Esta semana la diversificación nos aleja del cómic que se hace en Japón para acercanos a la literatura estadounidense pasada por un filtro muy británico, mas concretamente con el Carry On de Rainbow Rowell (publicado en España bajo el empalagoso titulo de “Moriré besando a Simon Snow”), quien quizás sea mas conocida por estos lares por ser la guionista actual de los Runaways. Y en este libro de peculiar origen, nacido como ficción dentro de la ficción, Rowell construyó a partir de elementos y estereotipos tremendamente familiares de la ficción popular una historia que a medio camino entre fanfic y obra original, nos mete de lleno en un mundo mágico en el que pocas cosas son lo que parecen y en donde es difícil diferenciar entre enemigos y aliados…
Para Simon Snow es su ultimo año en Watford, la escuela secreta de magia en la que se ha pasado los últimos ocho años de su vida tratando de aprender a controlar su poder, donde ha encontrado amigos de verdad como Penelope o su novia Agatha y que se ha convertido en el único lugar al que realmente puede llamar hogar, un hogar al que pronto tendrá que decir adiós sin tener ni idea de que hará con su vida después de graduarse. Y es que Simon aun se siente como un fraude en su papel de Elegido al que anuncio una antigua profecía, aun no ha sido capaz de derrotar a esa misteriosa criatura que ha estado acosándole prácticamente desde que descubrió su poder y que amenaza con consumir toda la magia. Unos quebraderos de cabeza a los que se suma la misteriosa desaparición de Baz, su compañero de habitación desde su primer año en la escuela, enemigo mortal y que quizás sea un vampiro, y que Simon esta convencido de que ha desaparecido para planear su ataque definitivo contra el…
Desde que Rainbow Rowell comenzó a escribir el cómic de los Runaways para Marvel sentía curiosidad por ver como se desenvolvía en la literatura, su profesión principal. Principalmente debido a que en sus cómics me encontraba demasiado a menudo con buenas ideas que no acababan de despegar del todo y tenia ganas de comprobar si esto podía deberse a lo mismo que le ha sucedido a otros novelistas que han dado el salto al cómic, pequeños problemas a la hora de manejarse en un medio que narrativa mente no funciona de la misma forma que un libro. Y aunque por el momento solo he leído una de sus novelas parece que si que se le dan mejor los libros que los cómics.
Un libro que como decía al comienzo tiene un origen de lo mas peculiar y retorcido. Simon Snow y su nemesis Baz aparecen por primera vez en Fangirl, una novela de Rainbow Rowell publicada en 2013 donde Simon es el personaje principal de una famosa saga de libros de fantasía (que es un claro homenaje a Harry Potter) de la que Cath, la protagonista de Fangirl, es una fan acérrima además de ser una de las autoras mas prolíficas de fanfics eróticos gays de la saga. Y a Rainbow Rowell le acabaron gustando tanto esos fragmentos de la historia ficticia de la saga de Simon Snow que introdujo en Fangirl que acabo escribiendo un libro protagonizado por ellos, combinando elementos de lo que dentro del universo de ficción de Fangirl era la saga oficial y lo que se contaba en los fanfics.
Un libro que nos introduce en la historia casi como si realmente se tratase de la octava ¿y ultima? entrega de una saga, con sus protagonistas conociéndose desde hace años y habiendo vivido juntos multitud de aventuras de las que se nos van mostrando retazos que nos permiten hacernos una idea de como las relaciones de estos y el mundo mágico a través del que se mueven han llegado a su estado actual. Un mundo y personajes que se encuentran de forma descaradísima y nada disimulada inspirados en Harry Potter y con los que Rainbow Rowell parece haberse divertido bastante dándole la vuelta a muchos tópicos y elementos absurdos de la saga.
Así nos encontramos con unos magos que a pesar de tener sus propias escuelas y organizaciones secretas se encuentran plenamente integrados entre la sociedad de “los normales” (como llaman a quienes no poseen magia) y no reaccionan ante los avances tecnológicos o sociales como si fuesen alienígenas recién llegados a la tierra, utilizando con toda la normalidad del mundo coches, ordenadores o teléfonos móviles (y si alguno hubiese utilizado una pistola en un duelo mágico hubiese puesto en un altar a Rainbow Rowell). Magos que ademas, y aunque en su mayoría utilizan varitas para concentrar su poder estas no son para nada imprescindibles, encontrándonos con personajes que utilizan en su lugar bastones, anillos o incluso hebillas de cinturón, burlándose de la arbitrariedad de esos elementos a veces con bastante mala leche.
Esto es algo que me ha gustado bastante de este libro, la forma de manejar la magia de Rainbow Rowell, quien pese a utilizar el mundo de Harry Potter como plantilla ha sabido darle una vuelta de tuerca curiosa al funcionamiento de esta de una forma bastante divertida. Sus magos no se limitan a repetir frases en pseudo latín, sino jugando con una idea que siempre me ha gustado mucho del genero fantástico de que el lenguaje tiene poder. Y en este mundo la magia obtiene dicho poder de las propias palabras, de lo importantes que son estas en el mundo, ya que cuanto mas presente se encuentre una frase en la sociedad, mas se utilice esta y mas arraigada se encuentre en el imaginario colectivo de normales y magos mas poderosos serán esos hechizos. Así es como los magos crean sus hechizos a partir de la cultura popular, de diálogos de películas o libros, de letras de canciones, rimas infantiles, frases hechas o refranes, escogiendo fragmentos que aludan al efecto que quieren obtener. De esa forma nos encontramos que si se quiere calmar a alguien se utiliza “Don’t worry, be happy”, “Ábrete Sésamo” sirve para abrir puertas, y si se quiere hacer algo invisible se usa el “Estos no son los androides que estas buscando”.
En este mundo que es al mismo tiempo tan familiar como ajeno se desarrolla la presuntamente ultima aventura de su protagonista. Una aventura que aunque en principio no deja de ser una mezcla de lugares comunes y estereotipos del genero, entre como le da la vuelta Rowell a esos elementos para que nada sea como parece y como consigue que nos importe lo que le sucede a sus personajes, acaba convirtiéndose en una lectura muy disfrutable. Y son precisamente sus personajes, o mas bien el manejo de estos, el punto fuerte de Rowell en esta novela. Unos personajes que aunque a primera vista puedan parecer simples trasuntos de Harry Potter, Hermione Granger y Draco Malfoy, solo lo son superficialmente en el lugar que ocupan en la historia.
Es difícil no encariñarse con ese desastre que es Simon, quien arrastra un síndrome del impostor como una casa pese a ser una bomba de relojería mágica que podría acabar con todo si perdiese el control, cuyo pasado oculta muchos mas misterios de los que el mismo cree y a quien se le da espantosamente mal el juzgar a los demás. Penelope pese a ser una genio en todo lo que se refiere a la magia y que a veces su ansia de conocimiento la mete en problemas no resulta un personaje cargante o repelente sino todo lo contrario. Y el tercero en discordia, Baz, ese misterioso personaje ausente durante buena parte de la primera mitad del libro y al que nos describen como a un (presunto) vampiro sediento de sangre, un villano diabólico sin escrúpulos ni remordimientos, capaz de cualquier cosa con tal de destruir a Simon y quien en cuanto conocemos descubrimos que es muchísimo mas complejo de lo que el resto de personajes nos hacían creer.
Y aunque en general he disfrutado mucho con este libro, si que hay algo que a Rowell se le ha ido un poco de las manos provocando que Carry On a veces resulte algo previsible. Porque una vez que aceptamos que Rainbow Rowell quiere subvertir casi todas las expectativas de los lectores que asumen que esto es simplemente una copia de Harry Potter, y aceptamos que la mayoría de las veces va a suceder lo contrario de lo esperado (porque es así como “siempre” sucede en estas obras, no resulta demasiado complicado adivinar por donde se va a desarrollar la trama, que es lo que esta sucediendo realmente o las autenticas lealtades e intenciones de los personajes. Un pequeño problema que al menos a mi no me ha impedido pasármelo muy bien con Carry On.
Pero las aventuras de Simon Snow no terminaron aquí ni muchísimo menos. Pese a que este libro se nos presentaba como si fuese la conclusión de esa ficticia y larga saga de ficción, Rainbow Rowell siguió de nuevo la contraria a como suelen funcionar este tipo de sagas y tras comenzar la suya por el final decidió contarnos que sucedía después, cuando ya todo parecía resuelto y los personajes se disponían a vivir sus vidas fuera de la vista de los lectores. De esa forma cuatro años después de la publicación de Carry On apareció en las librerías su secuela Wayward Son, y esta previsto que en un par de meses se publique Any Way The Wind Blows, la tercera entrega de esto que quizás no sea solo una trilogía, ya que Rainbow Rowell no descarta retomar estos personajes en el futuro. Algo que espero que sea así, ya que si el resto de la saga (que aun no he podido leer pero estoy en ello) mantiene el nivel de su primer libro, voy a necesitar mas historias de este singular grupo de magos tan familiares y al mismo tiempo tan diferentes.
Sólo con leer «mundos mágicos» tengo la tentación de dejar de leer… Porque estoy cansado de tanta magia. Mi hartazgo viene de antiguo. Cuando jugando a D&D, los magos empezaban siendo unos tirillas a los que teníamos que salvar siempre los guerreros, pero luego tenían unos golpes de rayo y unas bolas de fuego que lo reventaban todo… Y el guerrero ya solo servía para cargar el botín.
Todo ese rollo de «tú-eres-el-elegido» y «el-poder-está-en-ti» tiene su carga positiva. Se puede interpretar como empoderamiento. Pero yo siempre lo he leído como «algunos son los elegidos innatos», el resto solo podrán envidiarles.
Siempre he sido más de Conan el Bárbaro (la versión de RE Howard) que de Harry Potter. Conan es un gañán, y lo admite. No tiene nada sobrenatural. Salvo ser algo más listo, y tener más sentido común, que el resto de gañanes de su tribu. No tiene espada mágica ni la necesita. No ha ido a ninguna escuela elitista de superdotados, ni falta que le hace. Es un héroe de la clase bárbara… Digooo de la clase currante.
Yo de lo que estoy hasta el moño es de los «elegidos». Que los ha tocado la mano del destino, sus genes maravillosos y puñetas, pues no, yo quiero historias de la gente que se lo curra, que se enfrentan a ellos mismos y aun así tiran para delante. Un elegido es uno de los peores tópicos que te puedas echar a la cara, porque a partir del momento en que es declarado como tal ya solo puedes esperarte que salve el día o que lo subviertan diciendo «jaja, no eres el elegido, jódete John Connor». Y lo uno es un tostonazo y lo otro es tomarte el pelo.
Si te leyeses el libro no dirías eso!
Fijate que, por ejemplo, en el señor de los anillos, no pasa nada de eso. Aunque llamen a Frodo el Portador, eso es más un título que le dan los elfos. En realidad es un burguesito de pueblo que no ha salido de la Comarca en su vida. Y para cumplir su misión tiene que sudar sangre, dejarse la piel y (casi) perder el alma. Al final queda hecho polvo. No consigue ningún mega-poder ni virguerías como en esas series («lo di todo por la Comarca, y a cambio lo perdí todo»).
Ya, pero por contra te meten toda la «elfidad» y al Aragorn, que me cago en toda su estirpe de acojonaos oportunistas «y ahora soy el rey y tengo una elfa», con dos cojones! Si es que cuando digo que la guillotina no se usó lo suficiente…
Por eso considero a Frodo mucho más interesante que Aragorn, la verdad. A fin de cuentas Gambús (como llamaba la edición catalana a Trancos) SÍ es un superhéroe con mayúsculas. Un «salvador de la patria» con toda clase de poderes. Desde manos curadoras hasta espada mágica. Acaba siendo algo plano, la verdad.
Yo también me he mantenido un tanto alejado estos años de todo lo que sea magia/fantasia aunque en mi caso es porque soy mas de ciencia ficción, a mi que me den naves espaciales y pistolas de rayos y que se quiten todas las varitas del mundo. Pero en este libro, aunque lejos de ser perfecto, Rowell se mete tanto con los tópicos del genero, juega con las expectativas del publico y consigue darle la vuelta de forma original a algunos de esos tópicos, que lo he disfrutado bastante.
Si es así, pase.
Ahora hablemos de la vez que Conan va tan borracho que se deja KO a sí mismo cuando va a detenerle la guardia. ¡Seguro que algo así no pasa en esa novela!