Sexo y comedia son dos temas que han ido de la mano en innumerables ocasiones, desde el humor mas cafre de los ochenta a las comedias románticas mas empalagosas. Y a medio camino entre esos dos extremos se encuentra Sex Education, una serie de Netflix en la que el descubrimiento del sexo, el amor y las hormonas desbocadas de la adolescencia son el eje sobre el que gira esta comedia tremendamente divertida pero que al mismo tiempo sabe ser didáctica y tocar multitud de temas de una forma bastante natural y sin que resulte forzado. Una serie que para varias y en lugar de reseñar tras ver solo el primer episodio me he visto sus dos temporadas enteras y me lo he pasado como nunca.
Que la madre de Otis Milburn sea una terapeuta sexual sin pelos en la lengua no ha contribuido a ayudarle a superar sus problemas de inadaptación social o su pánico a todo lo relacionado con el sexo. Pero lo que le falta en practica le sobra en teoría y todo lo que ha aprendido con su madre le convierte en el consejero perfecto para unos compañeros de instituto que se enfrentan a todas las dudas y problemas típicas de la adolescencia en un instituto cuya educación sexual se limita a conceptos básicos de biología. Un terreno abonado en el que con la ayuda de una compañera de clase que podría acabar siendo algo mas fundaran una clínica sexual clandestina en la que por un modico precio los estudiantes del Instituto de Moordale podrán encontrar solución a sus problemas sexuales, sentimentales y todo lo que se encuentre en medio.
Sex Education es una serie curiosa, y es que pese a ser una serie británica es muy deudora del cine de adolescentes (eso de “coming of age” que dicen los yankis) especialmente del de John Huchees (una influencia reconocida por Laurie Nunn la creadora de la serie) en la que sus personajes viven en una especie de limbo atemporal en el que coexisten los smartphones y los ordenadores portátiles con vehículos, electrodomésticos y una estética y moda de hace treinta años que no llega a ser del todo británica ni del todo estadounidense.
Y en este escenario casi idílico e irreal (hay que reconocer también que la población de Moordale quizás es excesivamente diversa para tratarse de un pueblecito perdido de Inglaterra) nos encontramos con una comedia tremendamente divertida que pese a ser por momentos lo que uno espera, una comedia romanticona un poco cursi, mantiene un delicado equilibrio entre un humor muy blanco e inocente y el mas cafre y gamberro, pero sin llegar esto ultimo a ser realmente grosero u ofensivo (a no ser que uno tenga la piel muy fina) pese a lo delicado de muchos de los temas que se tocan en la serie. Y es que el mayor acierto de la serie se encuentra en los temas que toca y en como los enfocan como el descubrimiento y la exploración de todas las variantes de la sexualidad, o los problemas a los que se enfrentan estos adolescentes que quieren hacer cosas pero no saben como y no tienen a quien preguntar.
Aunque esto no se queda en la superficie o se limita a ser un desfile de personajes tópicos para cubrir cuotas de diversidad, los personajes son complejos, sus problemas reales y tratados con seriedad pese al barniz de comedia y estos no se limitan a que los estudiantes descubran como follar, sino que los vemos afrontar problemas tan serios como los embarazos en la adolescencia, el aborto, abusos sexuales, acoso escolar, depresión, autolesiones, etc. Temas que afectan tanto a los adolescentes como a unos adultos que a veces se encuentran tan confundidos o mas que sus propios hijos y que aunque obviamente no están tratados tan en profundidad como en un drama, todo se trata con un respeto y naturalidad que da gusto.
Pero para mi la mayor revelación de esta serie ha sido la faceta cómica de dos de sus protagonistas, Gillian Anderson, y Asa Butterfield, madre e hijo en la serie. A ambos solo los conocía por su faceta dramática la primera principalmente por Expediente X y el segundo por su trabajo en Hugo y el Juego de Ender, por ello me ha sorprendido mucho y muy agradablemente la vis cómica de ambos. Butterfield aquí hace gala de una comedia muy física, en la que la torpeza sentimental de su personaje se manifiesta también en su lenguaje corporal recordando en ocasiones las comedias románticas de los cincuenta y que se le da muy bien.
Pero es Gillian Anderson quien mas me ha sorprendido aquí, quien utilizando un marcadisimo acento británico no del todo natural (que aunque es estadounidense Anderson ha pasado largas temporadas de su infancia y vida adulta viviendo en Inglaterra) convierte a su personaje de madre que intenta ser moderna y liberal pero que en en el fondo es mas posesiva y controladora de lo que quiere reconocer en uno de los mejores personajes de la serie.
Y lo mejor es que mi visionado de la segunda temporada coincidió casi al milímetro con el anuncio oficial de la renovación de la serie para una tercera temporada (aun sin fecha aproximada de estreno) por lo que aun nos queda una temporada mas (con Netflix tres temporadas es casi un triunfo) para seguir las aventuras de estos personajes navegando por la vida. Así que ahora es un momento tan bueno como cualquier otro para descubrir esta serie y hacer tiempo para el estreno de su tercera temporada de la que espero no solo que mantenga el buen nivel de las dos primera sino que lo supere.