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Urusei Yatsura: Lamu y los demás extraterrestres pelmazos

Ataru Moroboshi es un chaval feucho, vago, egoista, pervertido y para colmo es el tipo más gafe de la historia. En un mundo en el que la mala suerte existe y es algo cuantificable, Ataru es capaz de romper todas las escalas de medición, y los pocos amigos que tiene y su familia lo saben y hasta se preguntan qué han hecho para tener que soportar a semejante desgracia de chaval. Pero, cuando empieza Urusei Yatsura, Ataru Moroboshi es la única esperanza de la humanidad.

Ataru Moroboshi contra la extraterrestre más pesada de la historia.

Rumiko Takahasi tenía unos 21 años cuando ideó esta historia poco después de salir de la escuela de manga de Kazuo Koike. Había ganado una mención honorífica en el concuros de Shogakukan por su primer cómic, Katte Na Yatsura (Esos Alienígenas Egoistas), con lo que su primera serie para la editorial iba a ser una evolución de algunas ideas de Katte Na Yatsura, manteniendo la idea de un humano normal que solo quiere seguir con su vida mientras extraterrestres y seres paranormales no paran de darle la paliza de la peor forma posible. Urusei Yatsura (Esos Alienígenas Pesados) iba a seguir el mismo estilo del Marciano Vete a Casa de Fredric Brown, con un protagonista mucho más desquiciado que el de sus predecesores (Ataru Moroboshi) al que por los alienígenas ponen en el punto de mira y lo convierten en el representante de toda la humanidad. Si el elegido vence la Tierra sera libre, si es derrotado será conquistada; el reto consistirá en que Ataru tiene diez días para coger por los cuernos a la hija del Dios de los Demonios, Lum (más conocida como Lamu por estos lares y que, como los propios japoneses pronuncian el nombre como Lamu, me paso el Hepburn por no te digo donde) algo que, a priori, al salido de Ataru le parece algo la mar de sencillo porque tiene la mano muy larga y la chavala le resulta la mar de atractiva. Ataru es, por supuesto, idiota.

A este muchacho le pierde lo que le pierde.

Tras humillar durante días a Ataru y con la humanidad habiendo abandonado toda esperanza de salvarse, la noche anterior al último día la chica de su clase que más le gusta a Ataru y que le ha rechazado infinidad de veces, Shinobu, le promete que si consigue vencer a Lamu se casará con él. Totalmente motivado y al grito de que va a casarse, Ataru emprende la última jornada decisiva con tanto brío que consigue derrotar a su rival, que de tanto oir a Ataru que se va a casar entiende que le está pidiendo matrimonio, por lo que ella… Acepta. Absolutamente nadie entiende que Lamu esté interesada en casarse con el despojo de Ataru, pero a partir de ese momento los dos están casados le guste a Ataru o no, que a partir del momento en el que siente caer sobre él los lazos del matrimonio decide que no quiere saber nada de Lamu, que él se iba a casar con Shinobu y que Lamu es una pesada que, para colmo, es la mar de celosa y tiene el poder de emitir unas descargas eléctricas dolorosísimas. Y ése es el punto de partida de Urusei Yatsura.

Eso de cogerla por los cuernos es de una literalidad que asusta.

El problema viene de que Lamu era demasiado popular, porque si bien el manga en su planteamiento centra la historia en Ataru y sus desventuras al ser un imán para la desgracia y las criaturas de otras dimensiones -mayormente del folclore japonés- los lectores se enamoraron tanto de Lamu que empezaron a demandar que saliera siempre, hasta el punto de que cuando el manga consiguió ser adaptado a la televisión en un anime Lamu era la protagonista del opening y el ending. Así, el personaje de Cherry, el monje budista que ejercía como guía chapucero de lo paranormal para Ataru, acabó siendo desplazado por Lamu, un personaje completamente esporádico que estaba pensado solo para el primer episodio y volvió al cuarto por aclamación popular. La gente quería saber si Lamu y Ataru iban a acabar juntos, si acabaría con Shinobu y todo eso, y de repente un cómic sobre un tio al que las más extrañas criaturas fantásticas no le dejaban en paz acabó siendo un cómic sobre una chica extraterrestre enamorada de un aspirante a vividor que no paraba de meterse en líos, pasando de ser una comedia a una comedia romántica.

El anime llevaba dirección de Mamoru Oshii (el de Ghost in the Shell, sí) y dirección artística de Akemi Takada, que posteriormente se encargaría de otras series como Maison Ikkoku o Kimagure Orange Road.

Rumiko Takahashi se había convertido en la reina de la comedia romántica sin proponérselo, por lo que supongo que Maison Ikkoku, su siguiente manga que realizó en 1980 mientras seguía dibujando Urusei Yatsura, era su forma de enseñar como ella habría hecho una comedia romántica si la hubiera pensado desde cero. Y aunque probablemente sea un manga más redonde que Urusei Yatsura que se alargaba hasta el infinito, no deja de ser un manga menos original porque se aprovecha de ciertas características ya «entrenadas» en su antecesora, como el grupo de vecinos pintorescos con los que se encuentra su protagonista. El ejemplo más claro son los padres de Ataru; en los mangas sobre adolescentes el papel de los padres se minimiza o se rehuye de ellos, mientras que Rumiko, tanto en Urusei Yatsura como en el posterior Ranma, les convierte en una figura permanentemente presente en la serie, con una personalidad tremendamente marcada aunque solo sea para enseñar las malas pulgas del padre de Ranma o lo mucho que se avergüenzan los padres de Ataru de tenerlo como hijo, cuando no directamente la madre de Ataru no intenta llevarse al huerto a uno de los exnovios de Lamu.

Opening del nueva adaptación a anime de este mismo año.

Urusei Yatsura duraría cosa de unos nueve años, dejando unas 6000 páginas de manga y una serie de televisión de 194 episodios y varias películas y especiales directos a video que se irían estrenando durante los años posteriores; la serie se convirtió en uno de los principales impulsores del fenómeno manganime en Japón junto a Gundam y otras series de la época, generando la creación de multitud de comedias aplicadas a todos los géneros posibles. Por supuesto, en España a Rumiko Takahashi se la conoció más por Ranma que era la obra que estaba realizando justo cuando estalló la mangamanía en España, mientras que el anime de Urusei Yatsura, que estaba más «anticuado» que Ranma, tuvo una circulación más minoritaria por autonómicas y demás, por no hablar de que el manga no tuvo tampoco mucho éxito ni en su edición española ni en la americana, costando muchísimo llegar a publicarlo por completo, teniendo que publicarlo Glenat en tomos de 400 páginas que acabaron siendo un tanto exclusivos, como tantas ediciones «raras» de la editorial y que ahora los podemos encontrar a precios absurdamente altos. Pero es lo que tiene la especulación, sobre todo cuando hay un revival de por medio…

Con estos precios estamos para pedir que nos invadan los marcianos.

Porque claro, cuarenta años después de la primera adaptación a la animación, Fuji TV ha empezado a emitir una nueva adaptada a los nuevos tiempos producida por David Production, y la Lamumanía ha vuelto. Eso y que parece que desde los tiempos del confinamiento vivimos en una nueva época de especulación insoportable sobre todo con el manga, pero qué le vamos a hacer, el nuevo anime de Urusei Yatsura es una puesta al día del clásico estupenda de uno de mis mangas favoritos, con lo que me puedo dar un canto en los dientes. La capacidad de síntesis de la serie para ir al grano y quitarse de la paja que tenía en ocasiones el manga -aunque tristemente sea para centrarse en Lamu, la vida es muy cruel- además de adelantar la presentación de personajes como Mendo para contar con una galería de secundarios con cierta riqueza cuanto antes, hace que la serie esté superando al original, entendiendo mucho mejor la intención original de Takahashi y proporcionándonos uno de los mejores animes de la temporada. Así que dejaos de ver a moteros nazis y mamarrachadas de hombres sierra y ponéos con los extraterrestres pesados estos, ¡que alguien tiene que encargarse de ellos y tampoco es cuestión de que lo haga todo yo!

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