El hombre en el castillo

Phillip K Dick nunca escribió una historia “normal”, o por lo menos que se pareciera al resto de lo que se escribía en su época. Cada vez que uno lee una novela suya, muchas veces le cuesta reconocer al autor, y te da la impresión de que lo ha escrito otro. O yo que sé.

En “El hombre en el castillo” a Dick le da por contar ucronía en la que los aliados pierden la IIª Guerra Mundial y japoneses y nazis se reparten el mundo. A través de la vida de los protagonistas, que no dejan de ser testigos mudos de su realidad, cuenta como es el día a día del ciudadano de a pie bajo la ocupación japonesa en el San Francisco de 1960. Dick explora los cambios sociales que sufren los anglosajones al pasar a ser “una minoría”, como la espiritualidad oriental, el “I Ching” y la etiqueta japonesa empieza a alienar a los americanos, como los japoneses son considerados una raza superior y como el arte americano anterior a la guerra es considerado una exótica reliquia de tiempos pasados. El libro consigue traerte la frustración de un anticuario americano, la ansiedad y el miedo de un judío que opera todos sus rasgos raciales para evitar ser deportado a la zona de influencia nazi o la búsqueda de la paz espiritual de un pez gordo japonés que se da cuenta de que las cosas no están en armonía, que en algo se están equivocando.
Y mientras el relato te hace patente el mayor o menos engaño en el que viven los personajes, Dick introduce un nexo común entre las historias de cada uno de estos personajes, un best seller de la época prohibido por el régimen nazi: “La langosta se ha posado”, la historía de que habría pasado si los nazis hubieran perdido la guerra. Es esta parte del libro la que más he disfrutado, leer como un hombre que vive en una realidad alternativa se imagina como podría ser el mundo real. En su libro, Inglaterra y EEUU derrotan a nazis y japoneses mientras la URSS se colapsa. Poco después, el Imperio Británico entra en una guerra fría con EEUU y acaba por dominar el mundo. En cierto modo, el libro explora el engaño y las falsas apariencias, y acaba siendo un precedente de Ubik o cosas más recientes como Perdidos (aunque admito que en esto último hablo de oídas, que yo de Perdidos no he visto ni un solo capítulo).
Lo cierto es que, te interese o no te interese la Segunda Guerra Mundial, recomiendo el libro. Porque no es un libro sobre la guerra, es un libro sobre el autoengaño, la apariencia, la dependencia del ser humano y, sobre todo, es un libro que, en lo que yo sé, define la ucronía literaria tal y como la conocemos hoy en día.

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