Ayer ya hablamos por aquí de lo grande que fue Neal Adams como artista, de como revolucionó el género superheroico, despertando la admiración (y muchas veces también la envidia) de lectores y compañeros de profesión y obligo a muchos de estos últimos a intentar ponerse a su altura. Y si Neal Adams hubiese sido simplemente eso, un dibujante prodigioso a cuya altura pocos fueron capaces de estar, ya hubiera tenido méritos de sobra para ser una leyenda del cómic. Pero hoy quiero hablar de algo que Diógenes tocó un poco por encima, del otro Neal Adams, ése que al otro lado de la pagina luchó con todas sus fuerzas para hacer del cómic un medio mas justo para sus creadores.
Todo el que conoció a Neal Adams le ha descrito siempre como alguien imparable y un tanto cabezota. Un genio que no aceptaba un no por respuesta, cuyo portafolio fue rechazado varias veces por las editoriales, que fue animado a dedicarse a otra cosa, y que siguió adelante convencido de que él tenia razón e iba a conseguir lo que se proponía. Una actitud que empleaba en todos los aspectos de su profesión, acompañada de un sentido de la justicia muy particular que le impedía quedarse quieto o callado cuando se encontraba con algo que creía que se podía y se debía hacer mejor. Algo que, combinado con que su trabajo en publicidad y tiras de prensa le proporcionaba un buen colchón, le hacía prácticamente inmune a las posibles represalias editoriales que tuvieran sus actos a la hora de intentar mejoras el mundo del cómic.
Los ejemplos al respecto son muy numerosos y todos dejan claro que ésa definición de imparable igual se quedaba algo corta. No hay mas que remontarnos a la década de los 70, cuando se formó la «Academy of Comic Book Arts», una organización que Stan Lee quería que fuese como la Academia de Cine, dedicada a dar banquetes y premios pero que bajo la presidencia de Neal Adams este intento convertirla en algo mucho mas útil; Así, éste utilizo su posición allí para defender los derechos de los creadores, para exigir mejores salarios y royalties por sus trabajos como sucedía en otros medios, además de tener derecho a recuperar sus originales (algo que no consiguió hasta 1987), que por aquellos años eran desechados, destruidos o incluso robados. Adams incluso trató de convertir aquella academia en un sindicato de autores para que pudiesen ejercer más fuerza a la hora de defender sus derechos, pero, pero tras ver como buena aparte de los miembros de dicha academia no estaban interesados, abandonó su puesto. Una época de la que se cuenta que Martin Goodman llegó a decir que quién demonios se creía Adams que era, algo que sin duda dijeron de él muy a menudo.
Por aquellos mismos años también tuvo un encontronazo con Jim Shooter cuando éste distribuyó entre los creadores freelance un contrato que establecía que renunciaban a los derechos sobre sus creaciones. Un contrato amparado en una ley federal de derechos de autor aprobada en el 77 que cambiaba la forma en la que funcionaba la cesión de derechos entre creadores y empresas, hasta entonces temporal, y que ya no permitía a los creadores reclamar la propiedad de sus creaciones pasado cierto tiempo. Al ver aquello Neal Adams distribuyó entre sus compañeros una copia de dicho contrato en la que había escrito encima que no lo firmasen, que al hacerlo estarían firmando para despedirse de su vida ( y en muchos casos de una cantidad de dinero tremenda). Un intento loable de luchar por los derechos de sus compañeros que, sin embargo, no llegó lejos ya que Marvel dejó claro que quienes no lo firmasen podían despedirse de volver a trabajar allí; aunque todo esto siempre según la versión de Adams, porque si le preguntáramos a Shooter la cosa cambia. Y es que por lo visto la dichosa cláusula de cesión de derechos tenía que haber estado firmado ya hace meses y de hecho DC ya se lo había introducido en el contrato a todos sus trabajadores, con lo que cuando muchos dejaron Marvel en rebeldía y cruzaron de acera… En realidad estaban sometiéndose al mismo «nuevo régimen», con lo que cuando en DC tuvieron la hecatombe que supuso la DC Implosion y muchos quedaron en el paro, muchos volvieron a Marvel sin perder gran cosa.
Pero además de sus peleas titánicas contra las grandes corporaciones, la lucha de Adams por sus compañeros de profesión en muchos casos tomo una forma mas discreta pero igualmente admirable. Son muchos los autores que le deben a Neal Adams los inicios de su carrera, no solo a la inspiración que este les proporciono, sino a recomendaciones directas. Y es que Adams siempre que pudo utilizó su enorme influencia en la industria para ayudar a todos aquellos aspirantes a artistas a los que veía potencial (pese a que también era un critico feroz sin pelos en la lengua que destrozó las aspiraciones de mas de uno). Frank Miller comenzó a trabajar en Gold Key gracias a una recomendación de Adams, al igual que Bill Sienkiewicz, de quien Adams le dijo a Jim Shooter que conocía a un chaval que dibujaba un poco como el y que deberían darle trabajo en Marvel, o como Denys Cowan, quien a los quince años era becario de Adams en su Continuity Studios y que acabó siendo uno de los dibujantes mas interesantes de finales de los 80. Un papel que más que de mentor fue de padre artístico, como atestigua que estos días Sienkiewicz y Cowan se hayan despedido de Neal Adams afirmando que han perdido a su segundo padre.
Y quizás de esta faceta de Neal Adams el momento mas recordado es cuando junto con Jerry Robinson y Ed Preiss lucharon para que se hiciese justicia con Jerry Siegel y Joe Shuster y su papel como creadores de Superman. Adams lucho como nadie por ellos al enterarse de la mala situación económica en la que se encontraban, y coincidiendo con el estreno de la película de Superman en 1978, y queriendo evitar la mala prensa, ese esfuerzo conjunto consiguió que Siegel y Shuster obtuviesen una pensión vitalicia, seguro medico y que sus nombres figurasen siempre como creadores de Superman en cualquier cómic o adaptación en la que apareciese su personaje, aunque se merecían muchísimo mas.
Aunque ese idealismo, obstinación y sentido de la justicia que le impulsaban en alguna ocasión jugó en su contra. Y es que como también cuentan quienes le conocieron, su cabezonería a la hora de aceptar compromisos, en aceptar un poco menos de aquello a lo que aspiraba y seguir construyendo a partir de ahí, le impidió en algunos casos conseguir sus objetivos como aquel soñado y necesario sindicato de autores. Pero lo que no se le puede negar es que pocos lucharon como el con tanta fuerza por sus compañeros de profesión, un legado tan importante o mas que el artístico.
Porque además de luchar por mejorar las condiciones de trabajo de quienes realizaban los cómics, Neal Adams también peleó por mejorar lo que se contaba en ellos, por hacer avanzar un género que en algunos aspectos se había quedado muy anclado en el pasado. Pero eso es algo que veremos mañana en detalle cuando recordemos la creación de uno de los Green Lanterns mas populares, John Stewart y lo que éste estuvo a punto de ser.