Terminamos la semana con otro estreno televisivo que esperaba incluso con más ganas que el de los mutantes, Sand Land. Un estreno que ha terminado resultando muy agridulce por la reciente y trágicamente temprana muerte de Akira Toriyama, el creador del manga en el que se basa este anime. Pero aunque suene a un tópico muy gastado, lo único que podemos hacer ahora es mantener vivo su legado, celebrar que durante unas cuantas décadas fue el artífice de un buen puñado de divertidas historias y tratar de disfrutar de esta serie que resume a la perfección qué clase de artista era Toriyama y por qué se ha sentido tanto su pérdida.
En lejano país devastado por la guerra y la sequía, el agua se ha convertido en el bien más preciado, uno del que el Rey de aquellas tierras tiene el monopolio, enriqueciéndose a costa de sus súbditos al venderles la tan necesaria agua a precios prohibitivos. Pero cansado de esta situación y de la violencia que ha provocado tanto la sequía como la codicia del Rey, el Sheriff Rao ha decidido tomar cartas en el asunto y pedirle ayuda a los demonios que viven en el desierto, y que pasan tanta sed como los humanos, para que le ayuden a encontrar un mítico lago que se supone que existe en algún remoto lugar y que podría solucionar los problemas de todos. Un peligroso viaje en el que se encontrarán con toda clase de peligros y obstáculos en su camino y en el que quizás descubran también unas cuantas cosas sobre sí mismos.
Sand Land nació hace veinticuatro años (en Mayo del 2000) en las páginas de la revista Weekly Shōnen Jump por la sencilla razón de que a Akira Toriyama le apetecía escribir una historia sobre un hombre y su tanque, aunque acabó arrepintiéndose un tanto de ello por la dificultad de dibujar dicho tanque, algo curioso teniendo en cuenta lo bien que se le daba diseñar vehículos. Pero tratándose de una historia tan corta, solo catorce capítulos, Toriyama siguió adelante con ello y acabó de dibujar esta pequeña y divertida aventura que concluyó en apenas tres meses.
Un manga cuya existencia yo desconocía por completo hasta que se anunció el año pasado el próximo estreno de esta adaptación al anime que esta semana por fin ha llegado a nosotros. Serie que esperaba con ganas porque el tráiler transmitía que estábamos ante una serie que parecía poseer la esencia de los primeros años de Dragon Ball, aquel sentido de la aventura, la amistad y la diversión sin tomarse demasiado en serio a sí misma que tanto se echa en falta a veces en otras producciones.
Una sensación que se ha confirmado y a lo grande con el visionado de la serie. Sand Land reúne los mejores aspectos de la obra de Toriyama, tenemos un mundo que es difícil de encuadrar en una época concreta por la mezcla de elementos de diferentes eras, en el que los seres humanos coexisten con toda clase de criaturas fantásticas y donde los vehículos de toda clase son un regalo para la vista. Un escenario muy familiar en el que se mueven unos personajes que no lo son menos, y no solo porque aquí Toriyama haya reciclado algunos diseños de Dragon Ball, sino por personificar muchas de las características que han hecho de las obras de Toriyama algo memorable e imitado hasta la saciedad.
Aquí encontramos a un pintoresco grupo de extraños aliados unidos para embarcarse en la búsqueda de algo legendario, adversarios de caricatura que suelen ser un alivio cómico y esos personajes que no se cansan de presumir de lo malvadísimos que son pese a que sus actos les traicionan una y otra vez. Algo de lo que Beelzebub es el ejemplo perfecto, el Príncipe demonio hijo del mismísimo Satan/Lucifer (dependiendo de la versión japonesa u occidental), a quien le encanta recordar que es un demonio y que deben temerle pese a no ser más que un crío (de unos cuantos miles de años de edad) al que le gustan los videojuegos y que no puede evitar ayudar a quien lo necesite por mucho que trate de disimular sus intenciones.
Y esto se encuentra envuelto en una divertida aventura de las de antes, repleta de acción disparatada, gags visuales, muchísimo humor y unos personajes que sabemos que inevitablemente acabarán convirtiéndose en amigos, todo sin más pretensiones que hacer pasar un buen rato al espectador. Algo que no digo para nada como algo negativo, obras como Sand Land, que buscan divertir al público mientras exaltan cualidades positivas son tremendamente necesarias, quizás más que nunca. Por eso me alegro muchísimo de que Toriyama un día decidiese que le apetecía contar la historia de un hombre y su tanque y que dos décadas más tarde nos haya llegado esta adaptación que permitirá descubrir esta obra a quienes la desconocían, como ha sido mi caso, y recordar al público que este genial autor era mucho más que Dragon Ball.
Por eso animo a todo el mundo, tanto fans de Toriyama como si no, a darle una oportunidad a esta Sand Land, la que probablemente fue su última obra, ya que aunque el manga es del año 2000, Toriyama escribió un nuevo arco argumental para la serie que ampliaba la historia y diseñó a los nuevos personajes que aparecen en este. Y aunque resulta triste saber que no llegó a ver la reacción del público ante esta adaptación, lo mínimo que podemos hacer en su memoria es disfrutar de la desbordante imaginación de este genial creador que durante más de cuarenta años buscó precisamente eso, divertirnos y traernos un poco de humor y optimismo, algo por lo que siempre le estaremos agradecidos.