se desarrollaba. Esto, sin duda, ha sido para mí lo mejor de la serie: cómo las vidas de ambos personajes han dado unos giros tan radicales y cómo, poco a poco, han sido capaces de superar sus viejas rencillas, además de lo de parecerse entre sí más de lo que ninguno querría admitir, hasta convertirse en un dúo imparable.
Y pese a que ellos dos han sido de lo mejor de la serie, y esta ha contado con algún que otro personaje memorable, como esos desquiciados villanos que han sido Kreese y Silver (el primero con bastante más profundidad de la que esperaba y el segundo llevando al extremo su faceta de villano flipado ochentero), hay un personaje que, para mí, ha sido la revelación de la serie: Chozen Toguchi. Yuji Okumoto es otra vieja cara conocida de la franquicia, habiendo interpretado al villano de Karate Kid II, que, como Johnny, no soportaba que LaRusso llegase a su ciudad y le robara a la chica que le gustaba.
Un villano aún más plano y olvidable que, en su regreso, se ha convertido en un personaje increíble. Este también arrastraba muchos fantasmas del pasado, aunque, a diferencia de Johnny, había sido capaz de asumir sus errores, arrepentirse muchísimo por sus pasadas acciones y entablar una amistad inesperada con LaRusso y Johnny, quizás porque, como ellos, aún tenía problemas para dejar algunos elementos del pasado atrás. Y con todo ello, este nuevo Chozen terminó convirtiéndose en uno de los personajes más divertidos de la serie y en uno al que espero volver a ver en el futuro.
Todo esto no quiere decir que la serie fuese perfecta. Hubo algunos elementos de su trama, como esa enemistad/amistad entre Johnny y LaRusso, que se estiraron demasiado, así como los constantes cambios de bando de algunos personajes y, especialmente, el hecho de que cada vez se pusiera más el foco en los personajes más jóvenes. Porque lo que comenzó siendo prácticamente la serie de Johnny acabó convirtiéndose en una serie coral con demasiados personajes (no todos interesantes, precisamente) y con los que se fomentó el aspecto más culebronero de la serie, con los enredos románticos de los críos y sus dramones de adolescentes. Algo que se notó especialmente cuando la serie pasó de YouTube a Netflix, sin duda buscando conectar con el público más joven. Y aunque esto no fue siempre necesariamente malo, sus historias no tenían el mismo interés que las de los adultos de la serie.
Pero con el tramo final de la última temporada, todo volvió a su sitio, y el protagonismo absoluto volvió a las manos de Johnny Lawrence, quien tuvo por fin la oportunidad de cerrar unas heridas del pasado que seguían abiertas, redimirse ante sí mismo y comenzar una nueva etapa de su vida mirando hacia el futuro y no hacia el pasado. Un final que ha homenajeado sin disimulo alguno, más bien con todo el descaro del mundo, la principal influencia de los orígenes de esta saga, con esa cara dura que se ha convertido en marca de fábrica de Cobra Kai.
Y aunque Cobra Kai nos ha dicho adiós, tenemos en el horizonte la película Karate Kid: Legends, en la que Ralph Macchio une fuerzas con Jackie Chan para unir las dos sagas de Karate Kid. Aunque debo reconocer que me incomoda un poco que, al parecer, ninguno de los creadores de esta serie vaya a participar en esta película. Pero tanto si eso es así como si no, solo tenemos que recordar que Cobra Kai nunca muere y que nadie nos podrá quitar lo que hemos disfrutado estos seis años.
A mí me ha gustado mucho el final de Kobra Kai y como la historia ha dado un giro y Johnny Lawrence ha cerrado heridas, aunque algunos dirían que con la mejora que hizo la penúltima temporada ya estaba firmemente en el buen camino.
Es simpática.
Nunca me gustó Karate Kid pero las dos primeras temporadas de Cobra Kai me encantaron. Con esto no quiero decir que las siguientes fueran una mierda, estaban bien pero llegados a cierto punto las excusas para que se pegasen empezaban a resultar forzadas, en la última temporada el personaje de Tory hizo un viaje un tanto extraño.
Y yo personalmente no tengo ni el más mínimo interés en Legends, que no les habría costado nada darles un crédito de productores ejecutivos a Heald y Hurwitz pero se creen que con poner a Macchio ya arrastran al público de Cobra Kai, ¡pues para eso haber puesto a Zabka!
A mi me interesaron las primeras temporadas y luego poco a poco aquello se fue desinflando y dejó de interesarme demasiado ni aportarme nada, habiendo series mejores para ver para seguir dedicando tiempo a esta.