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Xenofobia y dolor, mucho dolor: La Patrulla X en Australia (IV)

Imaginad un mundo virgen, un mundo sin crossovers. Un mundo en el que Secret Wars era una serie limitada, y sus consecuencias se podían ver en las distintas series de Marvel, pero aquello eran «tie-ins», simplemente se hacía referencia a cosas que habían pasado en Secret Wars pero la historia principal estaba autocontenida en la serie limitada. Lo mismo se había hecho en Crisis en Tierras Infinitas aunque el nivel de «interferencia» de la serie principal había sido en distintos grados. Posteriormente y gracias al éxito de ambos crossovers, Jim Shooter llevaría a cabo su Secret Wars II ya no solo con tie-ins, si no a golpe de auténticos crossovers que se entrecruzaban con una serie limitada bastante corta, provocando que, esta vez sí, la historia se continuara a lo largo de todas las series de Marvel y en muchos casos el número del mes de tu serie favorita fuera un galimatías incomprensible.

El Beyonder ese aparecía de la nada y se iba como había venido, dejándote con tres palmos de narices.

Pero esto de cruzar dos series llevando tramas de un lado a otro como si un partido de tenis se tratara, en el fondo, lo había estado haciendo Claremont desde el momento en el que creó junto a Bob McLeod The New Mutants; tanto Uncanny como los susodichos pupilos de Xavier habían tenido cruces, no ya solo en eventos especiales como las Guerras Asgardianas si no en personajes que se iban moviendo de una serie a otra, eventos como la pelea de la Patrulla X contra el Nido que finalizaban en un enfrentamiento entre los Nuevos Mutantes y un Xavier controlado por los alienígenas… Provocando que muchos lectores a los que no les interesaba la serie de los Nuevos Mutantes (gentuza) se vieran forzados a comprarla. Lo que es peor, en España y como Nuevos Mutantes se editaba con retraso, muchos lectores de La Patrulla X -que llegó a ser quincenal- empezaron a perderse más que un lector de La Legión de Superhéroes. Y entonces sí, entonces llegó el primer crossover veraniego de Marvel.

El 210 de Uncanny, contigo empezó todo.

Pero tampoco se puede decir que la Masacre Mutante fuera un crossover. O, por lo menos, no fue un crossover al estilo de lo que consideramos como tal hoy en día; hasta ese momento era normal que la masacre del Azote o la apertura del Cofre de los Antiguos Inviernos fueran mencionados en el resto de series de Marvel, con pequeñas notitas a pie de viñeta viniendo a decir que si queríamos saber de que iba todo eso, que miráramos en la serie correspondiente. Esto podía perjudicar seriamente al transtorno obsesivo compulsivo de cada uno, pero a la vez era un detalle majo porque veías que cada cosa que pasaba en una serie tenía una influencia en las demás, por pequeña que fuera. Había sido parte de la identidad de Marvel desde los tiempos de Stan Lee -cuando lo editaba/guionizaba casi todo- y por eso era totalmente aceptado por la mayoría de los lectores y hasta apreciado. Sin embargo, en el verano de 1986 Chris Claremont y el matrimonio Simonson iban a plantar la semilla de uno de los cánceres del cómic de nuestro tiempo…

¡A mí es que esta guía me deja más confundido de lo que estaba!

Empezó como una idea sencilla; la fusión de La Furia y Nimrod iba a ir exterminando morlocks como un Terminator cualquiera repasándose el listín telefónico hasta que La Patrulla X consiguiera ponerle freno; una historia que se iba a alargar durante unos veinte números, con consecuencias para los personajes de la serie, dando lugar a un cambio radical de alineación, etcétera. Pero claro, de por medio y dejando de lado lo que ya comentamos la semana pasada, había pasado lo de Factor X; ahora había un nuevo grupo de mutantes, una nueva serie de mutantes y había que arreglar el roto que había dejado Bob Layton y su alegre banda. La nueva responsable de la serie, Louise Simonson, se dió cuenta de que aquella historia era demasiado grande como para que fuera contada solo en La Patrulla, que aquel o aquellos asesinos en serie de mutantes por narices tenían que llamar la atención de Factor X, que en aquel momento eran poco menos los «superhéroes mutantes oficiales» después de que los X-Men decidieran aceptar entre sus filas a gente como Magneto o Pícara. Así que Claremont y Simonson se pusieron a hablar…

La colaboración entre ambos provocó que en el mismo mes viéramos esta escena desde los dos puntos de vista.

No iban a ser cruces directos, cada serie tendría su propia historia y si acaso compartirían villanos, porque tras lo de Moore el villano pasaron a ser varios, Los Merodeadores, y así era más fácil ir pasándose los distintos personajes de una serie a otra. Así, el 210 de Uncanny presentaría a los Merodeadores e introduciría a la propia Patrulla X a la existencia de Factor X, dejando bien claro el contexto feísimo provocado por la estrategia ideada por Cameron Hodge; el sentimiento antimutante estaba tan disparado que hasta el Club Fuego Infernal empezaba a proponer treguas por una simple cuestión de supervivencia, y Claremont aprovechaba de paso para recordarnos de qué iba realmente esta serie y por qué era tan importante mantener la cabeza en su sitio hasta en los peores momentos de la tensión entre humanos y mutantes.

«Si nos rendimos, todos nuestros sacrificios no habrán valido para nada.»

Era el descenso a los infiernos de la Patrulla X, la prueba de fe del sueño de Charles Xavier, Uncanny 210 era un repecho, la pausa para tomar aire para lo que estaba por venir. Pasa algo parecido en el número 9 de X Factor, publicado ése mismo mes, en el que Louise Simonson nos introduce el cómic con otra escena de fervor antimutante en el que Factor X, que en aquel momento se venden al público en general como una especie de «cazafantasmas mutantes», son llamados para hacerse cargo de la Freedom Force, que no son otra cosa si no la vieja Hermandad de Mutantes Diabólicos de Mística trabajando ahora para el gobierno de EEUU. La turba xenófoba antimutante, que en otros tiempos habría salido corriendo ante un pisotón de la Mole, ahora se envalentona porque no los ve tan agresivos y trata de lincharlos (buena suerte), con lo que Factor X se pone por medio y la Fuerza de la Libertad aprovecha para escapar y seguir con su misión, que era detener a un mutante (Rusty Collins, más soso que una serie sobre una tostadora espacial) que se ha escabullido por los túneles de los morlocks.

Con Factor X empezó la manía de meter la X por todos lados, sí.

Factor X y la Fuerza de la Libertad no tardan en darse de tortas en los túneles hasta que Destino le comunica discretamente a Mística que su poder precognitivo ve dolor, mucho dolor y que lo mejor que pueden hacer es salir por patas, que esos túneles están a punto de llenarse de muertos y que de quedarse ellos no serían una excepción. Así que Factor X pronto se encuentran solos en los túneles junto a varios morlocks y un aullido desgarrados cruza los túneles hasta ellos; había empezado la Masacre Mutante.

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