Pese a que la cooperativa de cómics Ghost Machine lleva ya algo más de un año en marcha, y que en ella colaboran un buen puñado de autores interesantes, tengo que reconocer que hasta ahora ninguno de sus títulos me había interesado demasiado. Algo debido, en parte, a que la sensación que me habían provocado todos aquellos títulos cuyo primer número había leído era de nostalgia noventera, y esa no es precisamente la clase de nostalgia que me interesa. Pero este mes debutó un nuevo título, The Rocketfellers, que parecía ofrecer algo diferente y que, además, estaba realizado por dos autores, Peter J. Tomasi y Francis Manapul, que en el pasado han hecho unos cuantos cómics con los que he disfrutado bastante. Y el resultado de esa colaboración ha resultado ser un cómic divertido y muy prometedor que, por fin, ha conseguido que me interese esta compañía.
La familia Rocketfeller no es precisamente la más unida del siglo XXV, pero tras caer en sus manos un terrible secreto del que podría depender el destino de toda la humanidad, y convertirse por ello en objetivo de quienes no quieren que eso salga a la luz, no les queda más remedio que desaparecer. Y para ello nada mejor que hacerlo a través del Programa de Protección de la Zona Temporal, una iniciativa que, para proteger a personas en peligro, les envía a una era aleatoria que solo quienes viajan conocen, para que así nadie pueda rastrearles. Ahora, refugiados en el 2024, los Rocketfellers no solo tienen que aclimatarse a vivir en una era tan primitiva para ellos, sino que tienen que hacer todo lo posible para permanecer unidos y, sobre todo, no hacer nada que llame la atención. Pero el estar alejados de todo y todos cuanto conocen, sin saber cuándo podrán regresar a su época, está haciendo mella en la familia, y las tensiones que eso está provocando podrían aumentar el peligro que sigue pendiendo sobre sus cabezas.
The Rocketfellers ha sido una más que agradable sorpresa dentro de un proyecto al que, a estas alturas, prácticamente no prestaba atención, y no precisamente por la falta de calidad de sus títulos, sino por estar enfocados a un tipo de público entre el que, en principio, no me encuentro (el de los nostálgicos de finales de los noventa y comienzos de los dos mil). Pero esta serie, al menos su primer número, me ha transmitido una sensación diferente; aquí Tomasi y Manapul han ido en una dirección que se siente más atemporal, con un tono de aventura bastante clásico, pero sin parecer retro, que, como poco, ha conseguido que tenga muchas ganas de leer lo que sucederá en los próximos números.
Algo que no sorprende demasiado teniendo en cuenta quiénes están detrás de este cómic. Peter J. Tomasi es un guionista de corte muy clásico cuyos puntos fuertes son la interacción entre personajes y un tono optimista que sobresale incluso cuando gira hacia lo dramático. Un guionista que, solo por lo que fue capaz de hacer con los añorados Super Sons, ya se ha ganado de sobras mi confianza. Por su parte, Francis Manapul es un dibujante que, pese a poseer un estilo bastante moderno y citar entre sus primeras influencias a la mayor parte de los fundadores de Image (aunque también a buenos dibujantes como Mike Mignola o Mike Wieringo), ha sabido evolucionar más allá de estas hasta adquirir un estilo muy personal que transmite unas sensaciones no muy diferentes de las del trabajo de Tomasi. Pero, además, Manapul ha demostrado en el pasado ser un guionista bastante interesante y con un estilo que se complementa a la perfección con el de Tomasi, siendo ambos, en este cómic, coescritores, por lo que no me sorprende en absoluto que este título me haya interesado.
De esta combinación de talento ha surgido este cómic en el que, como señalaba antes, la interacción entre los miembros de esta familia, a medio camino entre los Robinson de Perdidos en el Espacio, los Cuatro Fantásticos e incluso un poquito de los Simpsons, es uno de los principales puntos fuertes. Porque aunque los Rocketfellers se quieren mucho, quizás como producto de esa sociedad futura de la que son originarios, o quizás simplemente porque muchas familias son así, en ocasiones se encuentran algo desconectados. Algo a lo que no ayuda nada el tener que vivir en una mentira constante, ocultando quiénes son, de dónde vienen o lo que son capaces de hacer gracias a los conocimientos y tecnología que han traído de su época. A lo que hay que sumar ese secreto que se han traído con ellos y por el que hay quienes están dispuestos a acabar con todos ellos para recuperarlo.
Pero claro, no podemos dejar de lado la faceta por la que Manapul es más conocido: la de dibujante, una faceta en la que aquí, como era de esperar, se ha lucido. Tras un vertiginoso comienzo lleno de tensión y dramatismo contándonos la dolorosa huida de los Rocketfellers de su época, esto ha dado paso hacia el costumbrismo puro y duro para mostrarnos cómo se adaptan estos a vivir en el año 2024. Y en ambos casos Manapul ha demostrado lo bien que se desenvuelve con cualquier aspecto de la historia, consiguiendo que nos metamos en la piel de sus personajes, dando rienda suelta a su talento para crear los elementos más fantásticos y jugando con las composiciones de página para aumentar el dinamismo de la historia, sabiendo cuándo romper el clasicismo para dejarnos boquiabiertos.
Y aunque este primer número ha sido poco más que la presentación de los personajes y de la premisa de la serie, una especie de prólogo de treinta páginas, a mí me ha enganchado bastante. En buena medida por mi confianza hacia ambos autores, cuyos trabajos anteriores rara vez me han defraudado, pero también porque el tono que parece que va a tener esta serie, tan lleno de posibilidades y de optimismo frente a la adversidad, es la clase de historias que más falta hacen ahora mismo.
Probablemente no caiga, pero la estampa es bonita y el concepto daría también para una serie o miniserie televisiva con potencial. Soy más Manapul que Tomasi.
Manapul es un artista en continua mejora.
Tiene esa cosa de ir experimentando y no quedarse contento nunca con ningún último trabajo.
Por parte del guion. Pues el mimbre es simpático.
¿Flipo mucho si digo que me recuerdan algo a los Jetsons? Igual porque sigo entusiasmado con los cómic de Los Picapiedra y del León Melquiades y quiero más.
Una historia de la familia del futuro aburguesada, que alucine con nuestro presente la recibiría muy bien.
Igual un poco, pero me da que más que unos Jetsons «realistas» la referencia son unos Robinsons (de la peli de animación Meet the Robinsons) menos optimistas.
Yo me compraría una mini de los Jetsons escrita por Russell desde luego.