Suelo decir, medio en broma medio en serio, que lo mejor de la era de Krakoa es que se ha acabado, pero hoy lo digo en parte de forma muy literal. Y es que esta semana se ha publicado un epílogo muy especial a esa era, que oficialmente es el número 35 del presente volumen pero que espiritualmente es el número 700 de la Patrulla-X, en el que se dice adiós a esta era con las miras presentes en un futuro que me gusta más que todo lo que prometía y que acabó siendo esta etapa. Así que, sin afán de regodearme demasiado, vamos a meternos de lleno en este adiós que despeja el camino para una nueva era de los mutantes de la que espero ser capaz de disfrutar más.
Tratándose de una ocasión tan especial como esta, este epílogo ha contado con un equipo creativo bastante extenso y repleto de grandes nombres del presente y el pasado de la franquicia. Así nos encontramos con que la historia principal está escrita entre Al Ewing, Kieron Gillen (y Gerry Duggan) y que por ahí tenemos a Chris Claremont y a Salvador Larroca mostrandonos un emotivo picnic entre Destino, Mística, Pícara y Rondador y que el apartado gráfico está en las buenísimas manos de grandes talentos como Walter Simonson, John Romita Jr, Lucas Werneck, Mark Brooks, Jerome Opeña, Sara Pichelli o Luciano Vecchio, entre muchos otros. Y aunque estos especiales realizados entre tanta gente suelen ser algo desiguales, algo de lo que este no es una excepción, el resultado final ha sido bastante mejor de lo que me esperaba.
Pero entrando en materia, este especial corrige un rumbo que yo personalmente detestaba de la era de Krakoa. Como he señalado anteriormente por aquí, nunca soporté ese tufillo supremacista que estaban siguiendo las series de mutantes (uno que estoy convencido de que Hickman planteó muy intencionadamente como algo negativo) con los mutantes considerándose poco menos que dioses completamente aparte del resto de terráqueos y cuyo sueño consistía en apartarse de la humanidad en todos los aspectos posibles: social, cultural, lingüística y físicamente, como si no fuesen una rama más de la humanidad y no una raza aparte.
Un rumbo que aquí presenta un giro radical por parte de quien menos uno esperaría: Magneto. Tras enfrentarse este a los fantasmas de su pasado, y al inimaginable rastro de cadáveres que ha dejado a su paso, en la miniserie de Resurrection of Magneto, y durante una conversación de despedida con su viejo amigo Charles Xavier, quien se dirige a prisión por los crímenes cometidos hacia el final de la Era de Krakoa, este por fin se ha dado cuenta de una terrible verdad. Magneto ha visto la luz y se ha dado cuenta de que nunca debió dar la espalda al mundo, de que sus auténticos enemigos no son quienes odian y oprimen a los mutantes, sino todos quienes odian y oprimen a quienes consideran diferentes por cómo son, ya sean humanos o mutantes, y que todos ellos le tendrán a él como enemigo. Una actitud que, como le señala el propio Xavier, se parece mucho a su viejo “sueño”, y aunque no es la primera vez que Magneto parece perseguir ese ideal, esta vez parece que de verdad cree en ello, por lo que va a ser interesante ver qué será del personaje en el futuro.
Este nuevo rumbo de los mutantes también lo encontramos en unos personajes que pensaba que habían sido condenados a sufrir un final un tanto ignominioso, dejados de lado de una forma un tanto casual y descuidada: los mutantes exiliados a la White Hot Room. Estos eran los habitantes de Krakoa cuando Orchis atacó y que acabaron apareciendo, junto con la mitad de Krakoa, en la dimensión que sirve de hogar a la Fuerza Fénix. Unos mutantes que ahora han regresado para reunir las dos mitades de la isla viviente y para permitir a quienes así lo deseen retomar sus vidas en la Tierra. Pero, pese a que allí solo han transcurrido unas pocas semanas desde que desaparecieron, para ellos han transcurrido quince años, un tiempo en el que han creado una civilización que, sin ningún tipo de amenazas, ha podido crecer y evolucionar hacia algo realmente nuevo.
Una nueva Krakoa en donde, gracias a contar con los Cuatro (Hope ya no está en condiciones de ayudar mucho) y una de las Cunas (las unidades Cerebro portátil), han podido resucitar a TODOS los mutantes fallecidos que se encontraban en la larguísima lista de espera. Una resurrección que de forma muy inteligente no ha sido nada explícita, ya que sabemos que todos han vuelto a la vida pero no existe (casi) ningún censo sobre quiénes se han quedado en la Tierra y quiénes en la nueva Krakoa reunificada en su nuevo hogar, por lo que en el futuro cualquier equipo creativo que le apetezca podrá recuperar sin problemas a cualquier personaje, pero al irse esa base de datos y los ahora cuatro, se acabaron las resurrecciones mágicas para los mutantes de la Tierra.
Pero lo realmente interesante de este giro no está en que los krakoanos hayan tenido un final (o hasta luego) más digno del que parecía que iban a tener, o que ahora se pueda recuperar a cualquier personaje de los mutantes pese a que las resurrecciones se han acabado. El primer punto de interés lo encontramos en las palabras de Kafka, el portavoz del nuevo Consejo Silencioso de Krakoa, quien por una parte deja caer que Krakoa era insostenible, que el uso constante de la isla para crear portales, tecnología, etc. le estaba robando literalmente años de vida a esta, algo en lo que la Patrulla-X parece que no se molestó en comprobar (aunque igual Xavier lo sabía y no dijo nada). Aunque lo mejor llega cuando afirma que no tienen interés en ser nuevos dioses, sino en ser una nueva clase de humanos. Por fin volvemos a los mutantes que no se consideran una especie diferente, sino una rama más de la humanidad, algo que espero que se le grabe a fuego a los próximos equipos creativos de las distintas series de mutantes.
El otro momento interesante que nos ha dejado este giro es en las reacciones que ha provocado en dos personajes que siempre detesté que fuesen recibidos con los brazos abiertos en Krakoa y que nadie hiciese un gran trabajo tratando de blanquearles, Éxodo y Apocalipsis. El primero ha pillado una pataleta enorme al enterarse de que los Krakoanos van a regresar a la White Hot Room con la isla, que es lo que tanto esta como sus habitantes desean. Algo a lo que reacciona como el villano fanático y fundamentalista que es, dándole igual lo que desee Krakoa porque lo único que le importa es lo que él quiere y va a conseguirlo como sea, incluso si eso supone enfrentarse a la Patrulla-X y poner en peligro a la propia isla.
Un villano que es derrotado por otro, Apocalipsis, quien por un momento temí que volverían a mostrar como un personaje casi heroico al defender Krakoa. Por suerte eso no fue así y este tampoco tardó nada en mostrar su verdadero rostro, el del villano obsesionado con que él es el único que puede liderar a los mutantes, que esos ideales que han cultivado en la nueva Krakoa no son los adecuados y que él debe asumir una vez el deber de guiarles por la única senda que conoce, la del más fuerte. Aunque, en su descargo, hay que reconocer que cuando telepáticamente le conectan con los Krakoanos y comprueba que nadie quiere seguirle decide marcharse.
Una marcha que le lleva hacia Arakko, que de momento se queda en lo que antes era Marte, y me da miedo lo que pueda acabar saliendo de allí. Que a mí me gustaba mucho lo que había hecho Al Ewing en X-Men Red con los arakki, convirtiéndoles en una sociedad mucho más compleja e interesante de lo que habían sido desde que les crearon para ser poco más que decorado en algunas historias. Pero de momento lo único que tenemos claro es que Apocalipsis se va a quedar por allí y, tras la revelación de que su camino ya no es válido, parece decidido a buscarse un heredero que forje su propio camino, tocará cruzar los dedos para que esto no acabe cargándose Arakko.
Además de todo esto, el especial nos presenta la limpieza de algún cabo suelto que otro, el nuevo papel de Xavier en el mundo y un avance de lo que está por llegar, de la mano de Gail Simone, Jed Mackay y Javier Garron, en la nueva era de los Mutantes. Una nueva era que esta vez, además de esperarla con curiosidad, la espero también con algo de ilusión, ya que espero que lo visto aquí en este especial sea una auténtica declaración de intenciones de la nueva dirección de los Mutantes, una en la que de verdad persigan ese nuevo sueño actualizado de coexistencia sin buscar la superioridad sino la igualdad. Pero para eso tocará esperar un poco y cruzar los dedos para que Tom Brevoort sea de verdad la persona adecuada para guiar todo esto, que no estoy yo del todo convencido de ello.