Aunque ya se había estrenado hace unos meses no ha sido hasta esta misma semana que he terminado de ver el anime de Mashle. Una comedia que parodia sin vergüenza ni piedad (y a veces parece que también sin presupuesto) cierta famosa saga literaria sobre un niño mago bastante famoso. Una serie que ha sabido ganarme gracias a su forma desvergonzada de utilizar el humor mas ridículo y absurdo y que la ha convertido de momento en una de mis series favoritas del año.
En un mundo en el que la magia lo es todo y el poder de cada individuo es lo que le proporciona su estatus en la sociedad ha nacido Mash Burnedead, un joven carente por completo de toda magia. Esto le convierte en un proscrito cuya mera existencia es un crimen que se castiga con la muerte, por lo que su padre adoptivo ha dedicado todos sus esfuerzos a esconderle para que este pueda tener una vida tranquila aunque solitaria. Pero cuando su secreto esta a punto de salir a la luz a Mash solo le queda un camino a seguir, matricularse en la prestigiosa escuela de magia de Easton y alcanzar el titulo de Visionario Divino para probar así que Dios le acepta y merece vivir. Y dado que este no posee ningún tipo de poder mágico, no le quedara mas remedio que conseguir graduarse utilizando nada mas que el poder de sus prodigiosos músculos.
Pese a los temas que toca y a la estética de la serie, Mashle no es obra de One, el creador de One Punch Mob y Mob Psycho 100, sino que es obra de Hajime Kōmoto, quien empezó a publicar su serie en 2020 en la Shōnen Jump y de la que ya han salido diecisiete recopilatorios. Pero la influencia de estas otras series es demasiado obvia para achacarla a una simple coincidencia. Del mismo modo que One Punch Man parodiaba el genero superheroico y Mob Psycho 100 el de los psíquicos, Mashle se lanza de cabeza a parodiar el mundo de Harry Potter (y lo hace de una forma tan absolutamente descarada que es admirable). Y este no deja de ser una curiosa amalgama entre el ridículo poder de Saitama (entrenar mucho todos los días hasta convertirse en algo que no parece humano) y la apariencia de Shigeo, con una personalidad algo retraída y tímida (menos cuando le cabrean) que también le debe mucho a ambos personajes.
Pero aunque en ese aspecto la serie no sea excesivamente original, el resultado final y especialmente la forma en la que maneja todos los estereotipos y tópicos tanto del mundo de Harry Potter y similares como de los shonen “de peleas” es tan efectivo que es difícil no perdonarle esa superficial falta de originalidad. Viendo la serie uno acaba teniendo la sensación de que a Hajime Kōmoto le cansaba un poco todo ese mundo elitista y absurdo creado por esa escritora que ahora parece haber convertido la transfobia en su nueva profesión, ya que en ningún momento la serie deja de hacer mofa de todo aquello que conformaba la famosa saga de libros, la ridícula selección de a que “casa” pertenecer dentro de la escuela, los puntos obtenidos por realizar tareas absurdas, los deportes ridículos, las profecías sobre elegidos… A todo eso se le ataca sin piedad desde el primer momento poniendo el foco en lo ridículo que eran muchos de aquellos elementos si uno se paraba a pensar sobre ellos por un instante.
Y tampoco esta a salvo ese subgénero del “shonen de peleas” cuyo abuso ha provocado que demasiadas series se vuelvan insufribles. Aquí encontramos también a personajes dotados de extraordinarios poderes, aunque sin entrar en detalles de como es que en una escuela en la que están aprendiendo magia cada estudiante tiene un poder único e individual. Habilidades que en combate son mostradas como si estuviésemos ante un videojuego de lucha en el que los jugadores no saben mas que “spamear” el mismo ataque una y otra vez y donde el aumento de poder en estos ataque en la mayoría de los casos se muestra simplemente haciendo que dichos ataques ocupen mas espacio en la pantalla. Una reducción al absurdo mas absoluto que nos recuerda a que extremos tan ridículos nos ha llevado el que tanta gente se haya pasado tanto tiempo queriendo copiar lo peor de Dragon Ball Z.
Y a todo esto Mash se enfrenta con el “simple” poder de unos músculos. que ha entrenado desde su mas tierna infancia y que le permiten realizar unas proezas de tal nivel que nadie parece capaz de hacerle frente. Un elemento en el que es donde mas nos encontramos que se recrea la serie con el absurdo, haciendo que Mash solucione casi cualquier problema a base de ostias descomunales.
Da igual que tenga que adormecer un vegetal parlante para crear una poción, volar en una escoba mágica o traducir un documento escrito con un lenguaje viviente, no hay nada que Mash no pueda solucionar con un golpe bien dado. Algo que provoca también muchos de los momentos mas divertidos de la serie, cuando Mash tiene que intentar aparentar que todo lo que esta haciendo es fruto de una magia muy especial que solo el posee, y que por suerte para el quienes le rodean no parecen lo bastante espabilados como para darse cuenta de lo absurdo que es todo.
Pero debajo de toda esa parodia constante y humor ridículo esta serie toca también unos cuantos temas interesantes. Mash recalca constantemente lo absurdo del funcionamiento de esa sociedad y los valores obscenos de muchos de sus antagonistas, el valorar el poder por encima de cualquier otra cosa, los prejuicios contra quienes son diferentes, el cebarse en los mas débiles solo porque puedes hacerlo. Nociones que Mash, quien se ha criado apartado de esa sociedad, es incapaz de comprender y que se niega a aceptar, consiguiendo con esa inocencia un tanto bruta que le caracteriza que incluso sus oponentes se cuestionen la forma en la que funciona su mundo. Una serie de mensajes muy simples y básicos, pero que viendo tal y como va el mundo a veces parece que no viene mal recalcarlos.
En el apartado negativo toca reconocer que a nivel técnico da la impresión de que la producción de este anime no ha contado con un presupuesto especialmente elevado. Esto ha provocado que en muchos momentos la animación deje un tanto que desear y que demasiado a menudo se abuse de los planos estáticos o muy vagamente animados, consiguiendo que a veces uno acabe con la sensación de estar ante una serie animada en Flash de hace casi veinte años. Pero la serie es lo bastante divertida como para que valga la pena hacer la vista gorda y pasar un poco por alto estas carencias técnicas.
Aunque confío que esos problemas se solucionen en esa segunda temporada que ya se ha anunciado que se estrenara a comienzos del año que viene, porque la historia de Mash y sus compañeros es demasiado divertida como para dejarse lastrar por esos defectos técnicos y se merece una animación a la altura. Pero mientras cruzamos los dedos para que esto sea así, animo a todos quienes busquen una serie divertida con la que pasar un buen rato que le den una oportunidad a Mashle, porque este ridículo viaje a través del mundo de la magia vale bastante la pena.