Hoy toca hablar de la serie que me tiene actualmente enganchado (bueno, una de varias) y que tras el visionado de su primera temporada necesito hablar de lo mucho que me ha gustado, Tokyo Vice. Un drama de HBO Max que combinando unos cuantos de mis elementos favoritos en la ficción, un reparto estelar y una puesta en escena atrayente, se ha convertido rápidamente en una de mis series favoritas del momento, Así que lo que toca es viajar al Japón de los años noventa para sumergirnos en el sórdido mundo de los yakuza y descubrir qué es lo que hace a esta serie algo tan interesante.
Jake Adelstein ha conseguido cumplir su sueño de convertirse en el primer extranjero en trabajar en uno de los principales periódicos de Japón, aunque este es un sueño lleno de altibajos. Su condición de “gaijin” supone que no es especialmente respetado en su trabajo, que en muchas situaciones es tratado como un intruso y que tiene que esforzarse muchísimo más que sus compañeros para hacerse valer. Así que, deseoso de probar que es tan buen periodista o más que el resto, Jake acabará adentrándose en los bajos fondos de Tokyo sin ser consciente de que una vez dentro ya no podrá salir…
Tokyo Vice se basa en el libro del mismo título que narra las experiencias del periodista Jake Adelstein en el Japón de principios de la década de los noventa y sus encontronazos con los yakuza durante el transcurso de sus investigaciones periodísticas. Unos sucesos cuya veracidad algunas fuentes han cuestionado, acusando a Adelstein de exagerar, cuando no de mentir directamente, al escribir su autobiografía. Pero independientemente de si las experiencias del Adelstein real fueron tal y como él las cuenta o no, de lo que no tengo duda es que las que vive su homónimo en la ficción resultan fascinantes. Por ello lo que he acabado haciendo es ignorar en qué se basa esta serie y disfrutar de ella como una pura obra de ficción.
Una serie que en buena medida me ha enganchado porque aunque como no me he cansado de repetir por aquí la ciencia ficción y la fantasía suelen ser lo que más me atraen, desde que puedo recordar he sentido una gran debilidad por el género negro especialmente cuando este se entremezcla con el mundo del periodismo. Y si a todo eso le añadimos su ambientación en un país como Japón, que siempre ha fascinado y que aquí todo gira en torno al mundo de los yakuza, otro tema que me fascina desde hace décadas por culpa de gente como Sydney Pollack y Ridley Scott (Yakuza y Black Rain fueron dos películas que vi mucho durante los noventa) esta serie lo tenía todo para engancharme, pese a que me he tomado mi tiempo para ponerme con ella. Algo a lo que también ha ayudado que comience por todo lo grande con un impresionante episodio piloto dirigido nada más y nada menos que por Michael Mann (quien ha cambiado el vicio de Miami por el de Tokyo), y que es además uno de los productores de la serie.
Una serie en cuyo centro se encuentra Jake Adelstein (Ansel Elgort) un joven y novato periodista, tremendamente idealista y que está convencido de que con su trabajo puede marcar la diferencia. Pero este se encuentra con la dura realidad de trabajar en una sociedad en la que no solo se le trata como algo extraño, sino también una en la que sus intentos de hacer su trabajo como considera que debe hacerse chocan con las tradiciones, con el que todo debe hacerse como siempre se ha hecho, sin salirse de lo establecido, y en donde guardar las apariencias es más importante a menudo que la verdad. Pero motivado por su idealismo, su ingenuidad, y también por su soberbia, Jake se lanza de lleno a sacar a la luz un mundo de corrupción con el que durante demasiado tiempo se ha hecho la vista gorda.
Un personaje a través del cual quiero destacar la profunda dedicación de Elgort, quien ha conseguido hacer interesante a un personaje que podría resultar un tanto plano comparado con el resto del reparto, ya que en muchos aspectos no deja de ser un niñato a ratos presuntuoso, que actúa como si supiese mejor que nadie cómo hay que hacer las cosas. Pero Elgort consigue que nos importe su personaje, incluso en esos momentos en los que nos gustaría aporrearle, sabiendo transmitir no solo esa faceta idealista de su personaje, siempre entremezclada con un punto de arrogancia, sino también su lado más vulnerable, esos momentos en los que es consciente de que se ha metido en algo que le viene muy grande y es consciente de que sus actos pueden llegar a tener consecuencias muy graves tanto para él como para quienes le rodean. Un papel en el que Elgort se ha volcado, llegando a aprender japonés (al principio el plan era que aprendiese sus diálogos de forma fonética y los repitiese) para poder ser capaz de improvisar con sus compañeros, y dotar a su caracterización de una mayor autenticidad.
Pero a pesar de su trabajo es encomiable, y técnicamente es el protagonista de la serie, no me queda otra que admitir que hay unos cuantos compañeros de reparto que le hacen sombra. En ese apartado nos encontramos por ejemplo con Kinku Kikuchi, quien interpreta a Emi Maruyama, una veterana periodista y supervisora de Jake que a su modo se encuentra con obstáculos en su profesión muy similares a los de este. Se trata de una mujer en un mundo de hombres (en el periódico no hay ningún otro personaje femenino mínimamente relevante) que a menudo es tratada como alguien inferior por muchos de sus superiores, cuya opinión es a menudo ignorada y que también tiene que esforzarse más que el resto para hacerse escuchar, circunstancias que acaban provocando que ella y Jake acaben formando un gran equipo profesional.
Aunque si hay alguien que roba la serie ese es Ken Watanabe en su papel del Inspector Katagiri, un veterano policía, considerado incorruptible tanto por sus compañeros como por los criminales pese a que no es ajeno a utilizar cuando es necesario métodos poco éticos, y que a ratos parece surgido de otro mundo. Y es que aunque Tokyo Vice es de por sí una serie de eso que se ha dado en llamar “neo-noir”, el personaje de Watanabe parece que se ha escapado del Noir a secas, de alguna historia de Dashiell Hammett o de Raymond Chandler. Katagiri es un policía duro y frío en la superficie, que durante años ha tratado de mantener un delicado equilibrio entre las distintas organizaciones criminales de Tokyo para mantener una cierta paz, pero que se da cuenta de que eso ya no funciona.
Pese a que ya sabía desde hace tiempo lo gran actor que es Watanabe, su papel aquí me ha hecho redoblar mi admiración por él, por como transmite con tanta naturalidad el fuerte contraste entre las facetas profesional y familiar de su personaje, que a ratos casi podrían parecer personajes diferentes, pero al que Watanabe dota de tanta autenticidad que este resulta uno de los personajes más tridimensionales de la serie pese a que en la superficie parezca un estereotipo escapado de algún pulp. Un personaje cuya dinámica casi paternal con Jake acaba convirtiéndose en uno del os aspectos más interesantes de la serie, pese a los altibajos en su relación provocados por la cabezonería de ambos a la hora de estar convencidos de que es la forma de cada uno de hacer las cosas la correcta.
Y un último aspecto de esta serie sobre el cual en un principio sentía algo de recelo, la forma de mostrarnos el mundo de los yakuza, ha terminado siendo otro de mis elementos favoritos de Tokyo Vice. Yo al principio temía que esto acabase siendo una de esas obras que glorifica el mundo del hampa, que nos mostrasen a estos mafiosos como algo casi atractivo, pero por suerte eso no ha sido así. Aunque es cierto que aquí nos muestran diferencias entre los distintos clanes de yakuzas, los de la vieja guardia regidos por un particular código de “honor” y los más modernos guiados puramente por la ambición, el retrato que se hace de todos ellos es cualquier cosa menos halagador.
El mundo de los yakuza que encontramos aquí es uno sórdido, desagradable y anacrónico, donde a sus miembros se les llena la boca con sus tradiciones y su “honor”, pero que bajo esa fachada no son más que parásitos a los que solo mueve su ansia de poder y dinero. Constantemente nos encontramos con mafiosos que actúan como si fuesen nobles guerreros, pero que a cada rato se nos deja claro que no son más que personajes que en ocasiones rozan el patetismo, que solo sobreviven gracias al fruto del trabajo de todos a quienes roban y chantajean, como sanguijuelas. Y aunque la serie no es ajena a provocar con algunos personajes concretos ciertas simpatía, esta se centra especialmente en personajes muy desencantados con ese modo de vida del que no saben escapar.
De Tokyo Vice ya se han estrenado dos temporadas completas, una primera de ocho episodios y una segunda de diez, que terminó de emitirse hace unos pocos días y que han dejado cerradas las tramas iniciadas, como era el plan desde el principio. Pero pese a ello el creador de la serie, J. T. Rogers, ha manifestado que tiene planes para una tercera temporada, pero que eso depende de si HBO Max les renueva, algo que espero con muchas ganas que se haga realidad. Pero incluso si sucede lo peor nos queda el consuelo de poder disfrutar de una historia completa que resultará apasionante para los aficionados al género negro